Relato Corto Blog de Ficción

Sentencia

S

Pese a mi insistencia por no seguir; caminaba con las manos atadas, arrastrándome a la sentencia que todos deseaban para mí. Pero, así no es como debe terminar todo, pensó Marco. Hace unas pocas horas él era uno más de los forasteros de esta ciudad, él no pudo imaginar que su día terminar así. Atado para que no pueda escapar, rodeado de hombres con capirotes blancos, negros, y fucsias.

El problema empezó cuando se perdió el orden público, no había nada que la policía pueda hacer en medio de la multitud enardecida. Marco fue encontrado culpable, no hubo necesidad para testimonios de testigos, quién más podría ser el responsable.

«Están cometiendo un error,» él dijo, mientras lo empujaban a la tarima donde se realizará la ejecución.

Todos tenían la certeza de que él era el responsable. ¿Quién más podría ser? Él era un extraño para el pequeño pueblo, una persona que pocos conocían. Sin embargo, desde que él llegó empezaron a suceder atrocidades; animales muertos en sus corrales, gallinas desolladas. El forastero debía estar detrás de la desaparición de la pequeña Samanta.

Han pasado dos días desde la última vez que los vieron juntos. Lo único que querían, era saber dónde dejó al cadáver, pero él se negó a confesar. Pese a lo severo que se tornó la tortura, pese a lo cruel que fue el padre de la niña, el forastero se negó a hablar.

Esto era de esperarse, como puede ser posible que se permita este tipo de comportamiento, él debía pagar su condena.

«Asesino,» repetían los espectadores de la ejecución. Algunos de ellos llevaron cosas para arrojar, pero se contuvieron mientras la procesión continuaba. Marco fue arrastrado hasta la cima de la plataforma de madera que servirá de escenario, lo arrodillaron frente a un tronco, mientras el verdugo afilaba su hacha.

«¿Últimas palabras?» preguntó uno de los hombres de capirote negro.

«Lo juro,» dijo Marco, «no he visto a la niña de la que me hablan.»

«Que así sea,» dijo el hombre y el hacha cayó, dejando que la cabeza ruede por el escenario.

«MAMÁ…» se escuchó a la distancia. Era imposible, Samanta llegó acompañada de un leñador.

«Mamá,» ella dijo al llegar corriendo, «caí en el pozo. Grite y grite, pero nadie llegó para ayudarme. Finalmente, él me logró sacar.»

«Mi niña,» la mujer dijo, abrazando a su hija.

«Mamá,» ella dijo. «¿Qué están haciendo? ¿Dónde está Marco?»

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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By Sebastián Iturralde
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