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El libro en el siglo XXI

diciembre 4, 2002

Antecedentes

Para el libro, el siglo XXI no comienza el 1 de enero del 2001, sinomás o menos a principios de los años cincuenta del siglo XX. En 1956 tiene su inicio lo que hemos dado en llamar inteligencia artificial, un sistema informático que permite manejar la información de forma parecida a como se haría usando las diferentes partes de la inteligencia humana. La inteligencia humana se simula por medio de una máquina (robot). Por lo que atañe a la bibliología, se aplica mediante el reconocimiento de formas (pattern recognition), como, por ejemplo, los caracteres (impresos o manuscritos) y la palabra; la programación automática, que consiste en la obtención automática de un programa a partir de sus especificaciones; la comprensión de lenguajes naturales, desde los primeros intentos de traducción automática hasta los estudios de lenguajes de acceso a bases de datos o los lenguajes de interacción con el hombre.

En los años cincuenta del siglo XX hace su aparición un nuevo sistema de composición de los textos, la fotocomposición (o composición fotografica, superadora, una vez perfecciona, los defectos, iregularidades y problemas a que daban lugar los sistemas de composición manual y mecánica (linotípica y monotípica). Sin embargo, a partir de 1985 se pone en marcha un nuevo sistema composición y compaginación: la autoedición o edición de sobremesa, que supone la aplicación de la informática a la tipografía. Para la autoedición, que ha arrinconado prácticamente a la fotocomposición en menos de treinta años (la composición manual careció de competencia desde 1450 hasta 1886, y la linotípica, desde 1886 hasta alrededor de 1950), se necesita un ordenador, un programa de tratamiento o proceso de textos y una impresora de láser. De estos tres elementos, el ordenador existía ya cuando en 1964 surgió en la fábrica de la IBm en Alemania el concepto de tratamiento de textos. Al principio se destinaba al proceso de textos una máquina especialmente preparada para ello. A partir de 1985, el concepto de autoedición comienza a tomar cuerpo, especialmente después de que la compañía Apple Computer presentara un equipo formado por un ordenador Macintosh, la impresora Laser Writer y el programa de composición y compaginación Page Maker (de Aldus entonces, hoy de Adobe). A partir de ese momento se desarrollan particularmente los procesadores de textos (especialmente Microsoft Word, WordPerfect, WordStar, entre los más importantes), los programas de compaginación (PageMaker, QuarkXPress, FrameMaker, Ventura, entre los más destacados), los programas de tratamiento de la imagen (por ejemplo, Photoshop), los programas de diseño (CorelDraw, FreeHand, Illustrator), los escáneres, etcétera.

La autoedición, pues, ha puesto todas las herramientas gráficas a disposición de cualquier persona que pueda formar un buen equipo informático destinado a la confección de páginas de libros y folletos, así como carteles y otros impresos. Las compañías (Adobe, Apple, etcétera) mantienen los programas al día con? Fabricar o montar ordenadores mas potentes y perfectos. Sin embargo, todos estos adelantos sirven de bien poco ante la falta de la adecuada formación de quienes tienen acceso a ellos, que hoy dia somos potencialmente todos en las sociedades occidentales. Ello explica la escasa calidad de muchos de los productos graficos salidos de algunos talleres y despachos privados. La tecnología nos viene dada, pero el conocimiento hay que adquirirlo, y ello supone un esfuerzo y la dedicación de tiempo e interés al estudio de los hechos gráficos, de la tipografía, del diseño, etcétera.

El ciclo de adelantos técnicos propiciados por la aparición del ordenador en el campo de la edición y de las artes gráficas se cierra, de momento, con la técnica conocida como computer to film (del ordenador a la película), que supone el envío de las páginas de un pliego, ya casadas convenientemente, a la superficie de una película (fotolito), donde quedan impresionadas. Esta función, sin embargo, ha sido ya ampliamente superada mediante la técnica conocida como computer to plate (del ordenador a la plancha, también abreviado en CtP) de tal manera que desaparecen los fotolitos, ya que las páginas pasan directamente a la plancha desde el ordenador. El próximo paso, previsto, presupone el tránsito de las páginas del ordenador a la máquina de imprimir..

Por otro lado, se practica ya un método de impresión, llamado impresión digital, mediante el cual se pasa la información del ordenador a un soporte, normalmente papel, sin necesidad de formas impresoras intermedias. El número de ejemplares producido por este medio es normalmente bajo, pero también los costes fijos lo son, lo que permite ediciones personalizadas en un número de ejemplares muy pequeño (microtirajes y minitirajes). Basándose en la tecnología digital, un equipo especial permitirá al librero imprimir el libro que el cliente le presente, aunque solo desee un ejemplar. Esta nueva práctica ha sido bautizada en los Estados Unidos como print on demand (imprensión por demanda), y en España, como libros instantáneos. El nuevo sistema permite reproducir ejemplares únicos o bien, en las bibliotecas, reponer los libros más empleados. Existen ya en el mundo en torno a doce mil imprentas para impresión digital en blanco y negro y unas dos mil para impresión en colores.

