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Castillo de Papel
22 de septiembre de 2021 | Escritura Experimental

Castillo de Papel

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El sonido de los rotores mecánicos se escuchaba en todo el almacén. Los hombres controlaban la operación de los rodillos, mientras el material viajaba a través de la imprenta.

De pie junto a una amplia ventana en el segundo piso de la fábrica, Otis observaba la impresora acuñar los billetes. Hasta que el sonido de una llamada lo trajo de vuelta al presente.

—Cartas de Libertad —dijo, después de contestar el teléfono—. Otis para servirle.

—Otis… señor presidente —dijo Alberth—, tenemos un problema.

—Tranquilo, Alberth —dijo Otis, presidente fundador y propietario de la imprenta nacional de moneda—Cartas de Libertad—. Ven, charlemos en mi oficina.

—Enseguida, señor presidente.

Otis esperó junto a la ventana de su oficina. Observando el negocio que creó gracias a su esfuerzo y dedicación. La empresa que lo hizo admirado por su capacidad para generar recursos para el país.

Eventualmente, Otis escuchó un golpe en la puerta de su oficina.

—Adelante.

—Con su permiso, señor presidente —dijo Alberth al pasar.

—Dime, ¿qué es tan importante?

—Los ciudadanos del país han encontrado una forma de realizar transacciones sin el uso de nuestra moneda.

—Eso es imposible —dijo Otis, y se dirigió a la barra de su oficina—. Solo tenemos que destruir a quien esté imprimiendo las nuevas monedas.

—Es una moneda digital —dijo Alberth.

—Controlamos las redes de comunicación, ¿verdad? —dijo Otis, sirviéndose un vaso de whisky—. Podemos bloquear sus servidores.

—El servidor está distribuido entre los usuarios —dijo Alberth.

—Podemos instituir leyes para prohibir su uso —dijo Otis, y tomó un sorbo de su vaso.

—Es imposible saber quién la está usando —dijo Alberth—. Cualquiera con una computadora puede crear una cuenta y comenzar a recibir y enviar pagos.

—¿De qué estás hablando?

—Hemos hecho todo lo que está en nuestras manos —dijo Alberth sinceramente—. Incluso creamos otras monedas digitales para disminuir su popularidad. La gente sigue encontrando conveniente usar esta moneda digital para transacciones inmediatas entre ellos.

—Debe haber una forma de destruirla —dijo Otis, de camino a su escritorio.

—A diferencia de nosotros —dijo Alberth—, nadie puede aumentar el número total de monedas digitales en circulación.

—¿Qué ganan los dueños de esta moneda?

—No tiene dueño —dijo Alberth, mirando a Otis sentarse en la gran silla detrás de su escritorio.

—¿Qué tan problemático crees que es para nosotros?

—A largo plazo, las monedas tradicionales van a desaparecer —dijo Alberth—. No podemos competir con una moneda que no obtiene ganancias de la acuñación de monedas.

—Creo que… sí, tengo una solución —dijo Otis—. Debemos cambiar el sistema, hacer que cualquier tipo de moneda pierda su valor. De esa manera será imposible demostrar que estamos devaluando la moneda.

—Tendremos que empezar a usar todos nuestros recursos para manipular a las personas. Hacer que vean lo malvado que es el capitalismo. Hacer que presten más atención a la contaminación que estamos generando; podemos dejar de gestionar los desechos del país y culpar al capitalismo.

—En unos años los tendremos convencidos de que la única forma de sobrevivir es dejando que el estado controle las entidades contaminantes. Para entonces, tendremos a todos en el congreso en nuestra nómina.

—En lugar de una moneda, crearemos un sistema de puntos y solo los daremos a quienes sigan nuestras reglas. Le daremos a todos lo que merecen y tomaremos el control total del sector privado.

—Para cuando se den cuenta de lo que hemos hecho; una pandemia debería mantenerlos ocupados. También sería una gran forma de hacer colapsar la economía global.

—Solo aquellos que obedezcan mis leyes tendrán una oportunidad de sobrevivir después del gran reinicio.

—Puede sonar imposible, pero usando el poder de nuestra imprenta y las de otros países, podemos crear un estado totalitario y mantener el control sobre el mundo.

—¿Qué pasa si algo sale mal? —preguntó Alberth—. Si la gente decide seguir usando este medio digital para todas sus transacciones.

—Ese sería el fin del sistema financiero tradicional —dijo Otis, mirando hacia abajo—. El fin de nuestro dominio… después de todo lo que hemos hecho por ellos. Malditos ingratos. No quiero imaginar un mundo donde las personas tengan control sobre el crecimiento de su dinero; en lugar de perder su poder adquisitivo cada vez que imprimimos nuestra parte justa.

—Habrá personas que estén en contra de un estado totalitario —dijo Alberth.

—En la guerra y en el amor todo se vale —dijo Otis—. Quiero la imprenta a toda capacidad. Necesitamos duplicar la cantidad actual de moneda total. Nadie sabrá lo que está pasando hasta que sea demasiado tarde.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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