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Adrenalina Dorada

mayo 12, 2021

Al despertar recordó lo importante que era continuar en movimiento, el frío de la mañana llegó a ser tan insoportable que le llegó a parecer normal. Jack dormía sobre una mesa de madera; descansaba en un lugar donde no iba a llamar la atención de nadie. Lejos de todo lo que recordaba con anhelo, dejaba que su imaginación se volviera más real en sus sueños.

Todavía faltaba mucho para el amanecer. Sin embargo, los dolores que sentía eran irrelevantes, lo único que continuaba siendo claro al despertar era huir.

La sensación de tener que proteger sus espaldas no desapareció con el tiempo. Incluso, se podía decir que aumentaba. Habían pasado dos semanas desde el incidente, desde que tuvo que cometer algo que no esperaba ser capaz.

Jack abrió los ojos y regresó a la realidad, al frío de la mañana que parecía levemente calentar su cuerpo, a la humedad del rocío. Con los músculos entumecidos se movió, notando un dolor en el cuello.

Debo encontrar un lugar para pasar la noche, se dijo a sí mismo, alcanzando con una mano la parte inferior de la cabeza.

Al poco tiempo se levantó y fue a buscar su motocicleta entre los matorrales, bien escondida para darle un poco de seguridad. El mundo en el que vivía era peligroso, incluso para él.

Jack encendió el motor y sintió la fuerza del rugido de la combustión, inmediatamente subió para sentir el calor entre sus piernas, y se aseguró de llevar bien cerrado el cuello de su chompa de cuero negro. Tomando los guantes de sus bolsillos se preparó para dejar el hogar temporal en el que tuvo que pasar la noche.

El frío del amanecer se intensificó con la velocidad, el aire se estrellaba contra su cuerpo dejando una casi imperceptible capa de humedad sobre sus pantalones de mezclilla azul. Jack estaba acostumbrado al frío, incluso lo llegó a preferir.

El viaje tomó aproximadamente quince minutos de un recorrido por las autopistas de la ciudad, hasta que llegó al desvío. Allí estaba ella, con su traje de cuero negro tallado y su motocicleta del mismo color. Su rostro cubierto por un casco.

«Era hora de que llegues,» dijo Dahlia al levantar el visor de su motocicleta. «Vamos rápido que estamos atrasados.»

Jack no tuvo tiempo para apagar el motor de su motocicleta y vio a Dahlia acelerar. Esta mujer me va a matar, pensó y aceleró tras ella.

El viaje fue más largo de lo que esperaba, las motocicletas se movían a gran velocidad por caminos olvidados. Aunque para ellos, las malas condiciones del terreno, era la mejor parte del viaje.

Jack viajaba cerca de Dahlia, lo suficientemente para que el polvo que se levantaba pase por debajo de su motocicleta. Ellos pasaron a través de inmensos bosques antiguos, sobre puentes rústicos de madera, cada vez más lejos de la civilización.

Una vez que Dahlia encontró el lugar perfecto se detuvo, bajó y removió su casco. Ella abrió una de las bolsas que colgaban al costado de su motocicleta.

Jack se detuvo a pocos pasos de ella, pero antes de que pueda bajar Dahlia se acercó.

«¿Estás listo?» ella preguntó.

Jack se sacó el casco. «Mejor ahora que nunca.»

«Esto te va a ayudar,» ella dijo al terminar de envolver el cigarrillo que llevaba en la mano, y lo encendió.

Jack miró con atención a Dahlia fumar por un instante, una parte de su cuerpo lista para extender la mano y recibir el cigarrillo encendido.

«El plan es sencillo,» ella dijo y volvió a fumar. «Al cruzar el río encontraremos la mercadería. Es probable que seamos los únicos aquí, pero uno nunca puede estar seguro.» Finalmente Dahlia pasó el cigarrillo.

Jack intentó ocultar su ansiedad por alcanzarlo, pero no pudo esperar un segundo antes de ponerlo entre sus labios. El humo entró en sus pulmones rápidamente, por un instante Jack dejó atrás todos sus recuerdos o ideas, únicamente concentrado en las sensaciones que estaban a punto de llegar. Al dejar que el humo salga ya era un hombre diferente. De todas formas, continuó fumando.

«…me quedaré cuidando las motocicletas,» dijo Dahlia. «Lo único que tienes que hacer es recuperar mi paquete y regresar.»

«Está bien,» dijo Jack, pasando el cigarrillo.

Dahlia se alejó para fumar sola mientras observaba desde el filo de la carretera el río al pie de la colina. Al regresar, volvió a pasar el cigarrillo y se dirigió a su motocicleta.

Jack volvió a fumar, ahora su cuerpo ya se sentía diferente, el humo permaneció en sus pulmones por tan solo un instante antes de que lo deje salir. Volvió a fumar como si se tratara de un cigarrillo normal, mientras observaba a Dahlia buscar en una de las maletas a los costados de la motocicleta.

«Tal vez necesites esto,» dijo Dahlia al regresar con una pistola plateada que brillaba con los rayos del sol.

Jack abrió la boca sin notarlo. «¿Y…para qué es eso?»

«Será mejor que estemos preparados,» ella dijo al entregar el arma. «Está cargada…tengo otra en caso de que se compliquen las cosas.»

El río en el que se encontraban era la frontera que dividía a dos países. Dahlia escondió la mercadería hace una semana cuando era perseguida por agentes fronterizos. Ella estaba dispuesta a hacer lo que sea para recuperar su inversión.

«Está bien,» dijo Jack al tomar el arma. Luego pasó el cigarrillo a Dahlia.

Dahlia volvió a fumar mientras observaba como Jack guardaba el arma tras el cinturón en su espalda.

«¿Cómo voy a encontrar el paquete?» preguntó Jack.

