Relato Corto Blog de Ficción

Creación

C

Esta era otra hermosa mañana en las llanuras del norte de Inthys, la luz empezó a brotar de las plantas y animales salvajes, solo así se podía saber que el día estaba a punto de empezar. Una tribu formada por dos razas de dioses hicieron su hogar en las faldas de la gran montaña, ellos eran los Astorians—seres poco afortunados que no han visto un universo por varias generaciones.

Sin embargo, los ancianos de la forja celestial encontraron al próximo elegido para empuñar un universo, ellos encontraron que, pese a su edad, Pacha era el elegido. Este era un gran día para los Astorians, aunque ellos todavía no sabían lo que estaba a punto de suceder, su vida estaba regida por una constante invasión de seres de otra región, ellos no han sido capaces de encontrar la fuente de tanta invasión, esas criaturas eran conocidas como Salhems.

Pacha desarrolló una gran habilidad con el manejo de armas de guerra, su tribu dependía de su diario esfuerzo para derrotar a los invasores, por las noches los Astorians celebran un día más de vida gracias a la última batalla. Sin embargo, Pacha no podría pelear hoy, como él, muchos sufrían lesiones de la última batalla, los Salhems cada vez eran más.

Pacha encontraba increíble que, después de haber matado a tantos de ellos, cada ataque parecía tener a más de sus soldados. Los jóvenes de la tribu todavía no estaban listos para pelear, pero si los Salhems volvían a atacar no tendrían otra alternativa. Pacha seguía recostado junto a sus mujeres, después de todo, él era un héroe para su pueblo, aunque su energía estaba casi exhausta.

En la forja celestia el nuevo universo estaba listo, pero seguía vacío sin un dios que lo gobierne, los ancianos no podían perder más tiempo, ellos tenían que unir a los dos para dar inicio a la vida. Stuul abrió el portal para trasladarse al otro extremo de Inthys, más lejos de lo que jamás había llegado, él llevaba en su poder el regalo más importante que puede recibir un pueblo—un universo.

Pacha se sorprendió al ver al anciano aparecer a poca distancia de su cama, una por una las diosas desnudas empezaron a correr hasta dejarlo solo con el intruso.

«Detente,» dijo Stuul. «Traigo un mensaje de la forja celestial. Pacha, eres el escogido.»

Pacha no estaba seguro de lo que escuchó, él no conocía de las tradiciones del resto de Inthys.

«Debes empuñar esta arma,» dijo Stuul, abriendo el pequeño cofre que llevaba en sus manos. «Este será tu camino. Acércate.»

Pacha se levantó lentamente, sin saber lo que debía hacer.

«Toma,» dijo Stuul. «Cumple tu propósito.»

Pacha miró dentro del cobre y solo pudo ver oscuridad. De todas formas, este vacío parecía destellar, como si pequeñas luces vivieran dentro de un líquido negro.

«No tengas miedo,» dijo Stuul. «Sácalo del cofre, es tuyo.»

Pacha metió su mano en el cofre, sintió la viscoso líquido alrededor de sus dedos, pero no pudo seguir y sacó su mano con prisa. Sin embargo, el líquido se quedó pegado a él, este se estiró con cada paso que Pacha daba para alejarse. Finalmente, Pacha sintió al líquido convertirse en en el mago de un arma en su mano, él fue obligado a empuñar con fuerza para que no caiga.

Era maravillosa, un hacha más grande de lo que él estaba acostumbrado a usar, demasiado grande para ser un arma funcional, pese a eso Pacha podía moverla con facilidad, su balance era perfecto.

«¿Qué clase de brujería es esta?» exigió Pacha mirando el arma.

«Este es tu universo,» dijo Stuul. «Tu debes gobernarlo.»

Con eso, Pacha empezó a sentir la vida de su arma entrar en su cuerpo, ellos estaban convirtiéndose en uno. Las heridas de su cuerpo empezaron a sanar, la energía que había perdido en batalla, regresó. Él sentía al poder del arma, así que decidió tomarla con dos manos.

«Pacha, debo hacerte un pregunta,» dijo el anciano. «¿Cómo llamarás a tu arma?»

