Relato Corto Blog de Ficción

Cazador

C

No ahora, no así, pensó Faust. ¿Entonces cuándo? Él caminaba tras su compañera de baile, ella traía un pequeño vestido color rojo, sus hombros desnudos brillaban. Faust se arregló el pantalón al notar lo obvio de su situación, hace un instante estaban entrelazados hasta conocer todos sus secretos, sin embargo, ella desistió con su súplica.

No así, no ahora.

El lugar estaba repleto, personas bailando y disfrutando del presente. Pero no Faust, él perdió la batalla contra la bestia, después de todo, es imposible domarla.

Hace pocos días, ellos se conocieron en una cafetería. Faust pedía el primer café de la mañana cuando la vio, claro que ella no usaba un pequeño vestido rojo, Carolina vestía un saco de lana que cubrirá su cuerpo, pese a eso era imposible ocultar sus curvas. Él la vio y supo que debía conocerla, simplemente escuchar su voz era premio suficiente.

Carolina tenía el día para ella, libre del rutinario trabajo, ella quería una bebida que endulce su vida. Algo con sabores difíciles de alcanzar, un experimento diferente. Ella miraba el menú de madera colgado sobre la cajera registradora, indecisa.

Por un instante Faust agrupó todo el valor que tenía guardado en su interior y se dispuso a dar el primer paso. “Me puedes hacer un favor,” dijo, tocando levemente el hombro de la chica esperando en la fila frente a él.

“Claro, dime,” dijo Carolina al mirar hacia atrás. ¿Cómo te puedo ayudar?”

“Resulta,” dijo Faust buscando en los bolsillos de su pantalón. “Sabes que no encuentro mi billetera.”

Carolina sonrió.

“Bueno,” dijo Faust, “la cosa es que voy a necesitar que me invites un café. Pero te lo voy a pagar.”

“Claro,” dijo Carolina, “es más si quieres alguna otra cosa.”

“No,” dijo Faust. “Con eso tengo para empezar un día de trabajo. Dime. ¿Tu trabajas hoy?”

“No, en realidad es mi día libre.”

“Estás despierta tan temprano,” dijo Faust, incrédulo.

“Hoy a sido un día muy extraño,” dijo Carolina.

“Te ves muy bien para tener uno de esos,” dijo Faust.

“No digas eso,” dijo Carolina. “Debo estar luciendo fatal.”

“Nada mal, para un viernes a las ocho de la mañana.”

“Si continúas así,” ella dijo con una sonrisa. “Vas a terminar buscando a otra persona para que te invite un café.”

Faust sonrió con dulzura, como siempre lo hace, iluminando la habitación, pero sin darse cuenta. Él tenía planeado conquistar a esta bella mujer, él sabía que bajo esas prendas abultadas existía un mundo de fantasías, al menos, así lo describe él. Faust era un eterno enamorado de la figura femenina, su pasión, la fotografía, y unirlas su debilidad. Sin embargo, Faust no era capaz de hacerlo, no como él quería.

Faust miraba al mundo de una forma diferente, él pensaba que el problema de todo era la vergüenza. Sus ideas asustaban a sus colegas, sobre todo cuando realizó esa deplorable presentación de retratos desnudos de sí mismo. El mundo no estaba preparado para el cambio que Faust exigía, y la única arma que tenía a su alcance era convertirse en un seductor para poder plasmar la natural belleza humana a través de la fotografía.

El problema era que Faust no quería esperar a que sus servicios fotográficos sean requeridos, él quería escoger a cualquier mujer y tenerla desnuda por arte de magia. Claro que el camino de un mago está muy lejos al del fotógrafo, ha pasado mucho tiempo desde su última foto con pasión, él se volvió obsesionado con la conquista. Carolina iba a ser su primera víctima.

Ellos sonreían al pedir el café, Faust estaba seguro que el camino era la amistad, para él el amor era un nivel más alto de amistad. Sin embargo, no sabía como hacer para transformar un saludo con una relación más profunda. La idea no era llegar a un desconocido y ofrecer una pregunta para él tenga la obligación racional de responder. Faust quería que las cosas se den solas.

