Relato Corto Blog de Ficción

Néctar Peligroso

N

En la oscuridad de la noche, escondido bajo las tinieblas, Valko esperaba a su presa. Habían pasado algunas semanas desde la última vez que se alimentó de ellos, los habitantes de la ciudad desaparecieron. Él no sabía lo que aconteció de estas fascinantes criaturas, los seres que endulzan su sangre con bebidas. De repente, y sin previo aviso, todos empezaron a ocultarse, dejándolo confundido.

Los vampiros permanecían dispersos, buscando un respuesta, mientras Valko creía estar seguro de lo que sucedía. Una peste amenazaba la sangre de sus presas, otro ente que llegó para arrebatarles el territorio. Al igual que los seres de la noche, el nuevo participante atraviesa el aire en búsqueda de comida. Solo que, este no sabe consumir únicamente lo necesario, y destruye a sus presas hasta sucumbir con ellas.

Valko planeaba su noche, acechando desde la azotea de un edificio, en búsqueda de algún intrépido que decida salir a caminar en la oscuridad. Era inútil.

Al igual que los demás, Valko encontró todas las puertas cerradas, pero ya había pasado demasiado tiempo. Su deseo por alcanzar lo que tanto soñaba seguía aumentando; la abstinencia empezaba a rugir en su estómago. Así que, una decisión debía ser tomada.

Esto es intolerable, pensó Valko. Malditos humanos, acaso no piensan salir.

Él insistía en que todo estaría bien el día de mañana, pero nada era así. Día tras día, su espera se volvía insoportable.

Así que, decidió ir en búsqueda de la raíz del problema. Claro que él, al igual que los demás seres de la noche, sintieron el cambio. El ambiente se tornó diferente, todo empezó hace algunos meses. Ninguno de ellos le dio importancia, pero esa era la raíz del problema.

Valko saltó sin temor por lo que sucedería. Se dejó caer por el abismo, sintiendo la suave caricia del aire mientras su velocidad seguía aumentando. Su frío corazón se hubiese acelerado si no fuese más que el fruto de su transformación. Valko no le temía a la muerte, en realidad no era capaz de comprender el concepto de morir.

Una nube de humo lo cubrió de forma instantánea y su cuerpo tomó la forma de otro animal. Era difícil de imaginar al atuendo de cuero oscuro transformarse en las plumas de un halcón, la gabardina negra pareció convertirse en alas, extendiéndose a sus costados, cambiando el curso de su vuelo.

Valko se mantuvo volando, planeando sobre el asfalto de esta gran ciudad, encontrando las calles vacías. Era hora de intervenir.

El problema debía ser de gran preocupación para el cónsul. Ellos también debían encontrarse necesitados del néctar que los alimentaba, incapaces de encontrar la razón para esta encrucijada.

Valko voló a través de la ventana de una gran cúpula de cristal, cayendo directamente hacia abajo, rodeado por la misma nube oscura al caer, aterrizando con su forma humana en medio del cuarto. Siete tronos de piedra rodeaban el piso de mármol, Valko se quedó de pie en medio del diseño de una estrella de mármol, cada punta dirigía a un trono.

Uno de los guardianes se lanzó hacia Valko, tomándolo del cuello con una mano, levantando del piso.

«¿Qué está sucediendo?» preguntó Vladimir, uno de los miembros de cónsul al levantarse de su trono de piedra.

Casi sin poder hablar. «Sé lo que está sucediendo con los humanos,» dijo Valko, luchando con sus dos manos para abrir la empuñadura que lo sostenía del cuello.

«Déjalo ir,» dijo Faust al levantarse. «Veamos que tiene que decir el muchacho.»

Valko cayó al piso y el guardián retrocedió lentamente para ocultarse en las sombras.

«¿Qué estás esperando?» preguntó Misha, claramente molesta por la repentina intervención.

Valko tosió un par de veces antes de recuperar el aliento. «Mis señores, mi único deseo es encontrar una solución para este problema,» él dijo al levantarse.

«No es la primera vez que los humanos se esconden en sus casa,» dijo Vanya.

«Esperamos como siempre lo hemos hecho,» dijo Frederick.

«Mi señores,» insistió Valko, «está vez es diferente.»

«Dejen que hable al muchacho,» dijo Faust, tomando asiento para que los demás lo sigan. «Quiero saber lo que vino a decir»

Valko giró para enfrentar a Faust, esta era la primera vez que lo hacía. «Señor,» él dijo con una beña, «los humanos se están matando a sí mismos.»

«Imposible,» dijo Vanya.

Faust levantó su mano izquierda y el cuarto quedó en silencio.

«Todo empezó con la instalación de su nueva tecnología,» dijo Valko.

«¿De qué hablas?» exigió Faust.

«Estoy estudiando el nacimiento de este problema. Cada vez que los humanos se esconden en los últimos ciento cincuenta años se debe a sus avances tecnológico. Hace cien años empezaron a transmitir ondas de radio por todo el mundo, y los humanos entraron en una especie de hibernación para sobrevivir los efectos tóxicos.

«Deben recordar que hace cincuenta años se introdujeron radares alrededor del planeta, dando como consecuencia la gripe de Hong-Kong. La cual fue fruto del envenenamiento por las ondas electromagnéticas.

«Ahora los humanos están lanzando algo que llaman 5Gy, un sistema con decenas de miles de satélites emitiendo radiación. Estos se conectan directamente con sus dispositivos móviles.

«Después de todo, la primera ciudad del mundo cubierta por 5G es Wuhan.»

Faust se quedó en silencio, mientras los demás miembros del cónsul se miraban entre sí.

Valko no sabía que estaba a punto de suceder. Ellos podían pensar que todo era una mentira.

«¿Qué sugieres que hagamos?» preguntó Faust.

«No podemos interferir en la vida de los humanos,» dijo Frederick.

Faust se levantó. «Dejen hablar al muchacho.»

Valko hizo una pausa. «Pues… destruir las fuentes de radiación tóxica.»

«Imposible,» dijo Frederick. «Intervenir en sus asuntos despertará la furia de los dioses.»

«Frederick tiene razón,» dijo Faust. «Debemos dejar que ellos aprendan solos.»

«No lo van a hacer,» dijo Valko. «Ellos están convencidos con las mentiras de sus líderes. Creen que esas antenas no emiten radiación. Creen que el virus fue creado como parte de un error de la naturaleza. Son incapaces de ver al virus como mutaciones debido a la radiación. Sus propios cuerpos los están enfermando.

«Todo esto puede ser encontrado en ‘El arco iris invisible’ de Arthur Firstenberg, pero la insaciable avaricia de sus líderes oculta la verdad.»

«Ellos deben aprender solos o perecer,» dijo Faust. «Hemos visto el surgir y sucumbir de especies como el humano. Es posible que el pasado se vuelva a repetir, ellos deben crecer solos.»

«No podemos dejar que se maten,» dijo Valko, recordando el dulce néctar que solo los humanos tienen.

«Si alguien se interpone será castigado,» dijo Faust. «Sáquenlo de mi vista.»

Valko fue tomado por los brazos antes de que pueda ver a los guardianes acercarse, las grandes puerta del consulado se abrieron, y él fue arrojado hacia un corredor de mármol blanco, con grandes pilares del mismo material.

Debo hacer algo, pensó Valko. No puedo dejar que se extingan, no ellos, no mis humanos.

 

Ilustración de Klaus Wittmann.

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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