Relato Corto Blog de Ficción

Conflicto

C

Las personas que me conocen usan el nombre de Damián, respondo por costumbre, en realidad no me siento identificado por ese sonido, o ningún otro por así decirlo, intento no pasar mucho tiempo cerca de extraños, verlos solo cuando es necesario, temo que descubran mi secreto. Debí imaginarlo muchos años atrás, le echaré la culpa a la juventud, muy pronto llegará el día en el que vea al mundo como los que me rodean, por ahora seguiré actuando como si nadie lo supiera.

Salí temprano de casa, me gusta llamar casa al lugar en el que pasó la noche, nunca es el mismo, darle ese nombre me ayuda a dormir, siempre estuve solo en el mundo, noté que mi condición era especial. Ayer pasé la noche en la bodega, otros llegaron a buscar refugio, las calles son mi verdadero hogar, a veces me pregunto por qué los mayores decidieron ponerme ese nombre.

Damián aprendió que los niños viven con sus padres, ellos no estaban cerca para cuidarlo, aparecí para protegerlo, un niño solo necesitaba compañía, mi trabajo jamás terminará. En ocasiones escucho un voz en mi cabeza, prefiero ignorarla, ella tiene ideas extrañas, en ocasiones incluso pierdo el control.

Hoy es un día importante para Damián, él debe cumplir ciertos trabajos que están lejos su entendimiento, tengo planes para el pequeño, nuestra vida tiene mucho por delante. Su voz es sutil, la última vez que perdí el control conseguí dinero para comer, todavía no estoy seguro de lo que pasó, siento que sigo siendo yo, fue tan fácil robar.

Este día su voz fue casi inexistente, caminé con tranquilidad, mi estómago empezó a rugir, los hombres de la frutería corrieron detrás de mí, por suerte logré escapar. No recuerdo la razón para dejar caer la manzana, sentí que había algo que debía encontrar, subí por las escaleras metálicas, escale el edificio hasta llegar a un ventana.

El hombre estaba acostado en el sofá, era gordo, sin importancia, me deslice con facilidad, la habitación era común, había una botella sobre la mesa, el gordo parecía dormido. Me acerqué despacio, muy despacio, mis pasos casi no hacían ruido sobre la madera, sentí el olor a alcohol en su aliento, el gordo respiraba con dificultad.

Tomé la botella, la golpeé con fuerza contra la mesa, el sonido hizo reaccionar al gordo, el pedazo que quedó en mi mano era un arma perfecta, sin motivos o razón clavé el vidrio en su cuello. El gordo se despertó, empujé con fuerza la botella, su sangre brotó como el agua de una vertiente, intentó gritar, tomó mis manos, me aseguré de presionar un poco más.

—Quién —dijo, sangre salió por su boca, tosió, sus grandes manos perdieron fuerza, me dejó libre, solté la botella, me quedé observando la vida del gordo desvanecer, se veía en paz. Sentí la urgencia de huir, una parte que mí quería quedarse, observar los que sucedía cuando la vida escapaba, salí por la ventana, me escondí para esperar un poco.

Enseguida entraron dos hombres, estos vestían elegante, parecían de esos sujetos que andan haciendo robos grandes, caminaron en la habitación, empezaron a correr de un algo a otro. Uno de ellos hablaba por su teléfono, bajé por las gradas de metal, giré en la esquina del edificio, algo me dijo que mi tiempo de curiosidad había terminado.

La manzana esperaba, estaba ansioso por comer, mi estómago seguía gruñendo, noté a mano cubierta de sangre, tomé tierra del piso para limpiarla. El primer bocado fue justo lo que estaba buscando, seguí mi camino por la ciudad, tomando lo que necesitaba para sobrevivir, intentado no ser encontrado por algún alguacil.

La tarde fue especial, disparos y explosiones por todas partes, la ciudad parecía un campo de batalla, disfruté los sonidos desde lo alto de un edificio, era sorprendente lo mucho que me gustan ver las exposiciones. Llegó la noche, las cosas parecían tranquilizarse, el alboroto estaba a punto de terminar, volví a la bodega, al parecer hoy sería mi segundo día en la misma casa, los hombres hablaban entre ellos, al parecer el gran Togo estaba muerto.

Muchos de los muchachos tenían heridas, había sangre por todos lados, se escuchaban murmullos en los pasillos, una guerra había empezado.

About the author

Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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