Dahlia sacó un pequeño largavistas de su chompa. «Mira las rocas al costado del camino, a pocos metros de la orilla del río.»

Jack tomó el largavista y bajó de su motocicleta para caminar y tener un mejor ángulo. Al poco tiempo encontró el paquete cuadrado color verde. «Lo veo.»

«Termina esto,» dijo Dahlia luego de dejar salir una nube de humo por su boca.

Jack tomó el cigarrillo y volvió a fumar, observando el paisaje a la distancia. «Hagámoslo,» dijo al arrojar un pequeño trozo de cigarrillo.

Los dos regresaron a sus motocicletas y empezaron a bajar por el camino antiguo. Al poco tiempo se detuvieron frente a la entrada de una cerca de alambre de púas.

«Desde aquí debes seguir a pie,» dijo Dahlia. «Yo me encargo de las motocicletas.»

Jack dejó el casco colgado del volante y siguió. Sigo sin entender porque no puede recuperar el paquete ella sola, pensó. No creo que los guardias fronterizos estén cerca.

Con cuidado cruzó la cerca y siguió un camino angosto hasta llegar a un pequeño bosque. Continuó caminando con cautela, asegurándose de que estar solo. Al poco tiempo volvió a ver el río, y encontró un pequeño chaquiñan. Atravesando un poco de maleza regresó al camino que cruza el río y después de mojar sus botas para cruzar encontró el paquete.

Eso no fue tan difícil, pensó y guardó la mercadería dentro de su chaqueta. «Dinero fácil,» dijo y empezó a regresar…cuando escuchó un familiar gruñido.

Jack inmediatamente giró para encontrar la fuente del sonido y vió a dos perros grandes. Empezó a buscar algo para protegerse, algún palo para alejarlos. Nada…los animales continuaron gruñendo.

Uno de ellos se acercó mientras el otro bajó hasta acercarse al río. Jack notó que lo estaban rodeando y decidió regresar. Claro que el lugar por donde cruzó estaba protegido por uno de los animales, mientras el otro continuaba acercándose.

Jack empezó a cruzar y notó que el río era más profundo, no tenía alternativa. Dando pasos hacia atrás para no perder de vista a las bestias gruñendo. El agua llegó hasta sus rodillas…el otro perro cruzó el río por el camino para bloquear el escape.

Las bestias gruñian mostrando sus colmillos, Jack notó que eran animales muy bien alimentados y grandes. Con sus ojos negros brillando al observarlo. El perro que se acercaba también empezó a cruzar el río, los dos acechando por distintos ángulos.

Jack solo podía retroceder, mientras buscaba algo con que defenderse…cuando los animales empezaron a ladrar. Tengo que salir de aquí, pensó al tomar una roca a las orillas del río y la lanzó.

Los perros miraron a Jack girar y empezar a correr. El que seguía cruzando el río fue tras él, mientras el otro giró para regresar al camino.

Jack corrió…buscando la forma de regresar al bosque. Pero la maleza y lo irregular del terreno le dificultaron, mientras el perro corría a pocos pasos tras él.

Tu puedes Jack, pensó Dahlia cuando escuchó los ladridos.

Jack siguió corriendo en búsqueda de un camino de regreso cuando vio al otro perro. Maldita sea, pensó y cambió su dirección… sin detenerse mientras las criaturas lo seguían de cerca. Dahlia te voy a matar.

El camino de regreso continuaba alejándose, Jack tenía que encontrar una forma de subir al bosque. Con cada paso la pared se volvía más difícil de escalar. Jack alcanzó el arma en su espalda…no puedo.

Los animales corrían de cerca, intentando morder los tobillos de Jack, pero él continuaba corriendo con todas sus fuerzas para evitar ser alcanzado.

Si quisieran hacerme daño ya lo hubiesen hecho, pensó Jack y se detuvo para enfrentarlos.

Los gruñidos se volvieron más claros, mientras los perros se movían despacio alrededor de Jack.

Sin alternativa, Jake tomó su arma y apuntó. No puedo hacerlo, pensó y disparó al aire.

Los animales retrocedieron por la explosión.

«No quiero hacerles daño,» dijo Jack, mirando a los animales regresar a su estado agresivo.

Jack guardó el arma en su espalda y tomó una rama del piso.

Los animales lo continuaron acechando.

Jack respiraba de forma agitada mientras miraba de un lado al otro por un camino para escapar. El bosque al que debía regresar estaba tan cerca, solo debía escalar una pared. Jack continuó dando pasos hacia atrás.

«Por aquí,» dijo Dahlia desde el bosque y lanzó una soga.

Jack levantó la mirada y corrió hacia la soga.

Los perros corrieron, uno de ellos lo tomó del pantalón, mientras Jack escalaba. El peso del animal lo obligó a detenerse, Jack miraba al otro perro saltar para intentar alcanzarlo.

Después de un poco tiempo el pantalón se rompió y Jack pudo continuar escalando.

«¿Tienes la mercadería?» preguntó Dahlia cuando Jack llegó al bosque.

«Sí…» dijo Jack, intentando recuperar el aliento. «¿Por qué no me dijiste que había perros guardianes?»

«Apresurate que deben estar por llegar,» dijo Dahlia y salió corriendo.

Jack la siguió hasta llegar a las motocicletas, mientras los ladridos se escuchaban a la distancia.

«Estás loca,» dijo Jack cuando se encontraban a salvo.

«Dinero fácil,» dijo Dahlia, levantando una ceja.

Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

45 Comments

  1. Pues si, está muy bien el relato. Te atrapa y resulta interesante y atractivo. Me llaman la atención esos ambientes que describes tan bien de protagonistas marginales, desarraigados, fumadores-bebedores y medio fuera de la ley.

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