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La mujer en barra de bar

diciembre 4, 2002

Llegó al hotel, uno de tantos…siempre había pensado que no sabia para qué se molestaban los propietarios en diferencias sus cadenas con distintos logos, decoración ,colores…

Sí la parte positiva de los hoteles era justamente que parecieran hoteles. No importaba la ciudad, si uno llegaba al hotel de turno…era como no haberse movido…otra habitación, sin más…hubiese sido mejor que todas fuesen iguales…menos esfuerzo en olvidarlas, en hacerse cada vez a un escenario distinto, a una habitación distinta.

Esfuerzo. Justamente eso buscaba evitar. Esforzarse por pensar, o por no pensar en realidad, en nada.

Había cambiado unas palabras con las amables chicas de recepción…y a su pregunta educada de a qué motivo se debía su viaje, su primera reacción fue aportar una mentira social aceptable…trabajo, turismo, cualquier cosa para salir de la conversación que no le interesaba. Pero, impulsada no sabía muy bien por qué…no mintió…en su lugar, explicó:

– Vengo a un entierro

Sus caras falsamente compungidas intentaron transmitirle un duelo que no sentía, y que se esforzó en hacer suyo…falso dolor ajeno para rellenar su vacío interior.

Lo intentó, pero no encajaban el hueco y el complemento. Bien, sólo era el principio del viaje.
Mientras subía en el ascensor, ni se había molestado en mirar el número, o el piso…ya llegaría…sonreía.
Jugaba con la posibilidad de haber terminado de explicar a las veinteañeras cansadas de recepción la verdad de sus palabras…

Era a su propio entierro al que venía.
Nada parecido a la respuesta social y sin compromiso que hubiera sido apropiada.
Apropiada. Ella era una persona de lo más apropiada.

Su propia imagen en el espejo del armario del hotel…estas habitaciones son el sueño de una anoréxica, no engordan nada el reflejo y no hay lugar desde el que no se vea multiplicada…era el de una mujer muy apropiada.

Común, agradable y neutra. Su aspecto en ropa negra y sencilla buscaba eso, y lo conseguía. Siempre conseguía transmitir lo que quería con su ropa. Inofensiva, atenta…un cielo de persona…al menos tenía tres e.mails en su buzón en los últimos días que la definían así…como un cielo de persona.

Bien.
Se miró las manos.
Esas manos que gustaban de la sangre y la muerte, y que debían resultar tan ajenas a todas aquellos que la veían como un ser sencillo e inocente.
Se movían nerviosas, con la ansiedad de la anticipación…
Se sabían de viaje…¿matarían otra vez en esta ocasión?…

La mujer se cambió la ropa, por otra de aspecto más cómodo…fuera vestido clásico, …enfundarse en unos vaqueros de moda, una camiseta escotada, tacones anchos, …y a la calle.La ventaja de las calles de ciudades desconocidas es que no transmiten nada.

La primera vez que uno pasea por ellas está tan perdido, que sólo intenta orientarse, centrarse en el espacio…y así no hay elementos distractores…porque todo lo es , en realidad.

Y era lo que la mujer buscaba.

La distracción absoluta le permitía concentrarse en lo que pretendía…

Buscó una calle muy concurrida. Zona comercial en horario punta…perfecto.
Y se zambulló.

No sabía explicar muy bien qué era lo que hacía….pero funcionaba.

Ella sentía a la multitud como una piscina de mentes que le hablaban al unísono.

Por debajo del maremágnum de sonidos sin sentido, ajustó de alguna forma su cadencia y escuchó.

Allí, tres filas más adelante…joven yuppie sintiéndo preocupación,…emitía preocupación por todas partes. Le sonó el móvil. No quería cogerlo, miró al número con gesto contrariado durante unos segundos antes de responder a él. Lo abrió…

La mujer caminó hasta situarse más cerca y escuchar parte de la conversación.

Discutía, pero ése no era el motivo de su preocupación anterior.

Con una mujer…¿su novia? Inclinó la cabeza, buscando ajustar la imagen…le llegó la de una mujer de mediana edad, sonriendo, era agradable , atractiva…podía ser su madre, sí. No, la imagen se movió, el joven discutió algo sobre una cita a la que no quería ir…Era su amante, e intentaba librarse de quedar con ella. Al otro lado del teléfono había insistencia…¿cómo podía ella no detectar la negativa del chico, que le era tan evidente a Angela…?

