Caminando por los pasillos de Zurkaks, Reginald sentía cómo la oscuridad se apoderaba de todo. El ritual de iniciación lo había dejado en un estado al cual todavía no podía acostumbrarse.
Los clavos negros con los que traspasaron su piel habían desaparecido por completo. La falta de cicatrices lo llevaba a pensar que todo fue un juego de su mente, una alucinación que lo llevó a desconfiar de la realidad… pero ahora la sensación había desaparecido. De alguna forma, el interior de Zurkaks tenía una energía que lo invitaba a quedarse. Caminar de una reunión a otra era emocionante.
Hoy tendría su segunda entrevista eclesiástica con los altos mandos de la torre. Reginald ni siquiera sabía con quién se iba a encontrar. La confianza lo invadió, pese a que los rumores decían que, al no pasar una reunión con los altos mandos de la Oscuridad, revocarían el permiso a nombre del estudiante. Con la mente libre de cualquier pronóstico de lo que podría suceder, golpeó la antigua puerta de madera oscura. Las paredes de piedra de los pasillos y su constante frío lo acompañaron mientras esperaba.
El tiempo pasó despacio y la ansiedad por entrar empezó a aumentar. Reginald quería saber si su tiempo en Zurkaks iba a continuar. El silencio, como una piedra en el zapato, se volvía más intenso a cada segundo. La tan añorada entrevista eclesiástica parecía estar cada vez más lejos, casi inalcanzable, mientras el helado piso de piedra empezaba a extinguir el calor de los pies de Reginald.
Eventualmente, el rechinar de la puerta al abrir llamó la atención de Reginald. Él no estaba listo para abandonar Zurkaks; todavía había mucho por descubrir.
—Sparky —dijo Lady Dark al abrir la puerta—. Te estaba esperando.
Reginald se sorprendió al volver a ver a la mujer que hizo que su viaje por Zurkaks fuera una realidad. Lady Dark era uno de los caballeros de oscuridad de mayor cargo en la institución. Reginald se sorprendió al descubrir que ella sería la encargada de cuestionar su convicción.
—Toma asiento —dijo ella, invitándolo a pasar—. ¿Cómo está tu relación con Lament?
Reginald sintió la energía que emanaba de su espada. Por un instante se sintió capaz de distinguir dónde estaba la separación entre ellos. Lament se volvió una parte de Reginald. Los dos eran uno y la oscuridad que lo invadía era la prueba.
Los dos se sentaron en lados opuestos de un escritorio cubierto por armas y artefactos.
—¿Sabes por qué necesitaba volver a verte? —dijo Lady Night—. Ronda un rumor de que eres un caballero de la luz.
Reginald abrió los ojos con sorpresa. Claro que era un caballero de la luz, pero sin su copia de las sagradas escrituras… La idea cruzó la mente de Reginald como una ráfaga de imágenes, en las que él tomaba prestada la copia de las sagradas escrituras que tienen en Zurkaks.
—¿Sigues siendo fiel a la luz? —preguntó Lady Night sin reservas.
—Sí —respondió con inocencia.
—Entonces ya no puedes ser parte de Zurkaks.
El mensaje le llegó como un balde de agua helada. ¿Acaso entendió lo que le estaban tratando de decir? ¿Acaso estaba siendo expulsado?
—Pero puedo dejar de ser fiel a la luz —dijo, sorprendido de sus propias palabras.
Lady Night continuó sin darle importancia a las palabras de Reginald, sin preguntarle si estaba seguro de lo que había dicho, sin dudar de su credibilidad.
El asombro se apoderó de Reginald. ¿Acaso había rechazado a la luz? ¿Acaso había pronunciado las palabras con sinceridad? El resto de la reunión pasó sin que Reginald se sintiera presente.
—¿Sabe qué? —dijo Reginald de repente—. Me será fácil dejar de ser fiel a la luz.
Antes de que lo notara, Reginald ya estaba caminando por los pasillos de Zurkaks, la torre de oscuridad, intentando entender lo que acababa de hacer. ¿Acaso su rechazo a la luz era tan solo una mentira para continuar? Aunque la misma lealtad a la luz que por tantos años guió su camino… Reginald no podía romper una promesa sin perder su conexión a la luz. De cualquier modo, el camino que escogió lo llevaría a dejar atrás la lealtad y así terminaría su persecución. Recuperar su conexión con la luz había sido su única razón para tomar este viaje. Ahora que había experimentado el poder de la oscuridad, ahora que su espada parecía ser una extensión de su cuerpo…
Estaba decidido: desde este punto en adelante, Reginald abandonaría su lealtad por la luz. Sin darse cuenta, su brújula interior se transformó, aunque Reginald todavía no sabía hacia dónde estaba apuntando.