CARGANDO

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Sibilare - Parte 13

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Sibilare - Parte 13

Al salir del restaurante, volvieron a subir a sus motocicletas. Dana imaginó que sería un viaje corto; se dirigían a la casa del amigo que podía descifrar el libro, pero ella empezaba a arrepentirse del atuendo que había escogido. La noche se apoderaba del paisaje y, lejos de la ciudad, viajando en la parte trasera de una motocicleta, empezó a sentir frío. ¿Por qué escogí un vestido?

Dana sostenía con fuerza sus piernas a los costados de la motocicleta, manteniendo sus músculos flexionados durante el trayecto. Viajaban a gran velocidad por un camino antiguo; Dana no podía evitar caer sentada luego de cada movimiento brusco. Peor aún, empezó a sentir frío en sus manos. ¿Qué tal si…? pensó. Y una bola de fuego se iluminó frente a ellos, flotando a unos metros de distancia, siguiendo los movimientos de la motocicleta. La esfera creaba un cono de aire al estrellarse contra el frío viento. Inmediatamente, el frío de la noche desapareció y Dana se relajó un poco.

Jacob iba adelante; él sabía de quién hablaba Jason. Se dirigían a la casa de Tanya, una vieja amiga a la que no ven desde hace algún tiempo. Suponían que, de las personas en las que podían confiar, ella sería la única capaz de descifrar las runas. Las palabras en las sagradas escrituras parecían símbolos sin un orden aparente, y esa era la única pista que tenían para descubrir lo que quieren de Dana.

Parecía obvio que su única intención era matarla, pero debía existir una explicación para sus motivos. La idea llegó a la mente de todos, pero ninguno quiso hablar del tema. Era probable que existieran más personas como ella, otros maestros de los elementos en el mundo, pero no había forma de que lo supieran. Lo más probable, si existen sobrevivientes, es que intenten pasar desapercibidos.

Continuando un viaje demasiado largo para Dana, con sus piernas adoloridas por mantenerlas flexionadas, por lo menos todavía no se golpeaba con una roca. Tengo la solución, pensó. Dos trozos de oxígeno cristalizado aparecieron a los costados de la motocicleta, perfectos para que pudiera asentar los pies.

Poco después, al llegar a su destino, estacionaron sus motocicletas y tocaron el timbre. Finalmente, salió Tanya usando un vestido negro casual con puntos rojos que brillaban con la luz de alumbrado público. Traía su cabello negro suelto y sandalias.

—Bienvenidos —dijo Tanya al abrir el portón—. Dejen las motocicletas en la parte de atrás.

—Hola, Tanya —dijo Jacob al pasar empujando su motocicleta.

—Mijín… —dijo Jason y estrelló una mano contra la de Tanya.

—Así que tú eres la misteriosa Dana —dijo Tanya—. Pasa, aquí te sentirás en casa.

Dana asintió con la cabeza.

—Bonito lugar. ¿Vives sola?

—La mayor parte del tiempo —respondió Tanya—. Tiene sus beneficios.

—Claro… —dijo Dana, mirando la casa—. Me imagino.

—¿De qué están hablando? —dijo Jason al llegar, luego de dejar su motocicleta—. Imagino que de mí.

—Qué vamos a hablar de ti, flaco —dijo Tanya—. Mejor indícame este libro del que tanto hablas.

Dana sacó la copia de las sagradas escrituras de su bolso, asegurándose de no molestar al pequeño dragón dormido.

—Aquí está.

—Déjame ver —dijo Tanya—. Interesante. ¿Y cómo lo consiguieron?

—Se lo arrebatamos a unos tipos con espadas brillantes —dijo Jacob, recordando el dolor en su brazo al tocarla.

—¿Espadas brillantes? —preguntó Tanya con sorpresa—. ¿Como en la tele?

—No, eran de metal pero les brotaba luz —dijo Jacob.

—¿También las viste? —preguntó Tanya, girando para mirar a Dana.

Pero ellos no sabían que Dana había visto otro tipo de espada, una de la que brotaba oscuridad.

—Sí, también las vi.

—¿Y dices que ellos andan a cargar estos libros? —dijo Tanya—. Veamos qué se puede hacer. Por acá.

Todos siguieron a Tanya al interior de su casa. Era pequeña desde afuera, pero al ingresar se podía notar que no quedaba un centímetro de espacio para poner más cosas. El lugar estaba repleto: aparador tras aparador, mesas cubiertas con libros, frascos, herramientas. Era imposible descifrar la profesión de la mujer. Debe ser otra hechicera, pensó Dana con esperanzas de hablar con alguien de sus poderes.

Tanya colocó el libro sobre una mesa iluminada y empezó a examinar sus páginas. Los demás se quedaron tras ella, mirándose entre ellos.

—Bueno… —dijo Jason—. Me voy a armar uno en el patio. ¿Me acompañan?

Tanya se quedó sola, analizando los símbolos en las páginas, buscando similitudes entre ellos, tomando notas en un cuaderno. Por horas, siguió mirando el libro, dejándolo solo para anotar algo que llamaba su atención. Los símbolos parecían repetirse y era probable que todo el alfabeto se encontrara en el libro. Sin embargo, eso no era todo; Tanya notó que había más dibujos que el número total de letras del abecedario, se trataba de un alfabeto diferente a los que estaba acostumbrada. Deben ser sílabas, pensó, empezando a descifrar el código.

Finalmente, después de algunas horas, salió Tanya de su casa.

—Lo tengo.

Jason esperaba sentado en su motocicleta hablando por teléfono, mientras Jacob conversaba con Dana.

—Traduje la primera página.

Dana fue la primera en llegar; tomó la hoja de la mano de Tanya y, con curiosidad, empezó a leer.

Desde tiempos milenarios, los caballeros de la sagrada corte juzgamos a los herejes; somos el tridente del Padre, la última línea de obediencia. Empezando con la sagrada ejecución del último brujo que caminó sin temor; somos tan antiguos como el calendario, y existimos para servir al verdadero Dios.

Por generaciones, los caballeros de la sagrada corte hemos mantenido la paz y el orden en el reino del Señor. Siendo la corona del Padre, el Papa es el único que tiene dominio sobre nosotros y a él le debemos los poderes que restan sobre nuestros hombros; aceptamos la voluntad de aquellos que pueden escuchar la divina voz.

Recuerda, hermano: no existe bendición sin sacrificio, ni luz sin oscuridad.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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