Se cortó la llamada. No había quedado para la cita a la que no quería ir, pero no estaba feliz por ello. El chico se sentía mal,…culpable, tenso…excitado, pensaba en otra mujer, joven y divertida…se recreó en esa imagen…y unos instantes antes de marcar su número en el móvil, Angela ya sabía a quién estaba llamando. La conversación se desarrolló tal como ella imaginaba, se verían esa noche…

Angela dejó de seguirle. Ya no le divertía la lectura. Esa cita no terminaría como él esperaba. Demasiados sentimientos oscuros, que no la dejarían llegar a buen puerto. Además, él engañaba a los tres, no se merecía tranquilidad. Durante unos instantes coincidieron a la altura del semáforo. El joven la miró y la rozó sin querer, ella se apartó, él se disculpó y ella acarició la idea de calmar su ira y ansiedad, de compartir con él unos instantes, unos minutos, puede que hasta una copa…y ayudarle…Entonces recordó que estaba ahí huyendo de la última vez que ayudó…y se retrajo. Simplemente le sonrió con calidez…y sintió, durante unos breves microinstantes…sintió la conexión, y que él la sentía…y que ella podría…

No.
Colgó bruscamente. Dejó de sonreir y su cara muerta de expresión casi asustó al joven, que se alejó, física y mentalmente.
Era lo fácil de las ciudades desconocidas.
Se dejaban leer con tanta sencillez.

Mientras seguía sumergida en la multitud, esta vez sin pretender recibir otra cosa que ruido…envidió.

Envidió a aquellos que la rodeaban y que no podían escucharse a sí mismos como ella podía hacerlo a ellos, a todos que no sabían leer en los demás como en la s instrucciones de un parquímetro…

Su don…alguna vez alguien a quien le había explicado un poco lo que era lo habia llamado don…Un don debe proporcionar felicidad…¿no? Entonces, ¿por qué ella no se sentía feliz por poseerlo?

Claro que era incapaz de imaginarse cómo hubiera sido su vida sin él.

Durante un tiempo lo intentó, intentó olvidarse de que lo tenía…y no funcionó…volvió, porque ella lo había decidido así, en parte…pero porque el tampón de la botella no resistía demasiado, en cierta forma.

Y era más fuerte, más potente, que nunca…

Al principio intentó permitir simplemente que fluyera hacia una persona; había decidido dejar ese don para el que ella no encontraba mayor utilidad…al servicio de alguien que había encontrado, que le parecía que sabría qué hacer con él mejor que ella misma,… ella con controlarlo ya tenía suficiente…

Pero esa persona se retiró bruscamente, y ella se encontró con el problema de haber abierto una compuerta que ya no se podía cerrar, y con la dificultad de manejar algo más grande, más difícil que nunca…y sola.

Antes siempre lo había hecho sola, es cierto.
Pero tampoco lo había dejado nunca que surgiera tan salvaje y tan fuerte…
Ahora era una bestia con la que luchar cada noche…
Y estaba empezando a estar agotada
Por eso el viaje.
Para matar.
A ella o al don.
Pero los dos ya no podían convivir.

Con razón odiaba la convivencia…pero no…la convivencia mata, pero a sorbitos, más bien deja morir…y ella quería matar , matar de nuevo…como ya sabía, como ya había bebido tantas veces…el sabor a sangre en los labios…era delicioso recordarlo.

No, manos, quietas.
No es vuestro turno.

Hoy el muerto ya es conocido. La mujer siguió durante un rato caminando y leyendo, a saltos, aquí y allá…por diversión, sin más…por si veía una vida interesante que compartir durante un rato.

Nada fuera de lo habitual…odios,miedo,penas,sueños…

Nada que se pareciera a lo ella sentía.

Lo había sabido desde los seis años, cuando su amiguita del alma del colegio se había mudado a otro barrio. Nunca se habían vuelto a ver. Pero, al despedirse, su amiga le confesó que sabía que se iba desde hacía tres meses. Tres meses en que ella había leído amargura, decepción, alejamiento en su amiga…y había creído que era por ella, que ya no la quería, como sólo se puede querer a los seis años.

Cuando Sonia le había explicado que se había callado porque sabía que ella “sabía” más que los demás y que calló para evitarle dolor…la hubiera matado…

Lloraron juntas…y ella no conseguía explicarle que no lloraba porque se fuera…que lloraba de alivio…porque se había equivocado, porque no se había ido, de hecho, la había querido tanto que había decidido sufrir sola para no sufrir ambas. Había querido que no sufriera.
Durante décadas recordaría esta sacrificio…la única vez que alguien la había querido de una forma tan desinteresada…

Y equivocada, porque Sonia hubiera podido evitarle dolor proporcionándole la información que le había sustraído…con la mejor intención. Desde ese momento, no compartió su saber, ni su dolor…nunca más. ¿para qué?

Y se convirtió en una captadora de información…siempre, en todo momento, quería saber, saber, saber….

Entre información y dolor, siempre prefería la información…el dolor vendría igual, ya lo sabía…pero estaría preparada.

A lo largo de su vida sin Sonia…”un solo ser os falta a veces y todo está despoblado”…era el lema leído en la biografía de una presa por estafa en la época franquista…no recordaba el título del libro…de hecho le faltaban las pastas y páginas, lo había robado en un desván parroquial…

Había aprendido a manejar su capacidad de leer.

Le había dado la vuelta…había aprendido a emitir, a llenar los huecos que percibía en los demás…
¡y resultaba de lo más gratificante!

