Finalmente, luego de tantos desafortunados encuentros con la vida, decidí volver a empezar. Esta vez sería diferente, todo perfecto para no tropezar en la misma piedra, me estaba cansando de cometer los mismos errores. Me di cuenta que hacer lo mismo no daría resultados diferentes.
Intenté caminar sobre la cuerda floja, mantener el equilibrio para no volver a caer en la trampa, sin embargo, me sorprendí al notar que este era el primer camino que disfruto. Más aún, empezaron a suceder cosas que no esperaba, con decir que ahora están en armonía trinando las aves en mi ventana.
El pasar del tiempo me hizo ver lo insensato de todos los caminos que solía escoger. Y con eso pude ver nuevas, minúsculas, metas que aparentan estar dirigidas a ningún lugar. Disfrutando el trinar, me dispuse a alcanzar a todas, sin embargo, noté que estás desaparecen entre los dedos cuando estás a punto de tomarlas, y en su lugar aparecen nuevas.
Cuando todo empezó era sencillo, recuerdo que de niño era suficiente intentar alcanzar estar diminutas metas, obtener los mejores resultados de una prueba sin importancia, desde ese entonces me di cuenta que las metas desaparecen para dar camino a las siguientes. En la juventud fue incluso más sencillo, recuerdo que salir con una diferente chica cada día era suficiente. Y así, continuamos creciendo hacia una imagen futurística de uno mismo.
Sigo encantado por la mezcla de sensaciones que uno puede alcanzar, simplemente hay que caminar conscientes de desconocer la meta. Con eso uno puede seguir creciendo en paz y tranquilidad. Con eso todo se vuelve hermoso y la velocidad del tiempo disminuye, uno se vuelve capaz de apreciar la bulla del motores de un vehículo en la autopista.
Sin embargo, pensé a siempre tenerla en mis manos, no creía que sería capaz de encontrar la cura. Esta está al alcance de todos, únicamente hay que regresar a nuestra esencia.
