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Incompatibilidad final dela ciencia con la teología

diciembre 4, 2002

Así vamos llegando a completar, al fin, la apreciación directa del espíritu filosófico con una última explicación que, aun siendo sobre todo negativa, resulta realmente indispensable hoy para acabar de cáracterizar suficientemente la naturaleza y las condiciones de la gran renovación mental actualmente necesaria a lo más selecto de la Humanidad, manifestando directamente la Incompatibilidad final de las concepciones positivas con todas las opinionesnes teológicas, cualesquiera que sean, lo mismo monoteístas que politeístas o fetichistas. Las diversas consideraciones indicadas en este Discurso han demostrado ya implícitamente la imposibilidad de ninguna conciliación duradera entre las dos filosofías, ni en cuanto al método ni en cuanto a la doctrina; de suerte que puede quedar aquí fácilmente disipada toda incertidumbre a este respecto. Es verdad que la ciencia y la teología no están en principio en oposición abierta, puesto que no se proponen las mismas cuestiones; esto es lo que ha permitido, durante mucho tiempo, el desarrollo parcial del espíritu positivo a pesar del ascendiente general del espíritu teológico, y hasta en muchos aspectos bajo su previa tutela. Pero cuando el positivismo racional, lumitado, al comienzo a humilde investigaciones matemáticas, de las que la teología había desdeñado ocuparse especiálmente, comenzó a extenderse al estudio directo de Ia Naturaleza, principalmente en las teorías astronómicas,la colisión resultó inevitable, aunque latente en virtud del contraste fundamental, a la vez científico y lógico, que se fue desarrollando progresivamente desde entonces entre dos órdenes de ideas. Los motivos lógicos por los de los cuales la ciencia prescinde radicalmente de los misteriosos problemas de los que la teología se ocupa esencialmente son como para desacreditar,tarde o temprano, en todos los buenos entendimientos, unas especulaciones que sólo se desechan por ser, de toda necesidad, inaccésibles a la razón humana. Por otra parte, la prudente reserva con que el espíritu positivo procede gradualmente ante temas muy fáciles debe hacer indirectmente ver la insensata temeridad del espíritu teológico ante las más difíciles cuestiones. No obstante, es sobre todo en las doctrinas mismas donde la incompatibilidad de ambas filisofías debe resultar patente a la mayor parte de las inteligencias, a las que, generalmente, impresionan muy poco las simples desidencias de método aunque sean en el fondo las más graves, como fuente necesaria que son de todas las demás. Ahora bien: en este nuevo aspecto no se puede menos de observar la oposición radical de los dos órdenes de concepciones, en los que los mismos fenómenos son atribuidos ya a voluntades directrices, ya a leyes invariables. La irregular movilidad, naturalmente inherente a toda idea de voluntad no puede en modo alguno avenirse con la constancia de las relaciones reales. Por eso, a medida que se han ido quedando cada vez más restringido, estando siempre especialmente consagrado a los fenómenos cuyas leyes permanecían ignoradas. Incompatilibidad tal se hace directamente evidente cuando se opone la previsión racional, que constituye el principal carácter de la verdadera ciencia, a la adivinación por revelación especial, que, según la teología, es la que ofrece el único medio legítimo de conocer el porvenir. Verdad es que el espíritu positivo, llegado a su completa madurez, tiende también a subordinar la voluntad misma a verdaderas leyes, cuya existencia es, en realidad, tácitamente supuesta por la razón vulgar, puesto que los esfuerzos prácticos por modificar y prever las voluntades humanas no podrían tener sin esto ninguna base razonable. Pero noción tal no conduce en modo alguno a conciliar las dos maneras opuestas, según las cuales la ciencia y la teología conciben necesariamente, la dirección afectiva de los diversos fenómenos, pues semejante previsión y la conducta que de ella resulta exige evidentemente un profundo conocimiento real del ser en cuyo seno se producen las voluntades. Ahora bien: este fundamento previo no podría provenir sino de un ser por lo menos igual, juzgando así por similitud; no puede concebirse proveniente de un inferior, y la contradicción aumenta con la desigualdad de la Naturaleza. Por eso la teología ha rechazado siempre la pretención de penetrar de ninguna manera en los designios providenciales, así como sería absurdo suponer a los últimos animales la facultad de prever las voluntades del hombre o de los otros animales superiores. No obstante, a esta absurda hipótesis llegaríamos necesariamente queriendo conciliar el espíritu teológico con el espíritu positivo.

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