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El despertar de Minerva

El despertar de Minerva

El despertar de Minerva

El timbre de inicio de clases sonó justo a tiempo para Minerva. Ella corría, segura de que otra vez las puertas de la entrada principal se cerrarían antes de que lograra pasar. Esta vez lo logró, una vez más llegaba justo a tiempo. Una vez adentro de la escuela, su sensación de prisa desapareció y recordó el lugar al que había entrado: el corredor de una casa antigua con un gran espacio en la mitad de todo, donde el cemento cubría la tierra para que las líneas de un par de canchas deportivas pudieran existir de forma perpetua.

El sonido de las campanas fue la señal que todos estaban esperando. Minerva vio a los niños correr para formarse por cursos. Para ella esto era normal, todas las mañanas debían seguir un orden militar. Todos los días debían obedecer para ser asignados números positivos.

Minerva aprovechó el desorden de niños corriendo de un lado al otro para ir a su aula y dejar sus útiles… solo que esta vez decidió doblar un poco las reglas y cambió su dirección para dirigirse a los baños del segundo piso. Ella sabía que eventualmente la atraparían y, quién sabe, hasta la obligarían a ir a la oficina de la directora. Nada a lo que no estuviera acostumbrada.

El sistema de puntuaciones no significaba nada para Minerva. Ella solo debía cumplir su condena para finalmente volver a ser libre. Escapar de este campamento era su único anhelo. Así fue como llegó al baño, dejó su mochila en el piso y se acercó a los espejos para pasar el tiempo.

Minerva se miró en el espejo para arreglar la coleta de su cabello. Todo parecía estar en el lugar preciso. Por un instante se fijó en el resplandor de sus ojos azules y de inmediato empezó a analizar su atuendo. La blusa blanca estaba impecable, así que continuó estirando los extremos de la falda azul oscura que terminaba en sus rodillas. Ella se acercó al espejo al ver un destello al que no estaba acostumbrada en sus ojos.

Al acercarse al espejo, sintió una corriente recorrer todo su cuerpo. Un escalofrío, pensó sin darle mucha importancia… cuando un repentino destello de luz azul se desprendió de la punta de su dedo. La partícula se movía despacio, casi inmóvil en el espacio entre su dedo y el espejo. Minerva no podía creer lo que estaba sucediendo, pero la curiosidad fue más fuerte.

Minerva acercó su mano lentamente hacia la partícula. Una extraña confianza la obligó a continuar. Segura de que algo que salió de ella sería incapaz de hacerle daño, tocó la partícula con su dedo y, en ese instante, una explosión hizo que la presión del agua en las tuberías provocara que el agua empezara a brotar. Los chorros de agua se estrellaban contra el techo y las paredes. Minerva se cubrió la cabeza antes de empezar a salir corriendo, cuando notó que el agua dejó de moverse. En un instante se congeló, convirtiéndose en columnas sólidas.

Minerva empezó a temer lo que sucedería cuando los inspectores se enteraran de esto. Así que corrió hacia su mochila. Era cuestión de tiempo antes de que las puertas se abrieran. Ella tenía que salir para que no la encontraran en medio de… el sonido de la puerta acabó con sus esperanzas.

Al levantar la mirada, notó que sus temores tomaban más de lo esperado en volverse realidad. Minerva se mantuvo inmóvil, observando una puerta que no se abría, cuando una sustancia oscura empezó a levantarse del piso. Lo espeso del líquido la tomó por sorpresa; el miedo la congeló en su sitio, incluso gritar por ayuda se volvió imposible. Poco a poco, el líquido continuó levantándose hasta cubrir por completo la única salida.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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