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Sibilare - Parte 16

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El camino espiritual es desgarrador, te deja limpio de todo lo que tenías o pensabas tener. Un viaje a través de las vibraciones universales que te van llevando por todos los niveles del conocimiento; en un instante tienes acceso al pasado de seres que no puedes entender, y puedes ver que somos la música que brota de una orquesta universal.

Pero no estamos afinados, somos lo que proviene de un instrumento con otro propósito. Los sonidos de un ave que no quiere cantar, el trinar de un ser con la insaciable necesidad de ser alguien diferente; insatisfecho con el tono que le ha tocado entonar.

El público conversa entre sí, ellos no entienden lo que está pasando. ¿Cómo es posible que la más hermosa sinfonía esté sonando tan mal?

Nos desafinamos, perdemos la vibración que solíamos sentir cuando el conocimiento no existía; en esos años de niñez que vagamente recordamos, cuando sabíamos exactamente quiénes éramos. El mundo nos obligó a llenarnos de ideas, sin estas, se dice, que es imposible crecer. Quizá sea hora de olvidar.

Dejar ir todo lo que aprendimos con tanto esfuerzo, sabiendo que las herramientas que nos regalaron los ancestros siempre estarán con nosotros; dejarnos llevar por la luz que tenuemente brilla en nuestro interior. Y, con la ayuda de todo lo que hemos aprendido, volver a entonar la vibración que nos corresponde. Ser los niños con el conocimiento, mejorar la sinfonía universal y ser parte de este gran espectáculo.

De tal forma, el camino espiritual te deja sin nada, desnudo. Te ayuda a encontrar la persona que eres detrás de tus miedos; con acceso a los registros akáshicos. Ábrelos, mira el futuro sin temor y entona la vibración de la naturaleza. Disfruta la experiencia de vida que te debes permitir experimentar, sé humano.

Porque, después de todas nuestras ideas imaginarias, somos y hacemos lo que hace un humano.

Deja atrás todo lo que tu mente carga. Olvídate de tus dolores, suelta los rencores, perdona todas tus deudas. Empieza una mañana limpio, como si la vida te regalara una oportunidad para volver a empezar; deja las cadenas que te atan a la vibración que sigues. Notarás que tú eres el que las sostiene, fingiendo que son las ataduras que la vida puso sobre ti.

Abre las manos, deja caer todo lo que ya no necesitas, da un paso hacia adelante y acompáñame a crear la sinfonía más hermosa que el universo haya escuchado.

Con eso, Dana y sus compañeros despertaron, acostados en medio de un bosque, acompañados por una fogata. Ellos se levantaron casi al mismo tiempo, todos somnolientos y con vagos recuerdos de lo que pasó la noche anterior.

—¿Qué pasó, ve, mijín? —preguntó Jason.

Dana miraba de un lado al otro, recordando en dónde se encontraba.

—No recuerdo encender una fogata —dijo Jacob.

—¿Dónde está el apu? —preguntó Jason, recordando haberlo visto por un instante—. ¿Y los libros?

—Él encendió la fogata —dijo Dana—. ¿Acaso no recuerdan lo que pasó?

—Solo recuerdo que el bosque se transformó en una biblioteca —dijo Jacob.

Pero Dana recordaba la conversación que tuvo con Chirilín. Las historias de quiénes son las criaturas que la siguen. Solo que ella no podía recordar el orden de los sucesos. ¿Acaso fueron antes o después de encender la fogata? El tiempo pareció ser relativo. Ella estaba confundida, intentando recordar.

—Me dijo cosas increíbles —finalmente dijo Jason—. Era como si supiera justo lo que necesitaba escuchar.

—¿Qué te dijo? —preguntó Jacob.

—Que me conoce, mijín —dijo Jason—. Me agradeció por venir a visitarlo cada vez que me siento estancado con mi trabajo.

—¿Estancado? —preguntó Dana.

—Es curioso —dijo Jason—. Mi abuelo me enseñó a salir a la naturaleza cada vez que esté en búsqueda de inspiración.

—No te puedo creer —dijo Dana—. A mí me dijo que toda la información se encuentra en este lugar, y que él está aquí para ayudarnos.

—Chirilín —dijo Jacob, recordando el nombre del apu.

Ellos se prepararon para salir del lugar, lanzando tierra sobre la fogata. Mientras, Chirilín escribía sin detenerse, impaciente por describir todos los detalles de su encuentro con un ser que parecía proveniente de la Hanan Pacha. Una humana que aceptó soltar todo lo que la ataba a la vibración de los sagras y pudo volar para engañar a un apu.

Dana entendía todo; de alguna forma, se conectó con la vibración de los registros akáshicos, y ahora hace uso de estos cuando le place. Ella parecía conocer el lugar tan bien como Chirilín, tomando los libros que necesitaba para abrirlos en la página correcta.

Descubrió que los sagras llegaron a la Tierra —después de Wiraqucha— en búsqueda de oro para alimentarse. Siendo su necesidad insaciable, crearon al humano para que los ayudara; pero la esclavitud no fue aceptada por los dioses. Los entes de la Hanan Pacha bajaron a la Kay Pacha y condenaron a los sagras a vivir en la Uku Pacha. Desde ese día, los humanos buscan un camino alejado de la esclavitud y la persecución de oro para sus amos.

Sin embargo, Dana ya sabía lo que encontró esa noche. Aunque, esta vez, la información era mucho más clara.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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