Dale a quien sea lo que quiere, conviértete en sus alas, en su cometa, en su lastre, en su luz, en su musa, en su princesa, en su confesora, en su profesora…en lo que quiera que su fantasía necesite y grita por ello…¡y te amarán!

Pero no como Sonia
Nadie me querrá nunca como Sonia…
Y ese convencimiento curvó su rictus en un gesto de desengaño permanente.

De vez en cuando se dejaba querer, se dejaba arrastrar por esas fantasía que sabía había provocado ella misma…recibía un poquito del reflejo de esa luz que ayudaba a crear…

Y cuando la pompa de jabón estallaba, se limpiaba el polvo del vestido, y volvía al camino.La última pompa había estallado muy arriba…y aún le dolían las costillas del golpe.

Pero sabía que, después del viaje, ya no habría magulladuras….

De pronto se dio cuenta de que se había perdido. Había seguido los pensamientos de un viejo verde que se tiraba a su secretario, y recreándose en la escena le había seguido hasta una zona fuera del plano que había memorizado.

Regresó a su hotel preguntando el camino..

La tercera persona a la que se lo preguntó la deseó.

Mediana edad, gomina…(gomina, no, ensucia la ropa), traje, corbata,parece inofensivo, como yo…
Se dejó acompañar, mientras se decidía.
Casualmente, se hospedaba en el hotel de enfrente.
Aceptó su copa, pero le dejó esperando mientras se cambiaba de ropa.

Un vestido sencillo pero resultón…no hacía falta, se recordó, él ya la deseaba….y aún no había recibido su dosis…cuando ella le diera lo que buscaba…la desearía aunque hubiese sido hermana de Quasimodo…

El pelo…suelto, recogido, suelto, recogido…esperó. Venga, no me gusta hacer esperar.

Para el recogido estaba el estilete de plata y marfil que le había traído un misionero amigo de Kenya, grabado con el símbolo de la fertilidad…lo que le parecía muy sugerente…y a sus parejas, cuando les explicaba por qué le gustaba utilizarlo en la cama…
Recogido…por si acaso.Conversación amena e intrascendental…piropos, halagos, el juego habitual…lo justo para sentir cosquilleo en la entrepierna…y el alcohol…el necesario para olvidar la cara y el nombre de a quien tenía enfrente…

Tres horas y una cena más tarde sabía que tenía que decidirse…el caballero era tímido y no se acababa de animar…
Bien…quería cambiar…que fuese distinto, y estaba de nuevo en la habitación de un hotel..el de él…casi idéntica a la suya, en la acera de enfrente.

Y sabía que cuando llegara el momento, cuando él tuviera un orgasmo y durante esos instantes ella se asomara a su pozo oscuro, y viera su alma tal y como él la veía, o como nunca se atrevería a querer verla…decidiría, si utilizaba el alfiler del pelo.

Bueno, lo de decidir era un eufemismo…ya traía la decisión con ella.

Su alma la había llevado hasta allí, estaba utilizando su cuerpo como habría utilizado otros antes, no la había visto, ni como persona ni como mujer, ni un sólo instante…y pagaría por ello…como los anteriores.
¡Y ella que había querido cambiar en este viaje!

Jugaron, a ratos ella incluso sintió placer, él se volvió loco por ella, como siempre pasaba …que disfrute antes…reconocía ella….es lo justo.

Y cuando le pidió sentirle dentro y él quiso complacerla, notó que algo había cambiado desde la última vez.

En él…al principio pensó que el cambio era en él…su pozo…¿no sería tan oscuro?

Pero sintió su vida a través de su placer…su mujer, tres hijos a los que no toleraba, la última estafa al fisco, la secretaria a la que había despedido porque no se dejó meter mano, el proveedor al que había envíado a la ruina porque no quería empezar a materiales peligrosos y más baratos…

Era tan ruin y despreciable como los anteriores…entonces…¿por qué no…
¿por qué dejo el estilete en la mesita de noche?

Le dejó terminar, se duchó mientra él dormía y se fue. Incluso le grabó su móvil en el suyo. La llamaría, estaba segura. A lo mejor podría ayudar a hacer algo con esa secretaria despedida,…utilizar su culpabilidad para readmitirla. Bien, cuando la llamase, ya vería qué podía hacer.

Después de todo, estaba vivo. Tenía una vida llena de oportunidades.

Y ella también.

El frío de la noche le pegó en la cara como una bofetada de mano amiga.

Pensó en Sonia.
Te encontraré, amiga.
Dijo a la noche aún joven.
Pero sabía que no se refería a Sonia.
Si no a otras como ella…en alguna parte, en algún lugar…alguien también le había perdonado la vida a otros.
Buscaría.
Y encontraría.

Dios no reparte dones inútiles …-se dijo. Y se metió en una discoteca a bailar.

Se dejó engatusar por el primer jovencito atractivo que le entró…y se lo llevó a la habitación de ella.

Y fue ella la que tuvo orgasmos durante toda la noche…sin importarle si él los tenía o no…no quería mirar en su pozo…estaba ocupada iluminando el suyo con guirnaldas de navidad.

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