El fuego se lo llevaba todo. Frank acababa de despertar de un profundo sueño. El mundo seguía siendo oscuridad mientras su mente disfrutaba al chirriante sonido de los troncos rompiéndose bajo el calor. Esa realidad, sin embargo, todavía no terminaba de volverse tangible. Aunque el calor ya comenzaba a darle a la casa de madera una temperatura insoportable.
Frank empezó a sudar poco después de levantarse de la cama. Él miró de un extremo al otro, pero ya era demasiado tarde. Estaba rodeado de llamas. En un instante, todo puede cambiar. Todo lo que había conocido desapareciendo frente a sus ojos. Aunque la idea jamás cruzó su mente. Lo único en lo que podía pensar era en escapar, así que se acercó a la ventana más cercana y lanzó una silla de madera. Tras el estruendo, Frank miró al bosque con sus hojas carmesí danzando al siniestro son del fuego.
Todo estaba en llamas. Los troncos negros creaban una atmósfera infernal. Un bosque en llamas, donde criaturas cuyas vidas se desarrollan de una forma muy distinta a la nuestra.
Seres que en cuestión de un instante viven largas y fructíferas vidas. Ven crecer a sus hijos y dejar su huella. Luego envejecen y aprecian el nuevo mundo que está por comenzar. Seres con emociones y experiencias propias. Claro que Frank no sabía nada de esto mientras observaba las llamas invadiendo la ventana.
Para Frank, lo único que existía era el dolor de la realidad y el fuego que empezaba a acercarse demasiado. La sensación de que nada que hiciera cambiaría su destino.
No voy a dejar que la vida decida lo que pasará conmigo , pensó Frank, lleno de furia por la trampa. ¿Acaso no he sido tu más fiel siervo? ¿Así es como me pagas?
Frank tomó una katana decorativa de su cuarto y recordó las historias de hombres honorables que preferirían morir por la espada que por las circunstancias. En ese instante, con el fuego quemándole la piel, Frank aceptó que la forma en que se despediría del mundo sería la misma en que vivió. Era un rebelde que no aceptaría las reglas dictadas por los demás. Este era su último acto de rebeldía.
Frank levantó la mirada, seguro de que este acto serviría como mensaje para algún ser divino que estuviera observando, y desenfundó la katana.
Nadie habría esperado que el Aulfur estuviera presente en ese momento de valor. Atravesando el plano material, el tiempo de Aulfur, un dios del fuego, se detuvo por completo. Casi pierde el equilibrio al descender de la punta de una llama. Su aspecto en el plano material era espeluznante: un ser deformado con protuberancias que parecían capaces de atravesar a cualquiera.
Frank sintió cómo la vida se le escapaba mientras su sangre se derramaba. El fuego que se acercaba con gran velocidad pareció extinguirse por el aura del Aulfur. Frank no podía entender cómo, mientras observaba el negro del carbón que lo rodeaba, el incendio parecía haber ocurrido hace meses.
Aulfur observó a Frank en su agonía. Notó que la chispa de la vida estaba a punto de apagarse. Se acercó con su figura deformada y tomó la chispa del aire. Se inclinó para observar a Frank, para captar la esencia de la luz que emanaba de la chispa de la vida.
En un instante, el Aulfur regresó a las llamas, llevándose consigo a Frank. A disfrutar de una existencia diferente. A otra oportunidad para rebelarse y luchar contra el poder de los dioses.
Frank no pudo percibir el momento exacto en que su chispa vital penetró en el plano elemental. Para él, solo existía un vacío, un abismo sin fin en el que su cuerpo permanecía inmóvil, flotando sin referencia alguna. Lo primero que llamó su atención fue el olor a madera quemada, ese perfume que emanan los árboles en su agónico intento de perdurar mucho después de que el incendio ha pasado.
El plano elemental era un lugar para el cual la imaginación de Frank no estaba preparada. Los recuerdos del fuego aún palpitaban en su mente. El dolor punzante de la hoja de metal había desaparecido, pero en su lugar quedaba una sensación de desconcierto. Abrió los ojos, y lo único que vio fue fuego. Intentó forzar su vista más allá de las hojas incandescentes de un bosque en llamas, pero la tarea era imposible; solo había fuego.
Desesperado, Frank giró de un lado a otro, buscando alguna explicación a lo que ocurría. Pero todo, absolutamente todo, ardía. No había nada para ser consumido, nada que albergara esas llamas eternas. Era un caos, un ámbito inefable de fuego que lo envolvía completamente. Fue entonces cuando Frank notó algo que lo dejó perplejo: su propio cuerpo estaba hecho de llamas.
Con cautela, comenzó a examinarse. A través del fulgor del fuego, logró distinguir sus dedos, envueltos en el mismo elemento que lo rodeaba. Unió sus manos, sorprendido al sentir algo tangible en medio de aquella vorágine. Con dedos titubeantes, recorrió sus brazos hasta alcanzar su rostro. ¿Podría ser posible…?
Frank estaba convencido de que había muerto. Estaba seguro de que las llamas lo devorarían por completo. Sin embargo, no lograba comprender qué estaba ocurriendo. Mientras sus ojos seguían enfocando aquel mar de fuego sin sentido, se dio cuenta de que caminaba sobre una superficie sólida, aunque hecha de fuego.
Moviéndose lentamente, con las manos extendidas para tratar de tocar algo, Frank se topó con una estructura sólida. Al contacto, sus ojos comenzaron a distinguir los matices ardientes que componían el objeto frente a él.
“Frank,” dijo una voz, resonando desde todos los rincones.
De inmediato, Frank se giró, buscando el origen de aquella voz que había pronunciado su nombre. Entonces lo vio: una llama diferente, una figura en constante movimiento, una forma que jamás hubiera imaginado. Las llamas se agitaban de manera extraña, dándole un aire casi familiar.
Poco a poco, el entorno que lo rodeaba empezó a cobrar sentido. Su mente, adaptándose a este nuevo reino, reveló la escena: un bosque, pero no un bosque como los que había conocido, sino uno compuesto íntegramente de llamas que se extendía hasta el infinito.
“Este es el plano elemental del fuego,” dijo la voz.
Frank estaba seguro de que aquella figura ardiente había movido los labios para hablar.
“Aquí tendrás una nueva oportunidad para demostrar tu lealtad.”
Frank permaneció inmóvil, observando cómo la figura de fuego se erguía y se alejaba lentamente. Quiso hablar, pero se dio cuenta de que no sabía cómo hacerlo.