Los dos continuaron corriendo por lo que parecía una eternidad. Minerva no quería seguir de la mano de un extraño. Era algo a lo que nunca pudo acostumbrarse. Cada instante hacía que su rostro se volviera un poco más rojo.
—Llegamos —dijo Duncan, recuperando el aliento.
Minerva observó el líquido transparente y a las personas que se encontraban al otro lado. El cuarto parecía estar cubierto por cuatro paredes de agua y, en el interior, se veían personas flotando a diferentes alturas. Minerva intentó darle sentido a la imagen, pero le era difícil entender.
Una vez que Duncan logró disminuir las pulsaciones de su corazón, se acercó a Minerva.
—Vas a necesitar una de estas —dijo, tomando una especie de disco de goma.
Minerva lo vio tomar el disco azul y cómo se doblaba en la mano de Duncan.
—De igual forma que estábamos controlando el agua —dijo—, puedes controlar estos discos. Mira.
Minerva observó el disco empezar a flotar y cambiar de forma, expandiéndose y volviéndose cada vez más delgado. El disco flotante luego bajó a nivel del piso y Duncan subió sobre él. Ella se quedó sin aliento al verlo flotar.
—Al controlarlo con tu imaginación, puedes hacer que se mueva en cualquier dirección.
Minerva lo vio alejarse y dar una vuelta antes de atravesar la pared de agua. Ella esperó a que regresara, lo que pareció una eternidad, y lo vio mover su brazo invitándola a entrar. El miedo se apoderó de ella. ¿Acaso piensa que voy a hacer lo mismo? Minerva vio los discos sobre una mesa y giró para mirar el pasillo por el que había llegado. La idea de regresar en búsqueda de Joanne pasó por su mente; sin embargo, se llenó de valor y tomó uno de los discos.
Minerva notó que ahora no necesitaba un contenedor para levantar el líquido y, con facilidad, lo hizo flotar. El disco se mantenía elevado a la altura de su rostro, mientras ella recordaba brevemente el último paseo a esquiar con su familia. El disco empezó a expandirse, tomando la forma de una tabla de snowboard, y bajó hasta sus pies. Respiró profundamente, dio un paso sobre la tabla y notó que era estable. Se detuvo, incrédula de lo que estaba a punto de hacer, y dio otro paso para mantenerse completamente sobre la tabla, mientras se concentraba para que su imaginación no perder el control.
Flotar era tan solo el primer paso. Giró para observar a todos los que estaban más allá de la pared de agua, a Duncan. Sentía las miradas y eso hacía que su miedo creciera. Sin embargo, mantener la mente concentrada en la tabla flotante le hacía casi imposible dejarse llevar por el miedo. Movió la tabla de un lado al otro y se sintió segura de atravesar la pared de agua.