Relato Corto Blog de Ficción

Capítulo 5

C

Soñaba en una emergencia, no estaba seguro en la situación, el sonido de la alarma alertaba a todos, llegaba en cortas secuencias, solo quería encontrar su fuente y destruirla. El sonido de la alarma nunca fue de ayuda para estar listo, abrí los ojos, regresé a la realidad, extendí mi brazo para detener el estruendo, el dolor llegó como un relámpago.

Empezó como una punzada en el hombro derecho, me obligó a detenerme, el sonido de la alarma perdió importancia, regresé el brazo con cuidado, lo coloqué sobre mi pecho. Al girar el rostro pude ver el golpe, con la mano izquierda moví la camiseta, el color de mi hombro era alarmante, la caída debido ser más fuerte de lo que esperaba.

Este sería mi primer día como miembro oficial de la jefatura, me levanté con dificultad, apague la alarma, debía ignorar el dolor, seguir. Por mi mente paso la descabellada idea, debía dejar de jugar, era difícil mantener mi posición, un tiempo corto lograría que pierda el esfuerzo de años, que sería de mí sin todo lo que conseguí.

Debía dejar de soñar despierto, le daba demasiada importancia a todo mis bienes virtuales, caminé hasta el baño, me empece a desvestir para ver si tenía otras lesiones, era normal despertar con golpes, la adrenalina te atrapaba. Siempre disfruté ver mi reflejo en el espejo, como de costumbre hice una flexión con los brazos, el dolor regresó con más fuerza.

Caminé hacia la ducha, abrí el grifo, empezó a caer agua helada, tardaría un poco hasta que se caliente, regresé al espejo, tenía los golpes de costumbre, en mis piernas y brazos. El hombro era diferente, parecía que perdí la capacidad de mover el brazo, por mas que intentaba el dolor lo impedía, se veía como una lesión severa, regresé a la ducha.

El chorro de agua sobre mi cabeza alejó todo, incluso el dolor del hombro, intenté frotar mi cuerpo, el brazo derecho no estaba dispuesto, noté lo difícil que es usar solo el izquierdo. Me tomó más de lo normal, bañarse se convirtió en un trabajo, cada movimiento hacía que la magnitud de dolor aumente, no pude disfrutar el baño como acostumbro.

Al salir sentí el agua sobre mi cuerpo congelarse, tomé una toalla, traté secarme con prisa, con un solo brazo todo era complicado, finalmente salí del cuarto de baño, dos toallas me cubrían. En mi habitación empecé a buscar ropa para la ocasión, tenía entendido que el trabajo de un oficial debía ser discreto, nosotros no usábamos uniforme como la tropa.

Alcancé unos pantalones azules, una camiseta blanca con un sello descolorido, mi correa de cuero, un par de botas, al otro lado de la habitación estaban los interiores, al pasar dejé caer la ropa sobre la cama. Vestirse probó ser un reto, la dificultad incrementada por el dolor, tuve que esforzarme para no lastimar mi hombro, una vez que me sentí listo, busqué la pistolera de hombro, la coloqué sobre la camiseta.

Mis armas esperaban en la mesa junto a la cama, las tomé, estás entraban a la perfección en las fundas a los costados de mi torso, guardé la una con facilidad. Temí guardar el arma con la mano derecha, no sabía cuánto dolería estirar el brazo, llegar al estuche, apretar el seguro, lo hice, el arma logró entrar en la funda a mi costado izquierdo, el dolor fue insoportable, casi dejo caer el arma.

Terminé de guardar el arma con ayuda de mi mano izquierda, abrí las puertas del armario, tomé una chaqueta de cuero, alcancé a ver la hora en el reloj despertador, todavía tenía tiempo. Tomé mis artefactos personajes, la placa esperaba en la mesa junto a la cama, mi billetera, intenté colocar el reloj en la mano izquierda, terminé colocándolo en la derecha.

Al caminar hacia la salida de la casa levanté mi portafolio, tomé su correa y lo puse sobre mi hombro derecho, el dolor me ayudó a recordar, con dificultad pasé el portafolios al otro hombro. Salí de la casa, aseguré las puertas, caminé hasta el elevador, para activar el elevador debía presionar el botón, use la mano izquierda, casi no noto la diferencia.

