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Sin Control

septiembre 17, 2020

Al abrir la puerta, Kevin se encontró con una hermosa pradera. ¿Qué está pasando? pensó, mirando de un lado al otro antes de cerrar la puerta. Luego la volvió a abrir, esperando que la imagen cambie. Pero no fue así, una vez más vio las verdes colinas y las blancas montañas en el horizonte.

¿Dónde estoy? pensó y regresó a la cabaña. En el interior todo era diferente a lo que recordaba—todo era extraño—las paredes estaban llenas de estantes de madera y velas derretidas. Buscando de un lado al otro notó que ninguno de los objetos le traía algún recuerdo, nada que pueda seguir.

Estoy dormido, pensó. Esto es un sueño, veamos si funciona. Kevin cubrió sus ojos con las manos, por un instante todo se volvió oscuro

De repente sintió al piso moverse, al pestañear notó que se encontraba en un autobús. A sus espaldas estaban decenas de pasajeros y en la cabina dos personas luchando. Uno de ellos debía ser el conductor, porque se acercaban rápidamente al costado de un puente.

En un instante, Kevin sintió al autobús empezar a caer y vio al azul del río acercarse a gran velocidad.

Al abrir los ojos notó que se encontraba sentado en una pequeña piscina de agua caliente. A sus costados se encontraban hermosas doncellas en trajes de baño, así que bajó la mirada y vio que estaba desnudo. Inmediatamente sintió vergüenza, la necesidad de esconderse empezó a crecer en su interior.

Después, y para su sorpresa, se encontró en la silla de un consultorio médico. A su alrededor hombres de batas blancas discutían—uno de ellos tomó un brazo de metal blanco y lo movió. Al tener el espejo cerca, Kevin pudo ver una herida en su rostro, era grande acompañada de un dolor frío y constante.

Uno de los doctores le ofreció una aguja, Kevin sabía que debía coser la herida. Pero no pudo, moviéndose para levantarse—luchando contra los brazos que lo sostenían. Todo lo que podía ver era la herida en el espejo, y sentir el aguja entrar y salir una y otra vez para cerrar la herida.

Al abrir los ojos, Kevin se encontró acostado boca arriba en su cama, llevó las manos al rostro y se dio cuenta que todo fue un sueño.

Enseguida se levantó para ir al baño. Sueños vívidos, pensó. ¿Quién está tan loco para querer pasar por eso?

 

Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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