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Publicaciones Recientes

La poseída

diciembre 4, 2002
Marino alzó los ojos del café y se volvió con disimulo hacia las mesas del fondo. Como ya había presentido,casi temido, la muchacha estaba allí, con sus labios sin pintar y su carpeta de colores vivos, haciendo sitio en la mesa para

Tres minutos y treinta años

diciembre 4, 2002
El espectro se materializó ante mí, y no lo vi al principio. Fue primero esa impresión de ser mirado: alguien nos mira fijamente mientras dormimos, y nos despierta. Entonces levanté los ojos del periódico, y allí estaba: calva y cara de látex,

Él

diciembre 4, 2002
Sentada en el sofá, con el cuerpo reclinado y la barbilla reposando sobre el cuenco de la mano, miré esa fotografía, la vieja fotografía de él. Posando altivo y estático, con aquel pañuelo envolviendo su cuello, y esa mirada decidida de una

El publicitario

diciembre 4, 2002
A lo máximo que aspira un buen publicitario es a grabar su mejor spot, y ganar ese award que ponga la guinda en su carrera y la estatuilla en sus brazos, la copa de Venecia, la Palma de oro de San Sebastián,

Café amargo en la ventana

diciembre 4, 2002
Café amargo en la ventana Me levanté de la cama, sábanas arrugadas y un regusto impreciso en la boca. Mi sueño, como casi siempre en estas últimas semanas había sido monótono y amenazador. Tal vez por eso no lo recordaba. Encendí la

Los acantilados del tiempo

diciembre 4, 2002
A menudo el camino hacia los cataclismos más pavorosos corre a través de menguados bancales: en algunos de nuestros urinarios públicos se encuentran, a veces, trozos de pan depositados allí intencionadamente por urófagos que luego recuperan de noche para comérselos con voluptuosidad.

Un extraño envio y otros relatos

diciembre 4, 2002
Carta número uno Querido Ricardo: Hoy me ha ocurrido algo extraordinario, he ido como todas las mañanas a la oficina de correos a recoger nuestra correspondencia y me he encontrado un envío a mi nombre de la editorial Rosenburg, un voluminoso libro

Una habitación en la selva

diciembre 4, 2002
No era un tipo vanidoso ni jactancioso, pero solía envanecerse y le resultaba divertido cuando algún crítico literario, un profesor de la universidad o un colega del gremio de escritores lo señalaba como el más brillante prosista de su generación injustamente tratado
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