El resto del día transcurrió con normalidad, excepto por el caos causado por la explosión de las tuberías del baño. Minerva tuvo que sentarse en los pupitres de madera y soportar el dolor en sus piernas, cambiando de posición para soportar esa incomodidad el resto del día, pero su mente estaba en otro lugar. Los maestros hablaban, pero las palabras no llegaban a ella. Su mente giraba en torno a la magia, las posibilidades y en huir de su condena. Todo se alineaba de una forma casi perfecta.
Las horas pasaron de una forma más dolorosa de lo habitual. Cada minuto la llevaba a una decisión que parecía obvia…
—Minerva —dijo la maestra—, pasa a la pizarra para que resuelvas el ejercicio.
La visión de Minerva la regresó a la realidad. No estaba segura de lo que sucedía cuando se levantó y empezó a caminar. Sus movimientos mecánicos la llevaron al frente del curso. Miraba a sus compañeros observándola. Luego giró para ver las letras, números y símbolos en la pizarra. Nada hacía sentido. Ninguna de las letras despertaba algo en ella.
—Te veo tan distraída —dijo la maestra—, te veo tan distraída que pienso que para ti esto es fácil.
Minerva quería volverse invisible.
—Señorita, por favor, diríjase a la inspección.
Minerva sabía lo que le esperaba, así que regresó a su pupitre para tomar su mochila antes de salir del aula. Sus pasos lentos en dirección a la inspección eran un acto de rebeldía. Ella no quería continuar siendo parte de este castigo. Al llegar, abrió la puerta y se sorprendió al ver que ninguno de los inspectores estaba presente. Siguió caminando hasta que encontró a Maximilian sentado tras el escritorio del inspector principal.
—Sigue —él dijo, invitándola a pasar—. Espero que ya tengas una respuesta.
—¿Podré regresar con mi familia? —ella preguntó.
—Claro —dijo Maximilian—, los estudiantes de Elysium pueden regresar a sus familias.
—Entonces estoy lista —ella dijo.
—Excelentes noticias —dijo Maximilian al levantarse. Inmediatamente, un líquido oscuro empezó a cubrir una de las paredes de la oficina—. Sígueme.
Minerva vio al hombre ingresar al líquido y se llenó de coraje. Sin saber lo que estaba por suceder, empezó a correr en dirección a la pared del cuarto y, segura de que iba a estrellarse contra la pared, saltó hacia el portal y desapareció.