Este apartado cumple el propósito de llevar al público una colección de relatos actuales, escritos por autores contemporáneos. Se parte de esta revolución literaria comentando y compartiendo sus trabajos.
Encontré este relato en mi interminable búsqueda de inspiración. Siento que es una excelente ayuda para imaginar el universo de los seres que no comparten nuestros sentidos. Espero que lo disfrutes.
Un día de fiesta grande Cuando el águila se asomó a la plaza perdió el aliento. Se olvidó de la paloma y se olvidó de su nido y sus hijuelos hambrientos y se olvidó hasta de que era águila. Mucho más arriba
Una incesante y estruendosa tormenta eléctrica se cernía en aquel cielo gris y nublado. Truenos y relámpagos hicieron eco entre las montañas. Aunque prácticamente era de día parecía que estaba anocheciendo. Mi nombre es Thanatos. Yo me encontraba con mi unicornio negro,
No hay nada más misterioso Que lo cotidiano Sentada frente a la mesa del comedor contemplaba absorta aquel escenario, dando intermitentes caladas a un cigarro que ahora descansaba sobre el cenicero de colores. Ahora así, con los brazos cruzados y sosteniendo el
El canto del gallo en el jardín le sobresaltó como todas las mañanas. De inmediato, se encendieron las luces en la habitación y en la inmensa pantalla que quedaba a su derecha amaneció de forma delicada, sin estridencias. Ningún rayo del sol
«Cada noche la veía irse por el pasillo. Con su vestido blanco, claro como el brillo de una estrella. Con su cabello largo, color cobrizo, unos rizos que pasaban y cubría toda su espalda. La veía cada noche. Hermosa. Atrayente. Siempre a
sí, yo lo vi Afirmó Luís mientras bebía un trago de la botella que Sacó de uno de los bolsillos traseros de su gastado pantalón fuerte azul. Manolo, el dueño del colmado en el que el hombre de unos sesenta años de
El monte Vädvoy escondía un oscuro secreto, y es que una de las fuentes de energía más potentes del mundo se encontraba en su interior. Según la leyenda, tan solo alguien digno podría conseguir el poder encerrado en ese pequeño mineral que
La corta extensión de arena amarilla estaba moteada de piedras negras que surgían aquí y allá como erupciones de lava ya fría. Corría paralela al mar de un azul plomizo, siempre rizado y coronado de espuma. Eternamente enfadado. Pero no era libre,
Aquella mañana de septiembre, mucho antes de que sonara el timbre del teléfono, yo sabía que alguien me llamaría temprano. La casa estaba en silencio, mi casa siempre está sumergida en el silencio, tenía las ventanas abiertas, ningún coche frenando en medio