Así que pidió el mismo café de todas las mañanas, pese a la insistencia de Carolina por intentar algo nuevo.

“No te aburre,” dijo Carolina. “No podría tomar el mismo café todos los días.”

“En realidad,” dijo Faust, “jamás había pensado en eso.”

Desde luego, Faust necesitaba el empuje que le daba el café para empezar el día. Era ridículo pensar que esta sensación deba estar atada a otro placer. Sin embargo, él probó de la bebida que Carolina ordenó, es sabor era realmente sorprendente, de todas formas, él prefería el café negro.

Carolina disfrutó el extraño encuentro con el hombre de la fila del café, pero eso era todo, los dos desconocían las sorpresas que puede preparar el futuro. Ella debía regresar a su casa para descansar, eso era lo único importante, la curiosa integración será algo para comentar a sus amigas.

Sin embargo, Faust tenía otros planes para todo el espectáculo que tuvo que crear. Él no estaba listo para dejarla ir, todavía no.

“De verdad, gracias,” dijo Faust. “No sabes cuánto me ayudas con esto. Pero, como te dije, tengo planeado pagarte este café.”

“No te preocupes,” dijo Carolina, “lo puedes considerar un regalo.”

“Las cosas no pueden quedar así,” dijo Faust. “Déjame invitarte algo. Tengo planeado ir a bailar. Si quieres, podemos salir a comer algo en la noche y luego, tal vez, a bailar.”

“La verdad es que no sé…”

“Hagamos una cosa,” dijo Faust. “De todas formas voy a pasar todo el día en el estudio. Ven y si tengo tiempo te puedo tomar unas fotos.”

“¿Eres fotógrafo?”

“Un arte que está muriendo,” dijo Faust. “Pero sabes que te sorprendería la cantidad de personas que confían en un buen ojo.”

Ella se quedó en silencio.

“Te encontré a ti.”

“Tengo que pensarlo,” dijo Carolina.

“Estaba bien,” dijo Faust, “ha sido un gusto conocerla, señorita del café.”

“Espera,” dijo Carolina. “No me has dicho dónde queda tu estudio.”

Faust sacó de su maletín una tarjeta de presentación, en ella estaba toda la información para que Carolina pueda encontrar el estudio fotográfico. “Por cierto, mi nombre es Faust,” él dijo, acercando la tarjeta a ella. “Te espero en la tarde.”

Carolina sonrió, tomando la tarjeta de la mano de Faust. “Mucho gusto,” ella dijo, “me llamo Carolina.”

Escucharla decir su nombre fue un regalo para él. En realidad jamás pensó llegar tan lejos, todo estaba planeado, desde luego, pero incluso de esa forma era casi imposible predecir el comportamientos de dos personas.

Ellos se despidieron como amigos y dejaron una incertidumbre. Ninguno sabía lo que podía pasar, ninguno estaba seguro de ser capaz de continuar con los planes del día, está iba a ser una larga mañana para los dos.

Sin embargo, ellos continuaron con sus planes, un día de descanso para Carolina, y una mañana de trabajo para Faust. Él siempre trabajaba en un lugar diferente, en ocasiones era necesario permanecer en el estudio por horas, pero hoy era diferente. Faust estaba listo para subir al parque a tomar fotos, él quería probar su nuevo lente telescópico.

Los dos caminaron al estacionamiento.

“Las fotos no tienen que ser ahora,” él dijo.

“¿A qué te refieres?” preguntó Carolina.

“Parece que me estás siguiendo,” dijo Faust con una sonrisa.

“Voy por lo carro,” dijo Carolina.

Faust se detuvo junto a su camioneta.

“¿Utilizas en cajón de tu camioneta?” preguntó Carolina.

“Te sorprendería. Ahora mismo la voy a llevar, allá,” dijo Faust pautando a la cima de la loma. “Voy a tomar fotos de aves.”

“¿Ese es tu trabajo?” preguntó Carolina con curiosidad.

“La vida de un fotógrafo es perseguir la belleza,” dijo Faust.

“Por eso me quieres llevar a tu estudio,” dijo Carolina con una sonrisa.