No tenía mucho tiempo, debía empezar el trabajo en la patrulla, las puertas del elevador se abrieron, me tomó un instante recordar el botón que debía presionar, está sería la primera vez que saldría desde el estacionamiento. Al llegar al subsuelo las puertas se abrieron, entre los vehículos estacionados resaltaba la pintura negra de mi patrulla, caminé despacio, alcancé el control para desbloquear el sistema, sus luces rojas y azules se encendieron luego de presionar el botón.

Caminé hasta la puerta del pasajero, la abrí para tener acceso a los cables, el sistema me dio la bienvenida, no presté atención a las palabras metálicas, fue sencillo desconectar los cables. Tomé el computador portátil de la patrulla, lo coloqué en el piso, en el portafolios se encontraba mi computador, lo saqué, este se veía mucho mejor en la plataforma que sostenía al otro computador, conecté los cables, todo estaba listo para iniciar.

Salí de la patrulla, no podía esperar llegar al otro lado, estaba a punto de tener acceso directo a la red cerrada de policía, abrí la puerta, al entrar lo primero que hice fue encender mi computador. Números y letras aparecieron en la pantalla, estos se desplazaban demasiado rápido para ser leídos, pasaron unos segundos, finalmente apareció la pantalla de inicio.

Luego de ingresar la contraseña arrancó el sistema, abrí algunas ventanas para analizar los sistemas de la red cerrada de policía, está no era mi primera visita, era mucho más sencillo cuando se tiene acceso directo y abierto. Encontré los archivos del programa que debía cambiar, entre estos estaban los del sistema voz, actualicé algunos de sus códigos obsoletos con tecnología moderna, el sistema requería acceso a la red pública para futuras actualizaciones, debía hacer algunas modificaciones a la patrulla, salí y regresé a la puerta del copiloto.

Los archivos se estaban transfiriendo así que empecé a instalar un acceso a la red pública, este aparato debe conectarse al computador de la patrulla, busque un lugar para esconderlo, no debía estar al alcance de la vista. Tomé el cable que quedó suelto y lo corté, una vez que encontré los colores correctos, conecté con los cables de la antena de celular, esa era de la parte más difícil del trabajo, luego de empatar los cables traté de cubrir el corte con una cinta adhesiva negra.

Para cuando regresé a mi lado de la patrulla los archivos se habían terminado de transferir, cerré mi computador y empecé a desconectar los cables, guardé al computador en el portafolios, lo dejé en el piso del copiloto, al finalizar de conectar los cables encendí el computador de la patrulla. —Buenos días subteniente Benet —sonó con la misma bella voz femenina del juego.

Siempre me gustó manipular las opciones de los juegos, con la nueva voz del sistema podía trabajar, encendí el motor de la patrulla, salí del edificio, alcancé el botón de disponibilidad en el monitor del computador, no apareció una misión a la que pueda asistir, encendí el sistema de navegación. —A la jefatura —dije al aire en espera de una respuesta, sabía que está era una opción sencilla, el sistema tardó en responder, —el sistema de navegación está activado —dijo la bella voz.

El piloto automático marcó el rumbo, dejé a mi cuerpo descansar sobre el asiento de la patrulla, el dolor regresó, pero era casi imperceptible, puse mi mano izquierda sobre el hombro y cerré los ojos.

About the author

Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

1 comment

  • Hola,Sebastián.

    He pasado por tu blog y me he leído dos o tres de tus entradas. Antes que nada, gracias por haberme leído, pues siempre es grato saber que las fronteras se acotan cuando se publica en esta gran relidad virtual.
    Mi experiencia como lector me lleva a comentar tus escritos, pues encuentro algo que me atrae, pero que a su vez me repele. Hay ciertas faltas de ortografía, errores de dedo podría decirse, lo que no es grave: puede corregirse. Por el contrario encuentro al personaje vacío, falto de emociones y sentimientos. Un personaje autómata que se resigna a narrar sólo sus acciones más banales. Creo, y esto es personal, que los personajes deberían tener más humanidad, más complejos…
    Al leerte me pierdo, pienso que hay un uso abusivo de las comas y no un uso justo de los otros signos de puntuación.

    Saludos

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Acerca del autor

Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.