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Los dorados han caído
25 de September de 2020 | Fantasía Oscura

Los dorados han caído

Los dorados han caído

Las inmensas puertas de la entrada del reino se abrieron para dar paso a los caballeros. Los cuatro aventureros llegaron solos, sin carruajes ni acompañantes.

—¿Qué crees que pasó con la princesa? —preguntaban entre sí los plebeyos al verlos pasar.

Aslan se veía cansado; su hermosa cabellera dorada estaba enredada y sucia. Incluso su armadura plateada había perdido su usual resplandor.

Sharai lo seguía a pocos pasos de distancia. Parecía estar a punto de caer de su caballo, con su vestido sucio y roto.

Cleirk los seguía de cerca, imaginando el primer sorbo de cerveza helada. También se veía golpeado.

Los tres pasaron por medio de la curiosa multitud, escuchando los murmullos.

Al poco tiempo llegaron a la puerta del castillo y fueron invitados a pasar por los guardias. Con pasos lentos y pesados se abrieron camino hasta llegar a la habitación del trono, donde serían recibidos por los asesores del rey.

Sin embargo, una vez que fueron invitados a pasar, notaron que la habitación estaba vacía. Eso era extremadamente inusual. Luego las puertas se cerraron, e Ivan apareció a una corta distancia.

El caballero de oscuridad se detuvo junto al trono.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Aslan, tomando su espada.

—Lo mismo podría preguntarles —dijo Ivan, colocando su brazo sobre el trono—. ¿Qué se siente ser el hazmerreír del reino?

—¿A qué te refieres? —exigió Aslan, justo cuando vio salir al rey.

Frederick caminaba bien para ser un anciano con bastón, y se demoró lo suficiente para llegar a su trono. En el transcurso salieron tres hechiceras. Cleirk reconoció a una de ellas.

—Estimado Aslan —dijo Frederick una vez que se sentó en el trono—. Tienes que ayudar a mi hijo.

Reginald se acercó al trono, cargando en sus manos la piedra que solía ser su libro de luz.

Shasera, una de las hechiceras, miró al príncipe con una sonrisa.

—¿Acaso se rompió tu juguete? —preguntó con burla.

Aslan se sorprendió al ver al príncipe como si la vida le hubiese sido arrebatada.

—Un desafortunado encuentro —dijo Reginald, girando para mirar a Shasera.

—Aslan —dijo Frederick—, tienes que ayudar a mi hijo.

Aslan miró al rey, rodeado por Ivan y las hechiceras.

—¿Y qué hacen ellos aquí?

—No te preocupes —respondió Frederick—. Ellos me rescataron a mí y a mi princesa.

Aslan, Cleirk y Sharai se miraron entre ellos con la boca abierta.

—Pero señor… —dijo Sharai.

—No hay tiempo para eso —interrumpió Frederick—. Tienen que ayudar a mi hijo.

Reginald se acercó.

—Está destruido —dijo, mostrando su libro.

—¿Y quién se encargará de proteger al reino? —preguntó Aslan.

—Ivan hizo un excelente trabajo regresando a la princesa a salvo —dijo Frederick.

—Nosotros nos encargaremos de todo —añadió Ivan.

Aslan frunció el ceño.

—Pero ellos…

—Eso ya no tiene importancia —dijo Frederick—. El convenio con Chaleine ha sido firmado. Tendremos diez años de paz. Ellos son parte del trato. Van a estar aquí protegiendo a todos.

Aslan se veía furioso.

—Has ganado esta batalla —dijo, apuntando con un dedo a Ivan—, pero la guerra está por llegar.

Con eso, Aslan giró para salir. Cleirk y Sharai lo siguieron.

Reginald regresó a ver a su padre y luego salió corriendo.

—Sir Aslan —dijo Reginald—, entonces, ¿me ayudará a recuperar la luz?

Aslan se detuvo y giró para ver al joven caballero, el príncipe.

—Haremos lo que pida el rey. Solo intenta permanecer con vida.

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Sebastián Iturralde

Sebastián Iturralde

Un simple ciudadano de este hermoso planeta, eterno enamorado de la creación artística y de las letras, con la firme convicción de que la energía creativa surge de la naturaleza.

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