El audiolibro

A principios de los años setenta surge en el Reino Unido un nuevo sistema para la presentación de un texto: el llamado audiolibro. No se trata de una nueva forma de libro, sino más bien de una nueva forma de presentar el contenido de cierto tipo de obras: una audiocasete con el texto de una o más obras en forma audible, con una duración de 90 minutos. El texto está almacenado en forma de lectura realizada por un artista o por el propio autor de la obra. Como se ve, no es un sistema universal, no reproduce ilustraciones ni obras técnicas o científicas, pues no tendría mucho sentido «pronunciar» fórmulas matemáticas o químicas. Parece solo adecuado para la audición de obras narrativas o poéticas de extensión relativamente pequeña. En el mundo anglosajón y francés ha tenido este sistema más éxito que en el hispánico. Concretamente en España, no parece que esta forma de presentación de un texto haya tenido de momento, un éxito destacable. Sus limitaciones son evidentes, razón por la cual tal vez solo se trate de un experimento llamado a desaparecer.

El libro electrónico

Un libro electrónico es un texto informatizado en un soporte informático para ser solo leído o bien leído y oído en una pantalla. Dado que aquí sí cambia el soporte y la forma de poner de manifiesto, a los ojos del lector, el contenido, y que este no queda técnicamente limitado a ningún tipo específico de material (como sucede, por ejemplo, con el audiolibro), tal vez nos hallemos ante lo que se puede considerar la quinta forma de libro de la historia.

Puede adoptar la forma de CD-ROM (compact disk-read only memory ‘disco compacto solo de lectura’) y CD-I (compact disk interactive ‘disco compacto interactivo’). Actualmente adopta también la forma de un aparato cuya figura lo hace lo más parecido posible a un libro tradicional (incluso con cubiertas de cuero, por ejemplo), y está dotado de una pantalla en la que aparece una página de uno de los libros que el sistema puede almacenar. La capacidad de almacenamiento de uno de estos lectores de obras es variable; por ejemplo, el Rocket Book, de la compañía Nuvo Media, puede albergar 4000 páginas (equivalentes a diez novelas), pero utilizando módulos adicionales puede alcanzar las, 360 000 páginas. Así pues, puede contener varios libros, cualquiera que sea su tema. El aparato pesa menos de medio kilogramo y su tamaño es parecido al de un libro normal. Para enriquecer el contenido con nuevos títulos es necesario enchufar el aparato a la red y descargarlos medio de la Internet. Los libros electrónicos permiten manejar los documentos registrados, realizar búsquedas, resaltar textos, etcétera, Actualmente se dispone también del Soft Book, de la Soft Book Press (tiene el tamaño de un cuaderno), y del lector electrónico de la Everybook de Pensilvania, cuyo prototipo está formado por dos pantallas que le dan aspecto de libro tradicional.

Los primeros modelos aparecidos en España (por ejemplo, el Data Discman de Sony) no tenían forma de libro, sino más bien de calculadora electrónica o algo parecido. Su capacidad de almacenamiento, no obstante, era asombrosa: el equivalente a 100 000 páginas. La editorial Biblograf (hoy Spes), por ejemplo, había presentado en forma de libro electrónico los siguientes diccionarios: Diccionario manual de sinónimos. Y antónimos, Diccionario actual de la lengua española y Diccionario manual inglés,español, español,inglés. Otras editoriales, como Planeta, han aprovechado también las posibilidades del nuevo sistema. Sin embargo, en este formato el libro electrónico no ha tenido gran aceptación.

El futuro del libro electrónico aún no se vislumbra con nitidez, pero parece claro que puede ser brillante. Por ejemplo, su cometido en el mundo de la didáctica puede ser muy prometedor, al permitir a los niños no solo visualizar imágenes y simulaciones, sino también actual interactivamente en forma de preguntas y respuestas.

El libro electrónico es compañero del libro tradicional en la Feria del Fráncfort, la más importante del mundo, desde 1982. Recibida al principio con grandes precauciones por parte de los editores, en la actualidad, la edición electrónica goza de prestigio en los medios donde este tipo de edición puede dar mayor rendimiento, como es el campo de la edición didáctica y el de las enciclopedias y demás obras de consulta, en uno o más volúmenes. Por ejemplo, en 1986, la editorial Grolier presentó, en la Feria del Libro de Frácfort, una enciclopedia en CD-Rom que equivalía a veinte volúmenes (y solo ocupaba la quinta parte de la capacidad del disco). En 1997 se presentó por primera vez en España la edición española, en soporte CD-ROM, de la Enciclopedia Encarta, denominada Encarta 97. Se trata de la obra multimedia que mayor éxito ha alcanzado hasta ahora entre las de su género. La versión española refleja la edición internacional (editada en inglés desde 1993), pero enriquecida con aportaciones de la cultura española e hispánica. El contenido de Encarta 97 equivale a 29 volúmenes que ocuparían 1,20 metros de estantería. También en 1997 apareció la Enciclopedia universal multimedia de Micronet, en un volumen. En 1998, Editorial Planeta, de Barcelona, publicó en ocho discos compactos su Enciclopedia Planeta multimedia, cuyo contenido corresponde al de una enciclopedia tradicional (texto, ilustraciones, mapas …) apoyado por animaciones, vídeos, interactividades, fragmentos sonoros, etcétera. En abril de 1999 se anuncia que la editorial italiana Giunti, con el apoyo de la Unión Europea, proyecta iniciar la edición de 12 cederrones con los códices de Leonardo da Vinci, y la compañía californiana Octavo prosigue la edición de obras maestras de varios escritores en el mismo tipo de soporte.