“Nada de eso,” dijo Faust. “Aunque tengo la idea de que el lente te amará.”

“¿Qué quieres decir con eso?” preguntó Carolina.

“Vamos,” dijo Faust, “acompáñame y te indico.”

Carolina se quedó en silencio. Una parte de ella quería creer que este hombre era diferente, pero sus experiencias le hacían dudar, aunque había algo inusual en Faust, algo que ella encontraba encantadora. “Qué diablos,” dijo Carolina.

Ella se llenó de coraje para tomar un riesgo, era imposible estar segura, sin embargo, solo iban a tomar fotos a unos minutos de la ciudad, no había nada malo en eso. Aún así, ella tenía que hacerlo.

“Tenemos un excelente sol,” dijo Faust, “pero debemos apresurarnos. Estarás de regreso antes de que lo notes.”

“Está bien,” dijo Carolina, mirándolo fijamente. “Quiero que me respondas una pregunta.”

“Lo que sea,” dijo Faust.

“¿Eres un psicópata que me quiere hacer daño?”

Faust se quedó en silencio. “No, cómo crees.”

“Es mejor estar segura,” dijo Carolina con una sonrisa, después caminó hacia la puerta del copiloto.

Los dos subieron a la camioneta y viajaron a través de la ciudad hasta llegar a su destino.

El viaje no fue largo, estaban cerca del lugar que Faust escogió para tomar fotos, él estaba listo para pasar todo el día en búsqueda de una toma especial, normalmente pasaban horas antes de que este satisfecho con su trabajo. Faust apreciaba demasiado su talento para ser capaz de comprar la foto de un novato que se encontró con la belleza con otra que tomó meses perseguir, para él un gran fotógrafo sabía cómo extraer una imagen con pasión.

Carolina notó, casi al instante, que se trataba de un profesional. Faust meticulosamente tomó sus herramientas de un baúl de metal en el cajón de su camioneta, al parecer él estaba listo en caso de que la imagen perfecta aparezca, porque tenía lentes, cámaras, luces y demás.

“¿Qué es todo lo que llevas ahí?” preguntó Carolina al verlo buscar en el baúl.

“Esto es un secreto que no debe salir de nosotros,” dijo Faust, poniendo su dedo índice sobre los labios. “Solo es mi equipo, pero es mejor ser precavido.”

Ella sonrió. “Realmente eres fotógrafo.”

“Acaso nunca ha conocido a un fotógrafo,” él dijo.

“En realidad,” ella dijo, “no estoy segura.”

“Estás a punto de llevarte una sorpresa,” él dijo, girando para caminar en dirección del bosque.

Faust no sabía lo que estaba buscando, en realidad, nunca lo hacía. Él quería encontrar una imagen para su colección, algo que lo haga sentir felicidad, y solo sabía lo que era cuando lo encontraba. De todas formas, Fausto caminó con seguridad como si algún lugar lo estuviera esperando para robarle al mundo un pedazo de belleza.

“¿A dónde es que me llevas?” preguntó Carolina, después de caminar en silencio por un instante.

“Estamos buscando a una señal,” él respondió, y giró para mirarla. “Es como la luz que, justo ahora golpea tu rostro.” Faust levantó la cámara que colgaba de su cuello y tomó una foto.

Carolina se detuvo.

“Mira,” él dijo.

Carolina se acercó a la pantalla para mirar, era imposible. “¿Cómo logras que me vea así?”

“Pero…” dijo Faust, “así es como te veo todo el tiempo. Déjame tomar otra.”

Carolina estaría lista, ella debía posar un poco para que el ángulo sea perfecto…

“Mira eso,” dijo Faust, apuntando con un dedo al cielo. Años de experiencia le enseñaron a dividir al tiempo en imágenes, solo así era capaz de saber precisamente cuando presionar el botón, y lo hizo.

Carolina escuchó a la cámara. “Tramposo…”

“Mira,” dijo Faust al acercarse a ella.

Carolina estaba sorprendida por su belleza.

“Sígueme,” dijo Faust. “Conozco el lugar perfecto.”

