Relato Corto Blog de Ficción

Refugio

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Estás a punto de leer «Refugio» de la serie Sibilare, es probable que lo encuentres inconcluso y lleno de misterios que se responden en el transcurso de la historia. Te recomiendo visitar mi Wattpad, allí encontrarás las entradas en orden, también puedes ir directamente a este capítulo aquí, o continuar leyendo bajo tu propia responsabilidad.


A toda velocidad, y listos para escapar, Dana y Jacob continuaron en búsqueda de un camino fuera de la ciudad. Las calles parecían normales, vehículos viajando de un lugar a otro. Sin embargo, Jacob sabía que no podía bajar la guardia, era poco probable que sigan teniendo la misma suerte.

Dana escuchó por primera vez el sonido de las hélices de helicóptero, ella giró para ver y se sorprendió al notar que los estaba siguiendo.

Debo hacer algo, ella pensó, y empezó a concentrarse en el elemento aire. Una ráfaga de viento pasó junto a su rostro, acariciando su mejilla. Después, Dana frunció el ceño y empezó a controlar el aire alrededor del helicóptero.

«Mayday, mayday,» dijo el piloto—Matias, «acabo de entrar en una zona de turbulencias.»

«No pierdas al objetivo.»

«Lo lamento, padre,» dijo Matías. «Es imposible continuar, estoy perdiendo control.»

«Qué no los pierdas he dicho.»

«Vamos a…»

«¿Cuál es su estado? Informe.»

Silencio. El helicóptero intentó continuar la persecución pero no logró atravesar el remolino interponiéndose en su camino. Poco después, se estrelló contra un edificio de Intiyahuar.

Dana miraba con horror lo que sucedía. ¿Por qué sigues luchando? ella pensó. Pero fue inútil y pese a intentar ayudar al helicóptero a recuperar el control, lo vio estrellarse. ¿Cómo pude hacer esto? Deben estar muertos.

Jacob escuchó la explosión pese al estruendo que genera su motocicleta, él quiso regresar a ver para saber lo que estaba sucediendo. Pero, él recordó su única meta. Escapar.

Ellos giraron, cambiando su rumbo. Ya no era necesario salir de la ciudad, así que Dana le pidió ir a la izquierda. Ella sostenía al libro en su cartera, algo en este le ayudaría a encontrar una respuesta para su problema.

Jacob entendió el mensaje, y decidió ir a un lugar donde pueda esconder su motocicleta. Viajando por calles poco transitadas, él intentaba pasar desapercibido.

Ojalá que esté en casa, pensó Jacob al mirar la entrada del lugar. Él tomó su teléfono móvil para llamar. Flaco, vamos contesta.

«Aló,» dijo Jacob. «¿Qué fue Flaco?»

«Háblate, mijin,» respondió Jason.

«Acolita ve,» dijo Jacob. «Estoy afuera de tu casa, abreme.»

«¿Estás en la moto?»

«Sí, loco pero apurate que me siguen los chapas.»

«Ya mijin, de una.»

Dana esperó de pie junto a la motocicleta, luego caminó un poco, hasta que finalmente se sentó bajo una sombra y empezó a leer el libro que encontró. Eran símbolos sin sentido, marcas sin orden regadas por las páginas, unas más grandes que otras, y todas con series de símbolos, como si cada grupo sería una oración. Claro que ella no podía entender lo que estaba mirando, era un lenguaje que pocos han apreciado.

«¿Qué más mijin?» dijo Jason, con el cabello recién peinado, las barbas cortadas a la perfección, atuendo adecuado para salir de excursión por las montañas, y pensé a eso, lo más notable era su robusto cuerpo y descomunal abdomen..

«Háblate, flaco,» dijo Jacob. «Ve acolita a guardar la moto.»

«Claro, mijin. Y la amiga, ¿está con voz?»

«Oh, sí,» dijo Jacob. «Dana, te presento al maestro, Jason.»

«Mucho gusto,» dijo Dana.

«Mucho gusto,» dijo Jason. «A los tiempos que asomas, mijin. ¿Cómo es eso que te siguen los chapas?»

«Larga historia loco,» dijo Jacob. «Guardemos está huevada y te cuento todo.»

«Dale, por acá.»

Ellos metieron la motocicleta en una bodega que se encuentra junto a una casa con un árbol en la entrada— pequeño y con flores. A los costados de la puerta principal están dos pequeños jardines, pequeñas rejas de madera los protegen de la ciudad. A unos pocos metros del árbol se encuentra la pequeña casa, con techo de teja rojo y paredes de ladrillo expuesto.

Jason los invitó a pasar. El interior de la casa parecía el taller de un carpintero, las paredes llenas de esculturas talladas en madera. Dana no pudo contenerse y dejó caer su mandíbula al entrar.

«¿Todo esto es tuyo?» preguntó Dana. «Quiero decir. ¿Tu lo hiciste?»

«Claro, mijin,» dijo Jason. «Sigue, sientete en casa.»

«Gracias, Flaco,» dijo Jacob. «Nos salvas la vida. Si te contará todo lo que acaba de pasar.»

«Pero, fresco,» dijo Jason. «¿De dónde vienen?»

«Consiguiendo este libro,» dijo Dana, encontrado un lugar para sentarse.

«Déjame ver,» dijo Jason, acercándose a Dana, pero solo lo suficiente para apreciar la piel de su rostro. «¿Y qué es eso? Uno de tus dibujos,» él dijo girando para ver a Jacob. «Voy a ver unas cosas acá atrás, ya regreso.»

Con eso Dana y Jacob se quedaron solos, rodeados por la figuras, en su mayoría eran esculturas de caballos talladas en madera.

«¿Encontraste algo?» preguntó Jacob.

«Símbolos sin sentido,» dijo Dana. «Mira.»

Las páginas del libro estaban llenas diferentes obras de arte, monocromáticas con símbolos dibujados con tinta negra. Unas páginas tenían ángeles, otras demonios, pero todas parecían enviar un diferente mensaje. Los rostros de algunos personajes parecían malvados, cuando otros disfrutaban con placer. Hasta que abrieron una página en particular, Dana se detuvo, sorprendía al notar que se trataba de una mano con una bola de fuego sobre ella.

Esto tiene que ser importante, ella pensó. Si tan solo podría entender de qué se trata.

Jacob decidió esperar a que pase la tormenta. Después de todo, él solo quería salir a comprar víveres para regresar a casa. Tenía mucho trabajo por hacer, y por alguna razón: las anécdotas del día lo llenaron de inspiración.

About the author

Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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