CARGANDO

Encuentra más aquí

Sibilare - Parte 14

Sibilare - Parte 14

Sibilare - Parte 14

Luego de dejar las sagradas escrituras para que Tanya termine de traducirlas, Dana y los demás siguieron el camino de regreso a la ciudad. Lo que ellos no esperaban era que la bola de fuego que les abría el paso a través del frío de la noche sería lo que la iglesia necesitaba para encontrarlos.

De regreso en la iglesia Basílica de Intiyahuar, una vez que el obispo Marco se enteró del fracaso del vicario Germán y los daños del centro comercial, la orden fue dada para que se dé inicio a una nueva invocación. De tal forma, los residentes de la iglesia fueron llamados para realizar una ceremonia de emergencia; así se reunieron frente al altar con la escultura del cuerpo agonizante del último mago que recorrió el mundo sin temor a usar sus poderes.

En las catacumbas se iluminó la llama negra que siempre permanece encendida. En esta ocasión no había monjas esperando ser un sacrificio; ellas también fueron llamadas a participar en la ceremonia sagrada. Una vez que todos encontraron un lugar para sentarse, el obispo Marco entró y caminó a su lugar frente al altar.

—¿Por qué la dejaron escapar? —preguntó Marco, acercándose al micrófono que le daba eco a su voz—. Por Dios, es solo una mujer.

Las butacas estaban llenas de hombres y mujeres que vestían los atuendos correspondientes a sus cargos en la jerarquía litúrgica. Escuchaban en silencio.

—¿Acaso tengo que encargarme de todo? —dijo Marco, girando para quedar frente a la escultura del mago agonizante—. Recuerden lo que pasó la última vez que dejamos a uno de esos hacer de las suyas.

Tomó el cáliz con la sangre de un animal y la vertió en el piso, diciendo: —Padre, acepta el sacrificio de la sangre de un inocente y concédenos una puerta a tu reino.

La mancha de sangre se expandió por el piso, poco a poco se fue convirtiendo en un círculo casi negro. Cuando el líquido cambió de estado, dejó en su lugar un agujero, como si se hubiese abierto una puerta hacia una escalera subterránea. El obispo dio un paso hacia atrás, esperando ver lo que sucedía, colocando sus manos frente al pecho y bajando la cabeza.

Después, cuando parecía que nada iba a suceder, cientas de pequeñas criaturas empezaron a salir por el agujero que se formó con la sangre. Algunos eran gordos, de cabezas que parecían ser más anchas que todo su cuerpo, con bocas grandes y llenas de colmillos. Otros eran pequeños y tenían alas de murciélago. Unos, incluso, parecían perros sin piel. Finalmente salió uno con las piernas de un caballo, garras afiladas y cuernos sobre su gran cabeza. La piel roja era lo único que cubría su bien dotado y fornido cuerpo.

Marco tuvo que retroceder para darles espacio a los demonios. —Vayan, busquen a la bruja y terminen con ella —dijo mientras los continuaba viendo salir y organizarse alrededor del agujero.

El demonio más grande se paró sobre sus patas de caballo, extendió los brazos y abrió las alas. Después, emitió un sonido espeluznante. Todas las criaturas empezaron a correr en diferentes direcciones. Asmodeus se acercó a Marco y lo tomó por el cuello.

—¿Quién osa solicitar mi presencia? —preguntó, levantando al obispo.

Marco se sostuvo con ambas manos de la garra para tomar aire.

—Esperaba no tener que volver a ver tu rostro, anciano —dijo Asmodeus, arrojándolo hacia un costado.

—Lo lamento, señor —dijo Marco, extendiendo las manos sobre el piso y bajando la cabeza.

—Entonces no pudieron eliminar a la hechicera —dijo Asmodeus.

—Es demasiado fuerte —dijo Joshua, uno de los vicarios sentados en las butacas.

Asmodeus giró para mirar a los miembros de la iglesia que presenciaban la ceremonia. —¿Acaso te di permiso para que me dirijas la palabra?

—Lo siento, señor —dijo Joshua, arrodillándose—. La bruja es demasiado poderosa para nosotros.

Asmodeus levantó una mano y empezó a crear una bola de fuego negro sobre su palma. Luego la lanzó hacia Joshua. El fuego voló a gran velocidad, pero Franco, otro de los vicarios presentes, creó una pared de luz blanca, protegiendo a su compañero.

—Pensamos que tiene una copia de las sagradas escrituras —dijo Franco.

—¿Osas interrumpir mi castigo? —preguntó Asmodeus, frunciendo el ceño.

—Señor —respondió Franco—, la mujer está evadiendo nuestros sistemas de monitoreo.

—Mis demonios la encontrarán —dijo Asmodeus, levantando la mano para bendecir a los presentes con la señal de la cruz—. Que la luz del maestro esté con ustedes.

Con eso, giró para regresar al agujero, pero se detuvo un instante para mirar la escultura del cuerpo agonizante. Después, escupió sobre ella. “Maldito seas”, pensó, y siguió caminando.

El fuego continuaba brillando frente a la motocicleta, haciendo más placentero el viaje para Dana. Sin embargo, esta también era una excelente fuente de energía para que los pequeños demonios que salieron del portal pudieran encontrarlos. Dana estaba más cómoda en la parte trasera de la motocicleta, sus pies firmes sobre los trozos de hielo y sin frío gracias a sus poderes.

Cuando, sin que lo esperaran, una mancha negra pasó frente a ellos. Jacob giró hacia un costado para evadirla, pero esta no era como uno de los animales de la montaña que había visto. La piel de la criatura brilló con la luz del faro de la motocicleta. ¿Qué diablos fue eso?, pensó.

Las motocicletas continuaron viajando a gran velocidad por el camino de tierra. A un costado de la vía estaba la montaña creciente, mientras al otro la ladera. Viajaban por las faldas de un volcán que se ha mantenido inactivo por generaciones, tranquilos porque conocían muy bien el camino.

Otras dos criaturas aparecieron corriendo por detrás de ellos. Jason las sintió como si fuese perseguido por perros, solo que estos eran más grandes y cada vez estaban más cerca. Girando, Jason logró evadir a uno de los demonios; estos corrían con la boca abierta al costado de la motocicleta, cuando un sonido llamó su atención. De la maleza salió otro demonio y se estrelló contra Jason; la motocicleta se sacudió con el impacto, y un perro con la cabeza enorme lo tomó del pantalón. Jason sacudió la pierna para intentar que los grandes colmillos lo soltaran, pero el demonio siguió sosteniéndolo mientras era arrastrado a un costado.

Después de forcejear durante un tiempo, Jason logró que el demonio de ojos rojos y la boca como una sandía llena de colmillos lo soltara. La criatura giró en el piso hasta estrellarse con otro de los demonios que corrían. Mientras tanto, Jacob seguía preguntándose qué había visto, cuando otro demonio se acercó volando hacia él. Dana sintió que su cartera empezaba a moverse; el pequeño dragón salió volando y se estrelló contra el demonio antes de que impactara con la motocicleta. Jacob solo sintió trozos de cristal estrellarse contra su casco.

Ver comentarios
Compartir
Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

Comenta en Twitter

Comparte tus pensamientos sobre esta historia en Twitter.