Carolina olvidó todos sus temores y dudas, ella solo quería seguir a este intrigante personaje. “Entonces, ¿me vas a tomar más fotos?”

“No sé porque,”dijo Faust. “pero creo que el dia de hoy voy a conseguir excelentes fotos.”

Ellos siguieron caminando, la fragancia de la verde naturaleza los atrapó lentamente. A los pocos minutos de emprender su caminata, el trinar de las aves parecía ser parte de la melodía de la brisa sobre los árboles, mientras el sol de la mañana empezaba a dar vida a todo lo que alcanzaba. Faust buscaba imágenes entre arbustos, miraba con atención a las aves pasar, él tenía que encontrar esa imagen que la montaña ofrecía.

Carolina caminaba cómoda con sus leggins negras, su saco de lana cubriendo su cadera. Ella perdió de vista al fotógrafo, para Carolina solo existía la belleza natural que la rodeaba, esto era justo lo que estaba buscando, tan cerca de su casa, pero inalcanzable.

Faust era el portador de las llaves, solo él podía caminar sin miedo por las praderas del mundo, llegar a los lugares que otros temen, y por supuesto, llevar visitas. Carolina estaba encantada de verlo trabajar, buscar imágenes con su lente, perseguir aves y capturarlas en su cámara.

“No te muevas,” dijo Faust, después empezó a tomar fotos de ella. Quizá era la luz del mañana o magia pero Carolina seguía encantada a ver su reflejo en la pantalla de la cámara.

“¿Así está bien?” ella preguntó.

“Perfecto,” él dijo. “Pero intenta poner tu cuerpo de esta forma.” Claro que Faust se veía gracioso al mostrar la pose, ya que esta requería la delicadeza femenina.

“Ja ja ja,” ella empezó a reír. “¿Qué estás haciendo?”

“Espera,” él dijo, “voy para allá y te indico.”

Lo que él pedía de ella era sencillo. Faust solo quería resaltar las curvas naturales de Carolina.

“Tienes que poner tu cuerpo de esta forma,” él explicó.

Carolina se quedó en silencio, poniendo atención.

“Eso es,” él dijo, luego dio un paso hacia atrás para verla. “¡Perfecto!” Después, Faust se alejó en búsqueda de un mejor ángulo. El lugar estaba rodeado de troncos, el piso cubierto de delgadas plantas verdes.

“¿Así está bien?” ella preguntó, cambiando de posición, concentrada en el sonido de la cámara.

“Muy bien,” dijo Faust, luego empezó a caminar.

Carolina sonrió al verlo acercarse, después de todo, ella quería ver sus fotos.

“Mira,” Faust dijo al levantar su cámara para que ella pueda ver la pantalla.

“Me encantan, pero…” Carolina se quedó en silencio por un instante. “Esta ropa que traigo no me favorece. Si hubiese sabido que tendría sesión fotográfica.”

“Sácate la ropa,” dijo Faust.

“Debes estar bromeando,” dijo Carolina.

“Hago esto todo el tiempo,” él dijo. “Es más, te voy a dar un descuento especial.”

“¿Quieres que me desnude?” ella dijo.

“Estamos en un lugar privado,” él dijo. “Además, ¿cuándo vas a tener la oportunidad de estar en este lugar con un fotógrafo profesional.”

Ella se detuvo. Tenía que tomar una decisión para continuar con esta grata experiencia, pero no conocía a este hombre, sin embargo, Carolina acumulo todo el valor que tiene y empezó a desnudarse.

Faust giró la cara al verla jalar el saco sobre su cabeza, sin embargo siguió viendo. Carolina intentó desnudarse con gracia hasta quedar en ropa interior.

“¿Estás segura?” pregunto Faust.

“¿De qué?” ella dijo.

“Vas a salir en una sesión fotográfica con esos interiores,” él dijo.

“¿Quieres que me saque todo?” dijo Carolina con cara de sorpresa.

“Como tu quieras,” dijo Faust, mirando a Carolina bajar su tanga al piso.

Faust tomó más fotos de las que pensó encontrar en el bosque, hasta encontrar lo que estaba buscando.

***** by Maksym Pazyuk on 500px.com

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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