Pacha no estaba acostumbrado a encariñarse con sus armas, las constantes invasiones hacían que estas tengan vidas muy cortas, era inútil darles nombre. «Calico,» él dijo.

«Está bien,» dijo el anciano, mirando el arma. «Desde hoy serás conocido como Pacha, dios de Calico.»

Pacha bajó la cabeza en aceptación, y vio al anciano desaparecer a través de un portal..

«Pacha,» dijo un joven al entrar en su tienda. «La invasores han regresado.»

Pacha enfureció, sin embargo esta vez fue diferente, su furia dejó de ser la de un individuo, los mortales que llenaron de vida a su universo también enfurecieron.

La tribu estaba protegida por dos grandes rocas al costado de la montaña. Entre estas vivían los Astorians, por un solo frente podían ser atacado, ellos estaban listos con trampas para la llegada de los invasores. Sin embargo, sus guerreros exhaustos, fue casi imposible vencer la última pelea, la batalla que terminó poco antes del ocaso. Ellos no estaban listos para volver a empezar.

«Esta vez son más,» dijo el joven temeroso al caminar junto a Pacha.

Al salir de su tienda, Pacha vio a miles de soldados, esta no sería una batalla, estaba a punto de llegar una masacre.

«Nunca he visto tantos,» dijo el joven. «¿Qué vamos a hacer?»

Las trompetas de guerra empezaron a sonar. Los Astorians se prepararon para una nueva pelea.

Pacha corrió a la tienda de su líder. El rey Krain se encontraba destruido, él fingía seguridad, sin embargo, él sabía que sería imposible vencer. Pacha lo vio y supo instantáneamente lo que debía hacer, él empezó a correr, más rápido de lo que había corrido, sin importarle lo mucho que este agitado su corazón, ignorando que al encontrarse con ese ejército tendrá que empezar a pelear.

Al verlo correr, los soldados Salhems empezaron a lanzar rocas. Ellos se preparaban para pelear, aunque un Astorians solo no será suficiente diversión, ellos querían pelear por horas, probar sus fuerzas contra esa tribu de guerreros.

Los Salhems esperaron la llegada de Pacha, pero no imaginaron lo que estaba a punto de suceder.

Pacha levantó a Calico y se preparó para atacar, él sabía que sería un pérdida de tiempo, está seguro de que sus esfuerzos no servirían para nada. Pero, estaba enfurecido.

El primer ataque hizo que Calico se estrelle contra una de sus armas, Pacha jamás pensó ver al metal de una espada destruirse como un trozo de hielo. Después, Calico partió al soldado en la mitad, destrozando su cuerpo, un rayo de fuerza continuó partiendo a todos en su camino, hasta que se perdió en el viento.

Pacha no estaba seguro de lo que acabo de suceder, esta era la primera vez que veía la fuerza de un universo, pero él estaba enfurecido. Así que siguió cortando y destrozando todo a su paso, atacando con furia y sin control. Danzando con su universo.

Ellos eran una máquina de muerte que viajaba a través de más Salhems de los que él recordaba. Caían con tal facilidad que se volvió trivial, un acto repetitivo, Pacha y Calico derrotando a sus enemigos.

A la distancia, sobre una colina. Un ser cubierto por una manta negra, con sus manos levantadas, dirigía al fuego rojo de sus ojos en dirección a Pacha, los Salhems desaparecieron. Solo quedaba el hechicero con su bastón negro.

Pacha lo miró sin entender.

El hechicero levantó una mano, de la misma forma que lo hizo el anciano, solo que esta vez un rayo negro bajó del cielo hasta estrellarse sobre él. Pacha se quedó observando al hechicero desaparecer. ¿Qué fue eso? él pensó.

Los mortales en el interior del Calico no podían entender la creación, todo era perfecto, como si alguien hubiese puesto todo en su lugar. Sobre ellos, cientos de pequeñas explosiones decoran al domo que los protegía. Su tierra era negra, una eterna superficie del mismo color, y el soplar del viento oscuro que pinta su atmósfera de gris.

Ellos eran seres de fuego que se movían como tornados a través de las llanura, consumiendo gotas de agua.

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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