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Sibilare - Parte 7

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Desde un helicóptero que volaba sobre la ciudad de Intiyahuar, el piloto del escuadrón encargado de perseguir y exterminar cualquier manifestación de hechicería, el diácono —Matías— observó a la sospechosa salir de la tienda de antigüedades.

—Tengo al objetivo en la mira —dijo Matías por la radio.

En ese instante empezó el operativo para neutralizar al objetivo.

—Comunícame con el obispo —dijo el vicario —Germán— desde el interior de la Iglesia Basílica de Intiyahuar.

—Tenemos al objetivo —dijo Germán, cuando la llamada fue conectada.

—¿Qué estás esperando? —preguntó el obispo —Marco—. Encárgate de ella.

Una vez que la orden fue dada, todos los escuadrones en espera empezaron la cacería de la bruja.

Enseguida, un vehículo negro se atravesó frente a la motocicleta en la que viajaba Dana. Por suerte, esta era liviana y fácil de maniobrar. Jacob alcanzó a frenar, manteniendo el equilibrio sobre la llanta delantera antes de estrellarse, y dejó caer la parte trasera de la motocicleta hacia un costado. El sonido del motor al acelerar llamó la atención de los diáconos en el vehículo, pero la motocicleta de enduro era demasiado rápida para ellos.

Jacob aceleró, haciendo que la motocicleta dibujara un círculo negro con la llanta trasera. Luego volvió a acelerar para levantar la llanta delantera y hacer que el chasis se estrellara contra la capota del vehículo de los diáconos. Logró subir sobre el carro y siguió pasando sobre ellos.

Si intentan bloquear el camino, pensó Jacob, es porque no quieren que vaya para allá. Pasó junto a una motocicleta de autopista. Ellos no saben lo que es andar en un vehículo todoterreno de competencias en dos ruedas.

Los diáconos en el helicóptero se sorprendieron al mirar la hazaña.

—Cambio de planes —dijo Matías—. Se dirigen al este.

Si lograban salir de Intiyahuar, sería imposible que los atraparan. Los diáconos no esperaban la astucia del motociclista.

—Todas las unidades —dijo Germán—. Quiero cerradas todas las salidas de la ciudad.

Enseguida, otros diáconos de la ciudad empezaron a dirigirse a las salidas más cercanas. Debían detener a la bruja para confrontarla.

Dana se sostenía con fuerza de Jacob; jamás pensó pasar sobre un vehículo con una motocicleta. Tampoco pensó posible ser perseguida por la iglesia, o que ellos tuvieran poderes místicos. ¿Cómo es posible que puedan controlar la luz? Estaba aturdida, pero segura de que la respuesta estaría en el libro que tomó.

Jacob manejaba seguro de su destino, aunque en realidad no tenía idea de lo que sucedía. Lo único que quería era huir, pase lo que pase, debía alejarse de las espadas brillantes. El dolor de su brazo parecía disminuir, pero todavía sentía tensión en sus músculos. Era parecido al dolor de electrocutarse. Sentía que algo de esa luz seguía dentro de su brazo, algo que tardaría mucho tiempo en salir.

La simple idea de volver a tocar la luz creaba un vacío en su estómago.

Jacob manejaba como un maniático, pasando vehículos estacionados tras las señales de tránsito. Sin embargo, no podía esperar que las luces cambiaran, y sonrió al notar que el volante de la motocicleta era más alto que los retrovisores. Así que ni siquiera necesitó bajar la velocidad, solo seguía, con una sola meta en su mente: escapar.

—Lo tenemos, padre —dijo Matías, cuando un camión cruzó frente a la motocicleta.

Jacob presionó el muslo izquierdo de Dana, intentando enviar un mensaje. Luego, se lanzó hacia un costado, con el extremo del volante golpeando el piso y, gracias a lo delgado de la motocicleta, quedó un espacio para proteger sus piernas. Dana cerró los ojos y lo abrazó con fuerza; se deslizaron a centímetros del asfalto. Después, cuando la motocicleta se detuvo, él ayudó a Dana a bajarse y notó que estaba ilesa.

—¿Estás bien? —dijo él.

Ella no alcanzó a responder cuando vio una sombra acercarse.

—Tenemos que salir de aquí.

Jacob vio a cuatro hombres de negro acercarse. Estos eran parecidos a los monjes que encontró en la tienda de antigüedades, pero su ropa era diferente. Enseguida, uno de ellos arrojó lo que parecía ser una llama negra.

El pequeño dragón salió de la cartera y empezó a protegerlos de las llamas. Volaba de forma desorganizada, estrellándose de frente contra las bolas de fuego negro. Aunque era difícil de apreciar, creaba una llama de su boca antes de cada impacto.

Dana perdió la paciencia y sus ojos se llenaron de fuego.

Jacob levantó la motocicleta. Inmediatamente intentó encenderla, pero el arranque eléctrico no funcionaba, así que sacó la pata y empezó a patear el arranque mecánico, pero nada. El motor no reaccionaba.

Dana vio a Jacob repetir el mismo movimiento, saltando sobre la motocicleta. Él se veía desesperado por la situación. Ella enfrentó a los diáconos, haciendo que bolas de fuego se encendieran sobre las palmas de sus manos.

Sus bolas de fuego y el pequeño dragón eran suficientes para detener los ataques, pero eso no cambiaba su situación: estaban acorralados. Dana llamó a los elementos, comprimiendo el oxígeno sobre la palma de su mano derecha, continuando hasta crear una esfera de oxígeno líquido, y siguió comprimiendo hasta que se volvió sólida. El aire a su alrededor se enfrió, y el pequeño dragón abrió su boca para consumir la esfera.

Ni siquiera Dana esperaba ver al pequeño dragón amarillo cambiar de color; la luz que brillaba de él se tornó azul. Y por primera vez, Dana sintió un líquido cruzar por su mirada. Empezó a lanzar bolas de oxígeno líquido con las palmas de sus manos, y estas bolas heladas, luego de estrellarse contra el fuego negro, continuaban su trayectoria.

Una vez que Dana notó el cambio, intentó impactar a los diáconos. Sin embargo, ellos huyeron sin darle oportunidad.

—Vamos —dijo Dana—. ¿Qué haces?

Jacob regresó a ver, mientras seguía luchando por encender su motocicleta.

Eventualmente, el estruendo del motor regresó, y ellos subieron para continuar escapando.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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