Relato Corto Blog de Ficción

Una Pequeña Chispa de Aventura

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Samwy estrelló el martillo contra el cincelo. Con cada golpe, trozos de roca se desprendían de la pared. Pequeños fragmentos cayeron de los costados de sus pies de metal. Samwy era una criatura de fuego que residía en la frontera entre el Plano Elemental de la Tierra y el Fuego.

Hoy, mientras pasaban incontables días, Samwy golpeó las paredes de la cueva con su martillo. Abriéndose paso con cuidado a través de la piedra. En cualquier momento… el último golpe se sintió diferente. La oportunidad que Samwy había estado esperando. Era demasiado pronto para celebrar. Volvió a golpear la pared y reveló un cristal rojo.

Samwy tenía que tener cuidado al avanzar. El tamaño del cristal aún era desconocido. Así que decidió moverse lo suficiente hacia un lado para continuar picando la roca. Golpeando con su martillo. Tratando de ser lo más cuidadoso posible. La piedra preciosa era más grande de lo que imaginaba.

Imposible, pensó, retrocediendo para mirar. Tenía cuatro pies de largo y el vidrio todavía estaba intacto. El fuego que brota de Samwy, en lugar de cabello y barba, se encendió. La piel metálica del hombrecito de fuego parecía brillar.

Samwy tenía que sacar el cristal lo antes posible. Él continuó martillando. Asegurándose de que la estructura permaneciera intacta. Imaginando alguna hermosa artesanía que podría crear con el gran cristal. Una vez que finalmente pudo recuperar la piedra preciosa, Samwy la bajó al suelo de la cueva.

Su imaginación logró ver más allá de la brillante estructura de cristal rojo. Samwy dio forma a una nueva creación en su cabeza, una vez más sería reconocido entre los de su especie. Los Azer fueron los mejores maestros metalúrgicos conocidos de la historia. Su talento solo podía compararse con el de sus rivales más cercanos. Una especie que también vive en el Plano Elemental de Fuego y busca constantemente mejorar la calidad de las creaciones de azer.

Un grupo de salamanders patrullando el túnel en el que estaba trabajando Samwy, sintiendo el olor del rubí, las serpientes de fuego fueron rápidamente en busca del tesoro.

Samwy alcanzó a ver a tres salamanders acercándose por el túnel. Las criaturas de fuego dejaban líneas de piedra fundida a su paso. La temperatura de las serpientes era mucho más alta que la de un azer. El metal en sus manos era tan maleable como la masa. Eso los convertía en dignos rivales a la hora de forjar un arma.

Samwy tenía que proteger su cristal para que no perdiera rigidez. La temperatura de una salamanders podría estropearlo. Así que dio un paso adelante para proteger el tesoro.

«Veo que has encontrado algo para nosotros», dijo una de las salamanders.

Samwy levantó su martillo. «Sobre mi cadaver.»

Las salamanders se sostenían con la base de la cola. Lo que los hacía el doble de altos que Samwy. Ellos tambien llevaban tridentes de metal rojo en sus manos y comenzaron a rodear a Samwy.

«¿Que están esperando?» exigió Samwy.

Una de las salamandras arremetió contra Samwy con la cola. La velocidad del golpe hizo que pequeños pedazos de roca se desprendieran de la pared. Samwy logró saltar a un costado para esquivar el golpe.

«Será mejor que entregues la roca», dijo otra de las salamanders.

Samwy notó que un de los salamanders estaba a punto de lanzar su tridente. Samwy cargó contra otro de ellos. Pelear contra tres era ridículo; vencer a uno era casi imposible. Samwy no tenía otra salida. Los salamanders serìan capaces de cualquier cosa para robar tu tesoro.

La salamanders paró el ataque de Samwy. Los otros dos se concentraron en la gema del suelo. Solo tenían que tomarla y escapar.

Samwy arrojó su cincel y el metal se estrelló contra la cabeza de uno de los salamanders que estaba a punto de apoderarse de la gema.

Los tres salamanders dirigieron su atención a Samwy. Él dio un paso atrás para anticiparse al ataque de las colas de sus rivales. «Danos la gema y te dejaremos ir con vida.»

Samwy atacó de nuevo. Esta vez recibió un golpe de la cola de uno de las salamanders. El impacto lo empujó con fuerza contra una de las paredes de la cueva. El lugar comenzó a temblar. Los salamanders miraban de un lado a otro en busca de refugio… sin embargo, la cueva no perdió su estructura. Cuando los intrusos buscaron el azer, ya no estaba.

Samwy agarró la gema, se deslizó a través de las rocas en un túnel delgado y escapo con su tesoro.

Los salamanders alacanzaron a ver al pequeño azer correr y desaparecer en la roca. La entrada de la cueva era demasiado pequeña. La gema estaría demasiado lejos para que la alcanzaran. También corrían el riesgo de caer en ua trampa.

Samwy escapó, seguro de que nadie lo seguía, y la imagen de su futura creación se volvió vivida en su mente.

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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By Sebastián Iturralde
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