Escondido en la oscuridad de su armario. Convencido de que esconderse será suficiente para protegerlo del peligro. Joseph escuchó la puerta automática de su habitación abrirse.
Solo habían pasado unas horas desde que, impulsado por su inocencia, Joseph cometió otro error. Era como si su naturaleza fuera una molestia para su padre y para todos los demás en la nave.
¿Por qué tengo que ser tan diferente? pensó Joseph, conteniendo la respiración, mientras escuchaba los pasos fuera del armario.
Charles buscó debajo de la cama antes de dirigirse a la puerta metálica del armario. -Así que aquí estás.-
-No, espera- dijo Joseph… pero fue arrastrado fuera del armario. -No es lo que piensas.-
-Te voy a dar una oportunidad- dijo Charles, soltando el pie de su hijo.
-Yo estaba allí cuando lo hicieron…- dijo Joseph.
-Ya hemos hablado de esto- dijo Charles, desabrochando el cinturón. -Las mentiras realmente me molestan.-
-Pero… es la verdad- dijo Joseph.
-Basta…- dijo Charles, -sabes lo que va a pasar ahora.-
Joseph giró y corrió hacia la puerta automática de su habitación.
-Esta vez no será tan fácil- dijo Charles, observando a su hijo intentar abrir la puerta corrediza.
-Por favor, no- dijo Joseph. -Esta será la última vez que pase. Lo juro.-
-Sabes lo que pienso de jurar- dijo Charles. -Date la vuelta.-
Joseph levantó las manos. -No, por favor.-
-¡Date la vuelta!- dijo Charles.
-Lo siento, lo siento.-
Charles tomó a Joseph por el brazo, obligándolo a darse la vuelta y lo golpeó con el cinturón. Luego soltó al niño y salió de la habitación.
Joseph se quedó solo. Pensando. Tratando de entender lo que había pasado. Tal vez su padre no quería golpearlo fuerte. Aunque cuando pasó su mano, Joseph sintió el moretón.
La piel de las nalgas de Joseph estaba enrojecida por el golpe—a pesar del miedo que había sentido—el dolor era insignificante.
Joseph revivía la situación en su mente, tratando de entender el placer que había sentido. Todo este tiempo temiendo las amenazas de su padre, sin embargo, el dolor era tan placentero. Tal vez esto es lo que sienten otras personas, pensó.
Después del atardecer, Joseph se escabulló de los dormitorios de la nave estelar. Tenía que encontrar una respuesta a la pregunta que giraba en su mente. ¿Soy el único que disfruta del dolor?
Joseph no tenía un plan ni una excusa. Eso ya no era importante. Llegó al pasillo principal y caminó en la única dirección que tenía sentido—hacia un bar frecuentado por los mayores de la escuela. Allí podría despejar sus dudas.
Tan pronto como la puerta automática corrediza del lugar se abrió, vio a extraños bebiendo y charlando. El ambiente parecía cálido y el área estaba llena del olor a humo.
Joseph se acercó a la barra… sin estar seguro de lo que iba a hacer. Cuando uno de sus compañeros lo reconoció.
-Oye, Joseph. ¿Qué haces aquí?- dijo Timmy. -Pensé que tenías que irte a dormir.-
-Tengo tiempo para una bebida- dijo Joseph.
-Esto es lo que me gusta escuchar- dijo Timmy. -Ven, te invito una bebida.-
De camino a la barra, Joseph notó muchas caras desconocidas. Esta era una oportunidad perfecta para probar su teoría, y chocó con el hombro de un desconocido.
-Mira por dónde vas- dijo Pedro, el hombre con el que Joseph chocó.
Joseph se detuvo junto a él. -Quítate de mi camino.-
-¿Tienes un problema?- preguntó Pedro, extendiendo los brazos.
-Sí, tú eres mi problema- dijo Joseph.
Pedro levantó una mano hacia la cara de Joseph. -No voy a perder mi tiempo contigo.-
Joseph notó que el hombre estaba a punto de darle la espalda. Estaba a punto de perder una oportunidad. Esta fue la primera vez que Joseph apretó el puño con la intención de lastimar a alguien y actuó impulsivamente lanzando un golpe.
Pedro esquivó el primer golpe y comenzó la pelea. Los otros chicos en el bar se alejaron de la pelea, creando un círculo a su alrededor.
Joseph recibió un par de golpes pero siguió peleando con claridad. Incluso después de caer y golpearse la cabeza contra el suelo, Joseph continuó peleando lúcidamente.
Sus golpes eran desorganizados y no causaban mucho daño, incluso cuando acertaban. Mientras que los golpes de Pedro lograron abrir la piel sobre el ojo de Joseph. En ese instante, la pelea fue detenida.
-¡Déjenme ir!- dijo Joseph, tratando de liberarse del grupo de hombres que lo sujetaban.
-Cálmate- dijo Timmy, agarrando la cara de Joseph. -Será mejor que salgamos de aquí.-
Timmy salió del bar siguiendo a los hombres que sujetaban a Joseph.
-¿Qué pasó?- preguntó Timmy, una vez que estuvieron solos.
-Ese loco- dijo Joseph, ocultando su secreto. Encantado de confirmar lo bien que se siente recibir un par de golpes.