Relato Corto Blog de Ficción

Hechicera

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Estás a punto de leer «Hechicera» de la serie Sibilare, es probable que lo encuentres inconcluso y lleno de misterios que se responden en el transcurso de la historia. Te recomiendo visitar mi Wattpad, allí encontrarás las entradas en orden, también puedes ir directamente a este capítulo aquí, o continuar leyendo bajo tu propia responsabilidad.


Aburrida del día a día, me encontré buscando novedades en una tienda de antigüedades, «Sibilare» traía escrito uno de los libros, lo tomé y se resbaló de mis manos, el sonido que hizo al caer me asustó. La página 82 quedó abierta, «Manipulación de Elementos», supe que era eso lo que buscaba, corrí a la caja, sentí urgencia por llegar a casa.

El viaje se hizo largo, leí algunos hechizos del libro, parecían sencillos, nada que no haya intentado, me llené de curiosidad por intentar alguno de ellos. Finalmente llegué a casa, dejé la cartera en la cocina, llevé el libro al cuarto de hechizos, allí estaba todo lo que podía necesitar.

El cuarto tenía una energía especial, me encantaba entrar en él, sobre todo con un nuevo libro para experimentar, las sustancias e ingredientes se encontraban organizadas, los aparadores arrimados a las paredes, el centro del cuarto vacío para empezar el conjuro. Coloqué al libro sobre el estante, busqué el hechizo que llamó mi atención, la explicación parecía sencilla,—este podría ser un nuevo intento fallido— debía limpiar mi mente de ideas negativas y empezar.

Tomé un trozo de carbón de nogal, hice un círculo en el piso, sentí que era mejor no cerrar el círculo, terminé dibujando un espiral y regresé al libro. Corrí a la esquina del cuarto, tomé el frasco con veneno de cobra, dejé caer unas gotas en el centro del dibujo, busqué cinco velas, estas debían estar a distancias similares alrededor del dibujo en el piso.

Tomé un cuchillo, sentí el metal en la palma de mi mano, hice un pequeño corte y dejé que mi sangre caiga en el piso; alcancé una bolsa de tabaco, coloqué un poco en la vasija de barro y lo encendí. Continué desconectando la electricidad del cuarto, encendí las velas, golpeé al gong, la vibración cambió la energía del cuarto, sentí que el ritual estaba por empezar.

Me acerqué a la jaula, tomé a uno de los roedores, con el cuchillo corté su cabeza, uní con cinco líneas de sangre a las velas, luego arrojé al roedor. Sentí la fuerza del viento brotar del suelo, mi falda se levantó de un tirón, la saqué de mi cuerpo, la arrojé contra una pared, no podía permitir interrupciones.

Tomé el libro, empecé a leer el hechizo, —igni tribuat potestatem tamquam pars mutare, extension brachium domini mei ad me sentiré sicut aer, patitur vires aequor pectore moveri, fac mecum est pars terræ —dije al pararme en medio del dibujo. Sentí a una energía extraña entrar en mí, —sabía que esta vez el hechizo funcionó—, me deje llevar y empecé a colapsar, pero esta fuerza sostenía mi cuerpo de pie.

Perdí el control, no podía respirar, no podía moverme, empecé a alejarme, mi energía era empujada fuera, mi cuerpo empezó a colapsar, salí por completo. Desde afuera podía ver a mi cuerpo luchar por respirar, perdió el equilibrio después de dar un par de pasos, traté sostenerlo antes de caer, fue inútil, se tropezó y golpeó un aparador.

Me quedé flotando, podía ver mi cuerpo en el suelo, una delgada línea me conectaba a él, miré a mi alrededor, podía ver todo, el pasado y el futuro. Entendí lo insignificante de existir, podía cortar esa pequeña unión, volar y alejarme, decidí regresar.

Abrí los ojos, volví a estar dentro de mí, la sensación de vacío al flotar desapareció, sentí la falta de oxígeno, inhalé con todas mis fuerzas, debía devolverle la vida a mi cuerpo. El golpe me dejó adolorida, mi cara, mi cuello, no sabía cuánto tiempo había pasado, traté de levantarme, el dolor era demasiado intenso.

Pasaron unos minutos hasta que logré ponerme de pie, me sentía débil, seguí buscando heridas, observé mis piernas, me sorprendió no encontrar el tatuaje, pensé seguir confundida por el golpe. Mi dragón había desaparecido, analicé la piel de mi pierna, era imposible que no esté, empecé a buscar de un lugar a otro, algo que no había previsto estaba sucediendo.

Lo ví, no podía ser, el dragón era pequeño, volaba sin alas, parecía estar buscando una salida, me acerqué, sus ojos estaban llenos de fuego, se lanzó a atacar. No estaba lista para defenderme, levanté una mano, con la otra cubrí mi rostro, el ataque no llegó, giré para observar al dragón, estaba atrapado dentro de una burbuja.

Bajé la mano, sentí que fue mi señal la que la hizo caer, el dragón seguía atrapado en la burbuja de agua al golpear el piso, la burbuja explotó, el agua pasó por mis pies, el dragón se elevó y volvió a atacar. Pensé en detenerlo, levanté la mano, una luz blanca me obligó a cerrar los ojos, tardé algunos segundos en recuperar la vista, el pequeño dragón estaba en el piso.

Su piel era pura Energía, parecía estar hecho de luz, estiré mis brazos para tocarlo, una extraña fuerza brotó de mí, el dragón abrió los ojos, sentí que lo tenía entre los dedos, pero el dragón estaba lejos. Me alejé, la Energía que brotaba de mi lo levantó, él flotaba, lo acerqué a mí, la Energía se sentía como extensiones de mi cuerpo.

El dragón parecía débil, algo me dijo que estaba por morir, quise darle vida, la luz que brotaba de mis manos brilló con fuerza, lo ví reanimarse, bajé mis brazos con cuidado. El animal se acercó, empezó a volar alrededor de mi cuerpo, el dragón parecía disfrutar mi Energía, pasaba entre mis piernas y luego rodeaba mis manos.

Supe que no debía temer al animal, estiré mi mano derecha frente a mí, pensé en el elemento fuego y una llama brotó sobre mi palma, creé una esfera, sentí que podía hacerla más brillante, esta empezó a iluminar el interior del cuarto. El dragón voló alrededores de mi brazo, pasó sobre mi mano con su boca abierta, el fuego entró en él y desapareció, el dragón devoró el fuego.

About the author

Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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