Relato Corto Blog de Ficción

Preparación

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Odín salió del abismo de batalla con una lanza en sus manos. La gran espada—Gungnir—dejó de ser, en su lugar quedó un tubo de metal plateado, igual al tridente de su contrincante pero con una cuchilla en un extremo. Gungnir dejó de ser el arma que Odín aprendió a empuñar, ahora era irreconocible.

Él caminó por los corredores del estadio antes de llegar a las puertas de su recamara. Odín caminó sin detenerse para evitar encontrar a dioses que deseen conversar, él necesitaba esconderse de todo. Así que al llegar al cuarto que le asignaron, él cerró la puerta, después, él miró fijamente a su lanza. El cambio era impresionante, el metal tenía un leve labrado que convertía al arma en una obra de arte.

A su vez, el filo de la cuchilla en punta, al extremo de la lanza estaba perfectamente afilada. Odín recordó la facilidad con la que su contrincante lanzaba el tridente para luego atraparlo con una mano, así que, intentando repetir la hazaña, Odín lanzó a Gungnir con todas sus fuerzas, haciendo que se pierda a la distancia. Las paredes de la recámara estaban más allá del horizonte, era como si alguien hubiese creado un universo dentro de cuatro paredes. Sin embargo, y para sorpresa de Odín, Gungnir regresó a su mano.

Los mortales sintieron la transformación de su universo, siendo esta la primera vez que experimentaban un cambio tan drástico. En un instante todo lo que entendían dejó de funcionar, sus poderes fueron desactivados y el conocimiento empezó desde cero. Claro que no fue como uno esperaría, ya que de alguna forma, al consumir al tridente—la información que alcanzaron sus habitantes fue transferida a Gungnir.

Todo el conocimiento de una civilización que conquistó las leyes del raciocinio, llegó a un universo de mortales que dominaban las leyes místicas que llevaron a Odín a crear un trueno. Pero, pese al esfuerzo que los Ingas ejercieron para mantener sus viejas costumbres, los seguidores de las tendencias se esforzaron por repartir los recién llegados conocimientos por el universo, y por una extraña razón, borrar todo lo que sus antepasados habían alcanzado.

La información del tridente era fácil de demostrar, atractiva para los escépticos. Así fue como, los mortales que fueron seducidos por el poder que Gungnir adquirió del tridente obligaron al resto, ellos se encargaron de evangelizar al resto, y así, los pocos que continuaron practicando las leyes místicas lo hacían a escondidas, con temor a ser excomulgado.

Pues, con el conocimiento llegó la imagen de Lucifer. No de forma real, ya que él yace en el fondo del abismo de batalla. De alguna forma, sus enseñanzas llegaron con un alto precio, y los seguidores del nuevo conocimiento no podían aceptar que su dios—Odín— sea capaz de derrotar a un ser inmortal.

El conflicto dividió a los mortales viviendo en el interior de la gran lanza plateada, y logró que la fuerza de Odín se disperse. En poco tiempo, las nuevas leyes se apoderaron por completo del universo, y los mortales que las siguen se convirtieron en seres poderosos, sin embargo, este poder era diferente, ya no dependía de la bendición de su dios. Al contrario, para los mortales que poseen las respuestas a todas las preguntas, esperar un señal de su dios es irrelevante.

Gungnir creció y se adaptó a tu transformación con facilidad, pero a un costo inesperado, sus mortales olvidaron que sin el dios que empuña su universo, ellos ni siquiera podrían existir.

Odín miró con sorpresa al metal plateado de su arma oscurecer. Era como si los dibujos en el metal se pintaban de negro para que la lanza se vea aún más hermosa. Odín no había tenido la oportunidad de consumir a un universo de fuego, en su primer torneo él había resultado el mejor de un grupo de armas de trueno. Claro que él no sabía que podía controlar la energía de un relámpago con su mano. Pero ahora, debía aprender a trabajar con el fuego que está encarcelado en el interior de Gungnir.

Odín recordó el golpe que recibió con el tridente en el rostro. Instantáneamente apareció un espejo frente a él, el corte era peor de lo que esperaba, la pérdida de su ojo era segura, él se lamentó por un instante y el espejo desapareció. En poco tiempo lo volverán a llamar para otra pelea, él debía descifrar los poderes de su nueva arma.

