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El llamado de Elysium

El llamado de Elysium

El llamado de Elysium

Minerva quería gritar, quería correr, pero su cuerpo parecía no reaccionar. ¿Acaso es una pesadilla? La idea de estar una vez más en la formación con los demás estudiantes cruzó su pensamiento justo antes de ver a un hombre salir del líquido. Ella levantó su mochila y empezó a dar pasos hacia atrás, alejándose lentamente del extraño que continuaba emergiendo.

Maximilian, el hombre que emergió del portal, usaba una túnica negra. Minerva rápidamente notó que debía tener la edad de sus padres, incluso mayor, ya que tenía una barba negra bien estilizada. Ella continuó caminando hacia atrás, intentando huir de la situación en la que se encontraba.

—Minerva —dijo el extraño—, hemos estado esperando que despierte tu magia desde hace mucho tiempo.

Las palabras crearon aún más confusión para Minerva. Sin embargo, se detuvo para escuchar.

—Esta realidad no está lista para los nuestros —él dijo, creando aún más confusión en ella.

—¿De qué estás hablando? —dijo Minerva en un tono desafiante.

—La magia nunca desapareció —él dijo—, y en el fondo tú siempre lo has sabido.

Minerva no supo cómo responder. Estaba cansada de la rutina a la que estaba obligada. Quería creer, pero su vida era la prueba de que lo que ese hombre decía era mentira.

Maximilian estiró su brazo con la palma hacia arriba y, sin esfuerzo, hizo que una llama se encendiera sobre su mano.

Minerva abrió la boca en sorpresa por lo que estaba presenciando. Esto hacía que todo lo que estaba sucediendo fuera real.

El hombre de túnica negra bajó el brazo y, con eso, el fuego desapareció.

—Soy Maximilian —él dijo—, un mago representante de una institución mágica. Tu afinidad es especial y por eso me gustaría invitarte a Elysium, donde otros como tú aprenden a controlar los elementos.

Minerva no podía entender lo que estaba sucediendo.

—Cuando vuelva voy a necesitar una respuesta —él dijo—. Puedes seguirme a la academia de magia o estaremos obligados a romper tu conexión con los elementos.

Minerva tenía la mente en blanco mientras miraba al hombre girar. Él regresó al portal, desapareciendo, dejando atrás solo el recuerdo de las runas rojas bordadas en la parte posterior de la túnica.

Una vez que el hombre terminó de atravesar el portal, el agua volvió a su estado líquido y Minerva salió corriendo del baño. Justo a tiempo para llegar a su aula, dejar su mochila y correr a la formación.

—Casi te atrasas —dijo Luisa al tener a Minerva a un costado.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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