En 1994, la Feria del Libro de Fráncfort dedicó a la edición electrónica 9000 metros cuadrados, casi el doble de la superficie dedicada en 1993, que fue de 5000 metros cuadrados. Los editores interesados en este año en la edición electrónica suman ya la respetable cifra de 422. En España se le presta atención a la edición electrónica por primera vez en la Feria del Libro de Madrid de 1995, entre el 26 de mayo y el 11 de junio, y del 27 de octubre al 5 de noviembre del mismo año se celebra en Madrid el primer salón monográfico del libro electrónico. Aquí se pone de manifiesto la voluntad de los libreros de que los productos multimedios sean vendidos a través de las redes comerciales del libro tradicional.

En enero de 1994 se celebra por primera vez, en Cannes (Francia), Milia’94, salón del libro electrónico que tiene por objetivo poner en contacto a los creadores con los fabricantes y estudiar las posibilidades de las nuevas tecnologías en el campo de la edición. La necesidad de este salón anual se justifica por la lentitud en el desarrollo de la edición frente a la velocidad de las nuevas tecnologías, especialmente en lo relacionado con los multimedios.

Podría el lector preguntarse si la edición electrónica, cualquiera que sea su soporte (CD-ROm, aparato en forma de libro), sustituirá algún día al libro en soporte papel. A este respecto son clarificadoras unas palabras de Peter Weidhaas, director de la Feria del Libro de Fráncfort en 1993: «La edición electrónica no es el final de la galaxia de Gutenberg, sino que forma parte de ella». Por lo demás, la expansión de la edición electrónica cuenta con algunos inconvenientes naturales que frenan momentáneamente su desarrollo: dado que necesita que el usuario de sus productos disponga de un ordenador (salvo en el caso de los CD-I, que solo necesitan un lector que se acopla a un televisor), mientras este no esté extendido a toda la población no será una realidad la utilización de los productos electrónicos por todos los usuarios potenciales. Pero, aun en el caso de que todos pudieran estar conectados con la Internet y beneficiarse de los servicios que esta red les proporciona, el libro en soporte papel seguirá teniendo durante mucho tiempo un lugar en los hogares, en las oficinas, en los centros de negocios, en las bibliotecas privadas y públicas, etcétera. No será tan fácil apartar a Gutenberg de las autopistas de la información… Por lo demás, el tiempo irá repartiendo funciones según la naturaleza de cada soporte. Es de esperar, en efecto, que el CD-ROM, el CD-I y otros soportes de la edición electrónica se especialicen en determinados contenidos, de forma que los no adecuados para ninguno de ellos, y aun aquellos a los que no preste atención la edición electrónica, seguirán siendo objeto de la edición en papel. En cuanto a los contenidos, ya no se limitan exclusivamente a la música o a las obras de consulta; a ellas se han sumado enciclopedias de historia, de arte, de materias de estudio, etcétera.

El futuro del libro

Siempre que surge un nuevo medio de comunicación se vaticina la desaparición de los que le han precedido. Sucedió así a principios del siglo xx cuando se inventó el cine, que sin duda iba a perjudicar al libro; después, la radio también parecía destinada a terminar con la lectura; posteriormente, la televisión tenía que acabar con la radio y el libro; la introducción de la televisión en color desplazaría al cine, la radio, el libro y el periódico. Afortunadamente, tales vaticinios no solo no se han cumplido, sino que todos los medios, en lugar de excluirse mutuamente, muchas veces se complementan. Hay, pues, un espacio y un tiempo para cada uno de ellos.

La informática, sin embargo, marca un punto de inflexión muy importante en la historia del libro y de la imprenta. El libro electrónico ya existe, como se ha visto, y cada día cobra mayor importancia y ocupa un espacio más amplio en el mundo del libro en general. A ello hay que añadir la aparición de la red de redes, la Internet, pozo sin fondo donde se almacenan trabajos de todo tipo, datos de todas clases, información

acerca de un tema de cualquier procedencia y en variadas cantidades y calidades, siempre a disposición de los usuarios de un ordenador personal con conexión a Internet. Y aunque Internet no es un libro ni pueda considerarse tal, sí puede contener infinidad de ellos, no como una biblioteca, sino como un fondo normalmente abierto, siempre dispuesto a ser visitado, leído y, a veces, copiado.

Todo ello, ¿acabará con el libro en soporte papel? La respuesta a este interrogante nos dice que el libro, en su forma actual, en papel, todavía tiene larga vida por delante, aunque solo fuera en lo que se refiere a los destinados solo a la lectura. La pantalla es más apropiada para los libros de consulta, con sus enormes ventajas hipertextuales.

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