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Un Ciclo Sin Fin
07 de May de 2025 | Diario del Escritor

Un Ciclo Sin Fin

Un Ciclo Sin Fin

Empieza un día más de este tormento. Pensé que esta vez sería diferente, que después de tantos intentos finalmente me sentiría libre. Así que dejé que el día tomara su curso, mientras mi pluma quedaba olvidada en casa.

El rugir de los carros interrumpía el viaje mental, y la sensación del cemento bajo los pies lo hacía extrañar la naturaleza. Era extraño, pero Margo recordaba todo el tiempo la sensación de estar perdido entre los árboles. De sentir la tierra viva bajo los pies… hasta que una corneta, sin aparente razón, sacudió sus sentidos.

—Este será un día para no escribir —se dijo, intentando darse confianza.

Cada cierto tiempo, Margo creía que el trabajo diario le daría el descanso que tanto deseaba. Soñaba con dejar atrás la esclavitud y vivir libre, como era antes de despertar a la criatura. Pero ese era un sueño que, una y otra vez, se demostraba falso.

Margo era un romántico que pensaba que las buenas obras serían suficientes para romper sus cadenas. Pero una y otra vez, caía en la misma trampa.

Escribir ya no era una opción: estaba condenado a hacerlo. Así que, siguiendo su naturaleza rebelde, decidió intentarlo otra vez. Llenarse de excusas para viajar por el mundo y no tener tiempo para escribir.

Los resultados eran mejores de lo que esperaba. En su paseo por la ciudad se encontró con algunos cachorros, incluso un gato caminando con correa. Todas excusas válidas para que el dios de la literatura lo perdonara.

Todo parecía ir según lo planeado. Cada paso lo acercaba a la noche. Cada instante crecía el temor de continuar.

Algo dentro de él susurraba que esta vez sería diferente. Que esta vez sería capaz de pasar un día entero…

Y entonces lo vio por primera vez.

Su cuerpo apareció de repente. La criatura era aterradora.

No se veía como él esperaba. Su forma física no correspondía con la estela de oscuridad que había construido su imaginación. Esto era real.

El cuerpo estaba cubierto de púas. Su color recordaba al de un insecto, pero su constitución humanoide lo volvía inquietante. La piel parecía blanda, como la de un humano, pero las púas que rompían su superficie y brotaban de todas partes daban una sensación constante de dolor. Como si bastara verlo para imaginar el peso de tener algo atravesándote un brazo.

Pero lo más perturbador eran sus ojos: rojos, brillantes, llenos de luz.

Margo se detuvo. Asombrado por lo que estaba sucediendo. Empezó a buscar en sus bolsillos algo, cualquier cosa…

Escribir era lo único que venía a su mente. Era el momento de empezar. Era la hora de escribir. De describir a la criatura que lentamente se acercaba.

Nada.

Sin tiempo para analizar la situación, entró en la primera tienda que encontró.

—Buenas… —dijo con una voz rota.

—¿En qué puedo ayudarlo?

—¿Tiene lápices o bolígrafos?

—No… pero nos llegaron estas plumas.

Margo vio la pluma y supo que estaba fuera de su presupuesto. Pero eso no importaba. Él tenía que escribir. Estaba seguro de que la criatura lo estaba buscando.

Así que compró la pluma y un pequeño cuaderno de apuntes. Se arrimó a la pared para observar cómo la criatura se acercaba lentamente… y entonces, empezó a escribir.

Cada instante que pasa siento que un minuto más se suma a mi deuda. El deber se convierte en un peso sobre mis hombros que, cada día, es más difícil de cargar. Pero ¿de dónde salió esta descabellada idea? ¿Desde cuándo empecé a pensar así?
El tiempo es prestado, dicen, sin darse cuenta de que la idea de una deuda está claramente forjada en nuestro inconsciente.

Es fácil fingir que estamos aquí simplemente para disfrutar, actuar como si esto fuera un regalo otorgado por nuestra belleza. Sería curioso pensar cómo cambiaría la vida si, en lugar de fingir demencia, empezáramos a trabajar para pagar esa deuda.

La idea de que la vida terrenal es un regalo está más atada a lo maravilloso que es vivir. Algo tan hermoso, uno lo regalaría. Un sentimiento de aprecio tan profundo que se quisiera compartir con los seres queridos.

Pero ¿y si todo esto no es más que una cortina de humo que elegimos creer? ¿Y si este gran regalo tiene un precio? ¿Y si pudiéramos empezar a pagarlo, para que el tiempo que pasamos cubriendo la deuda —y lejos del verdadero vivir— fuera más corto?

Por eso, yo vivo consciente de que esta deuda se vuelve más pesada a cada instante. Consciente de que las acciones que alivian mi viaje son las que me permitirán disfrutar del regalo con más frecuencia.

Después de todo, la idea del infierno existe por alguna razón, y aunque no sepamos con certeza qué significa, cualquier intento de escape podría ser una ayuda.

Así que sigue disfrutando del regalo, pero no te confíes: las tarjetas de crédito dejan de ser hermosas cuando golpean la puerta de tu casa para cobrar.

Con eso, Margo levantó la mirada y se encontró solo, una vez más, rodeado por una noche que se volvía rápidamente fría.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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Mensaje del Autor
Un relato introspectivo sobre la lucha de un escritor atrapado entre su pasión y su condena, enfrentando una criatura que desafía su realidad.
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