Él no tenía experiencia con lanzas, pero recordaba a su maestro hablar de la similitud que tiene el manejo de una espada con el bastón largo. Claro que la cuchilla al extremo podría ser un problema y distorsionar el balance, así que Odín empezó a usar su nueva arma—Gungnir— moviéndola como lo hiciera con una espada y se sorprendió por lo fácil que fue. Era justo como él recordaba, sin embargo, no espero ver franjas de humo negro quedar tras oscilar la lanza cubierta por rayos de luz azul.

Odín continuó entrenando, buscando un secreto que lo ayude a alcanzar la victoria en su próxima batalla. Él sintió más poder de lo que imaginó, las telas de su armaduras empezaron a arder por el fuego que quedaba tras Gungnir.

Así que por esta razón él estaba desnudo, pensó Odín, recordando los el cuerpo de su contrincante. En comparación, Odín era un niño empezando a masterizar sus poderes, era improbable que pueda seguir ganando batallas, pero él no se iba a dar por vencido. Debía haber una forma para que él pueda seguir ganando.

Claro que Odín quería que los torneos no sean necesarios y poder dedicar su tiempo a tareas más importante. Después de todo, ha pasado mucho tiempo desde que él salió del pequeño pueblo en el que nació, él ansiaba volver para que todos vean a la persona en la que se convirtió.

Sin embargo, los seguidores del campeón no dejarían que Odín continúe su vida sin represalias, en realidad ellos tenían preparada una sorpresa, en caso de que la pelea no resulte como se esperaba. Odín vio con sorpresa a pequeñas llamas verdes moverse a la distancia.

Las criaturas tenían la piel blanca, y en sus ojos brilla un fuego verde. Se dice que es imposible domesticar a un devora dioses, y hasta donde Odín había escuchado, eran capaces de destruir un universo con sus dientes. Ellas se movían sobre cuatro patas, aunque las dos delanteras parecían llevar la mayoría parte del peso, haciendo que el pecho erguido de la criatura este lleno de músculos.

Los tres devora dioses se separaron, rodeando a Odín. No había alternativa, él levantó a Gungnir para defenderse, y se quedó quieto, esperando, listo para defenderse.

Mientras las criaturas se acercaban lentamente por los costados, Odín buscaba una forma de alejarse de la pelea. Él recordó a su padre hablar de los devora dioses, se cree que son capaces de oler el miedo, así que él decidió enfrentarlos.

Una vez que las criaturas estuvieron a un distancia apropiada, estás empezaron a gruñir, mostrando sus afilados colmillos. Ellas se acercaban lo suficiente para no estar al alcance de la lanza, pero listas para saltar. Odín continuó dando pasos hacia atrás para no ser acorralado por los devora dioses, eventualmente, ellos volvieron a estar uno junto al otro.

No había salida, los devora dioses estaban listos para atacar, solo esperaban una señal del líder, y Odín los seguía enfrentaba, mirándolos a los ojos, con su lanza lista para atacar. Él decidió que no podía seguir dando pequeños pasos hacia atrás y se detuvo, mirando a la criatura más grande.

Odín se impulsó para atacar, un trueno hizo que Gungnir se ilumine al ser rodeado por energía. El movimiento del arma dejó en su camino una llama negra, pero Odín se detuvo, para observar a la criatura bajar la cabeza y estar lista para recibir el golpe. Luego, cuando los rayos y el fuego se desvanecieron, Odín notó que las criaturas dejaron de gruñir.

Él cruzó su mirada con el devora dioses más grande, de alguna forma, los dos entendieron que no era necesario recurrir a la pelea. Odín volvió a su posición, dejando que su lanza descanse sobre el piso. La criatura dobló sus piernas traseras para sentarse, las otras se sorprendieron al ver lo que sucedía pero también se sentaron.

Odín no estaba seguro de lo que pasaba, el fuego verde en los ojos de la criatura empezaron a apagarse. Él miró fijamente como los rostros de las criaturas se transformaron, de repente, Gungnir empezó a vibrar. Odín giró para ver lo que sucedía, y una ráfaga de fuego negro rodeado por rayos azules empezó a brotar de la lanza.

La energía se elevó por un instante antes de caer sobre las criaturas. Odín miró aterrado como el fuego se estrelló contra los devora dioses, hasta que finalmente desapareciendo, él solo veía un nube de llamas negras rodeada por rayos azules, eventualmente, todo desapareció dejando atrás a un pequeño perro de tres cabezas.

Odín se agachó para acariciar a la criatura, su negro pelaje con franjas azules era suave al tacto, el animal mantenía su aspecto aterrador, pero él decidió llevárselo y el pequeño devora dioses desapareció. Devolviendo a Odín el espacio para seguir practicando con su nueva arma.

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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