CARGANDO

Encuentra más aquí

Los Problemas Vienen en Par

Los Problemas Vienen en Par

Los Problemas Vienen en Par

Cleirk y Kesly caminaban tranquilamente por el corredor de un castillo abandonado. Kesly imaginaba todo lo que podría comprar si lograban encontrar un nuevo tesoro. Para ella, la vida era un desfile de modas. Sus mejores amigos eran los dueños de las boutiques de toda la ciudad. Kesly solo podía imaginar el próximo atuendo que iba a utilizar. Fue entonces cuando las paredes empezaron a moverse.

Cleirk se detuvo, levantando un brazo para proteger a Kesly. El lugar se transformó en un gran salón sin aparente salida. Ellos permanecían en el centro del cuarto.

—¿Qué está pasando? —preguntó Kesly.

Cleirk estaba seguro de que se trataba de magia, como la que había experimentado antes. Lo más importante sería huir del lugar.

Dos mujeres entraron caminando a la arena de batalla que acababan de construir.

—Tenemos visitantes, hermana —dijo la que usaba un vestido largo azul—. ¿Acaso vienen por nuestro secreto?

Cleirk y Kesly se miraron entre sí.

—No, para nada —dijo Kesly—. Pensábamos que estaba abandonado y quisimos conocerlo.

—Por eso están armados para la guerra —dijo la otra, que llevaba un vestido largo rojo.

Las hermanas encendieron sus elementos y empezaron a conjurar. Entre sus manos, una luz correspondiente al calor y al frío empezó a brillar, seguida por una danza coordinada en la que las dos hermanas parecían acróbatas terminando su acto. Arrojaron sus respectivos hechizos.

Cleirk y Kesly miraron con asombro cómo las bolas de energía se encontraron y comenzaron a fusionarse, para finalmente estallar. La ráfaga de poder los empujó hacia atrás. Luego de la explosión, las más bellas mujeres de vestidos inmaculados flotaban, cubiertas de una energía oscura que poco a poco iba destruyendo los vestidos.

—No eran tan bonitos —dijo Kesly con una sonrisa picaresca.

Con sus vestidos destrozados y sus rostros demacrados, aterrizaron las hechiceras.

—Se ven mejor ahora —dijo Cleirk, observando con atención.

—Se arrepentirán de haber invadido nuestras tierras —dijeron las dos hechiceras antes de lanzarse al ataque, cada una con una esfera de energía fucsia en cada mano—. No saldrán vivos de aquí.

Kesly saltó a un costado para evitar ser impactada por una de las esferas de energía. La explosión la impulsó, aunque ágilmente giró en el aire antes de caer de pie. Al girar, notó que Cleirk y su almádena estaban en el piso. La dificultad del encuentro la obligó a concentrarse en algún plan… cuando alcanzó a esquivar otra esfera de luz.

Cleirk se levantó, tomando su almádena y listo para defenderse. Una de las hechiceras empezó a acercarse mientras la otra se dirigía hacia Kesly. Esta batalla estaba tomando un curso peligroso.

Por otro lado, Kesly solo huía de los ataques de la bruja. Era cuestión de tiempo; sería imposible mantener el ritmo por demasiado tiempo. Peor aún, Cleirk, con su pesada armadura, tendría aún más problemas para evadirlos y no creía que sirviera de mucho contra la magia. Aunque quizá… Kesly giró por un instante para ver una explosión de luz. Sin embargo, tuvo que devolverle su atención a la batalla y así evitar otro ataque.

Cleirk recibió el golpe contra su pecho y, luego de caer al suelo, sintió una corriente eléctrica sobre su armadura. Sin pensarlo dos veces, removió las piezas de metal tan rápido como pudo. Quedó vistiendo una camiseta sin mangas y un simple pantalón de tela. Además, se podían ver tiras de cuero enrolladas sobre sus manos y antebrazos.

La hechicera vio al guerrero en su atuendo tradicional; su musculoso torso. ¡Me voy a divertir!, pensó con una sonrisa y volvió a atacar.

Lo único que podían hacer era esquivar los ataques interminables. Las hechiceras parecían que ya habían luchado en batallas de este estilo. Era hora de cambiar las reglas. Cleirk logró cambiar su posición en la arena de batalla. Kesly lo notó y también se acercó lo más que pudo. Los dos se miraron por un instante; de inmediato supieron lo que debían hacer. Así que, dando la espalda a sus oponentes, empezaron a correr en dirección del otro.

Las hechiceras sonrieron e intensificaron el ataque. Dándoles la espalda serían blancos fáciles, pero ellos se alejaban en patrones irregulares, corriendo de un lado al otro, deteniéndose siempre en lugares diferentes antes de continuar. Ellas se frustraron y sus ojos empezaron a iluminarse. Verlos acercarse creó una sensación de frustración en ellas.

Cleirk alcanzó la mano de Kesly y activó su poder. El guerrero de las tierras heladas, que aceptó ser compañero de un Caballero de la Luz y que ahora estaba obligado a usar armadura, dejó caer su almádena. Para sorpresa de las hechiceras, el arma se convirtió en un pequeño perro de pelo blanco que inmediatamente empezó a ladrar. Luego, Kesly desapareció.

Las hechiceras observaron cómo una nube de humo brotó del guerrero, hasta pasar sobre ellas. Las dos se quedaron en silencio en la oscuridad, sin ser capaces de ver dónde se encontraban sus objetivos. Demasiado lejos para ver en dónde estaba la otra. Un grito de mujer sorprendió a una de ellas. ¿Acaso…? El golpe llegó sin aviso. La luz dejó de entrar a sus ojos y cayó al piso inconsciente.

Cleirk dejó a Kesly, quien enseguida recuperó su forma.

—Odio cuando haces eso —dijo Kesly, dando un paso hacia atrás—. Además, deberías estar usando tu armadura. Quieres que todos sepan quién eres.

Cleirk se quedó en silencio, avergonzado. —Lo siento.

—No me vengas con esas cosas —ella continuó—, te lo he dicho miles de veces.

Cleirk recordó un par de esas veces en las que su reacción fue muy diferente.

—Amarrémoslas antes de que despierten.

Cleirk colocó a cada una de las hechiceras atadas en uno de sus hombros y continuaron con su búsqueda.

Ver comentarios
Compartir
Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

Comenta en Twitter

Comparte tus pensamientos sobre esta historia en Twitter.