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En las Sombras de la Sociedad
16 de marzo de 2022 | Realismo Mágico

En las Sombras de la Sociedad

En las Sombras de la Sociedad

Magu era un chico normal, al menos eso pensaba. Hoy, como en muchas ocasiones anteriores, salió a experimentar la vida.

Caminando por las calles encontraba a las personas como seres extraños. Seres oscuros sin una forma predeterminada. Los veía con poses imponentes. Criaturas que dominan su entorno. Parecían poderosos.

Magu era uno de ellos. Algo tenía que estar mal. A pesar de su determinación, no lograba sentirse parte del resto. —¿Qué les daba a los demás humanos el poder de caminar con tanta confianza? —se preguntaba.

El mundo era peligroso desde la perspectiva de Magu. Un lugar misterioso donde otros seres podían aparecer sin previo aviso. Criaturas diferentes. Por supuesto, Magu solo había visto imágenes de estos animales salvajes. Por alguna razón, ser sorprendido por uno de ellos era su miedo constante.

Los sonidos le eran más familiares. Atrapado en un entorno oscuro, buscaba lugares que lo ayudaran a calmar su ansiedad. De alguna manera, y desde temprana edad, Magu descubrió la paz cerca de los pájaros cantores.

Con el tiempo, notó que el silencio presagia peligro. También se dio cuenta de que no había nada que temer. Aprendió a vivir en la oscuridad. Descubrió que los seres como él eran inofensivos, en su mayoría. Evitar a los que no lo eran se había vuelto fácil.

Interactuar socialmente le hizo darse cuenta de que era diferente. Diferente de una manera que parecía imposible. Magu no podía entender las reglas que seguían los demás.

Ser parte de un grupo social siempre ha sido difícil para él. Todos parecían seguir naturalmente las normas preestablecidas. Era curioso ver cómo grupos sin ninguna conexión respetaban las mismas leyes. Magu tuvo que aprenderlas, pero no le resultaban naturales. Prestar atención para seguirlas lo dejaba exhausto.

Incluso ir a trabajar era una tarea difícil. Por supuesto, tenía que seguir manteniéndose alejado de los demás: cumplir con sus obligaciones y regresar a casa. Siempre había alguien dispuesto a iniciar una conversación.

Magu encontraba las conversaciones sorprendentes. Entendía que los temas eran importantes, también entendía que las reglas dirigían los intereses de las personas. Era extraño, pero podía interesarse en cualquiera de los temas. Todo le parecía trivial.

A pesar de eso, Magu era feliz. Vivía en paz y disfrutaba de lo que la vida tenía para ofrecer. Hasta que un día estaba cumpliendo con su rutina diaria cuando Claris se le acercó.

—Magu —dijo—, necesito mostrarte algo.

Magu se sorprendió al escuchar la voz de su jefa. —¿En qué puedo ayudarte?

—Sígueme.

Ambos cruzaron el prado. Disfrutaron del hermoso paisaje en el camino hacia la casa principal. Magu tenía miedo, este trabajo era lo único que le permitía ser una persona independiente. Perderlo sería terrible.

—Siéntate —dijo Claris, una vez que ambos estuvieron dentro de la casa.

Magu miró de un lado a otro, buscando pistas.

—Mira esto —dijo Claris.

Magu miró la pantalla del portátil sobre la mesa frente a él. —¿Qué se supone que debo ver?

—¿No puedes verlo? —dijo Claris—. Es tuyo. Un regalo de mi familia para ti.

Magu sonrió felizmente.

Claris se sorprendió al notar que Magu no podía leer su nombre en la pantalla. —Vuelvo enseguida.

Magu esperó sentado frente al portátil. Observando la oscuridad que lo rodeaba. Imaginando un buen uso para su nueva herramienta.

—Pruébate esto —dijo Claris, regresando con un par de gafas en la mano.

Magu se quedó inmóvil, esperando a que Claris terminara de colocar los extraños artefactos en su rostro.

En ese instante, el universo cambió. De repente, la oscuridad desapareció y todos los objetos a su alrededor tomaron forma. —¿Qué es esto? —pensó, levantándose. Al quitarse las gafas notó que la oscuridad regresaba.

—¿Qué viste? —preguntó Claris.

—Puedo ver… —dijo Magu, colocándose las gafas de nuevo, finalmente entendiendo sus experiencias—. Esto es increíble.

Claris sonrió al ver a su joven empleado.

Magu se giró para mirar a Claris. —Esto no puede ser. Era hermosa. La criatura más hermosa que Magu podía imaginar. Inmediatamente, perdió la capacidad de comunicar sus ideas. Solo podía admirar la belleza.

—¿Estás bien? —preguntó Claris.

Magu no pudo responder, mientras su mirada recorría cada centímetro del rostro de Claris.

Ella sonrió.

—¿Puedo tocarte? —preguntó Magu, levantando una mano.

—Por supuesto.

Magu pasó su mano por el costado del rostro de Claris. En su cerebro, millones de conexiones neuronales se crearon. Después de tantos años, Magu finalmente entendió las reglas de la sociedad.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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