Había una vez, en un día muy parecido a este, una flota de naves descendió del cielo y comenzó una invasión. Así es como siempre empieza la historia cuando se la cuentan a los niños antes de dormir. La vida cambió drásticamente después de la invasión, y nada volvió a ser igual.
Fue en un día como este cuando Max salió al bosque a recoger hierbas. El bosque no era como los que conocemos hoy; era un bosque magnífico que se extendía desde las estribaciones hasta el horizonte. La gente vivía en armonía con el bosque, sin saber lo que el futuro traería.
La historia de lo que sucedió después no es más que un cuento fantástico que las abuelas cuentan a sus nietos sobre un mundo en el que vivieron nuestros antepasados. Dicen que era un mundo hermoso que tuvo que ser sacrificado para la supervivencia de la especie.
Max estaba recogiendo hierbas en lo más profundo del bosque una mañana cualquiera, dirigiéndose al extremo más alejado del bosque. Esta parte del bosque era peligrosa, pero Max sabía cómo moverse por ella. Sin embargo, se estaba adentrando en territorio de depredadores, sin ser consciente de los muchos peligros que formaban parte de la armonía natural del bosque.
Mientras Max avanzaba por el bosque, se movía con destreza, adentrándose cada vez más en los árboles y fundiéndose con su entorno. Aunque solo tenía trece años, pocas personas conocían la zona tan bien como él. Había aprendido sus habilidades de navegación de su padre, el mejor herbolario de la tribu. Max sabía que recoger plantas en lo profundo del bosque era su destino.
Max buscaba una hierba rara que solo crecía en el territorio de los jaguares negros. Sus sentidos estaban siempre alerta mientras se movía sigilosamente por el bosque, sabiendo que esa era la única forma de sobrevivir. Recientemente había visto un jaguar, pero el animal no lo había notado.
Durante sus excursiones, Max pensaba en formas de mejorar la salud de la tribu con sus elixires. A diferencia de nuestro mundo, la vida tribal estaba entrelazada con la naturaleza, y desafiar la voluntad de la naturaleza era un error que solo cometían unos pocos. Max no era de esas personas que practicaban artes oscuras para prolongar la vida más allá de su límite natural.
Mientras Max se arrodillaba para recoger hierbas, sintió una perturbación profunda en el bosque. Era la primera vez que sentía un cambio tan poderoso, y su mente buscaba una razón para ello. De repente, un gran jaguar negro apareció en su campo de visión. Max no había notado al animal antes, pero ahora no había tiempo para lamentaciones. La bestia se lanzaba hacia él.
Max no tuvo tiempo de reaccionar y se quedó paralizado mientras el jaguar se acercaba. Se sintió impotente al observar los movimientos ágiles del animal y se dio cuenta de que no había escapatoria. Solo pensó en su bolsa de hierbas, que no contenía armas. Observó cómo el jaguar avanzaba paso a paso, olvidándose de la perturbación en el bosque.
A pesar del inminente ataque, Max se sintió emocionado ante la perspectiva de ver a una bestia tan magnífica saltando hacia él. El animal saltó hacia Max como si volara, y Max solo pudo agachar la cabeza y aceptar su destino mientras las patas del jaguar rozaban su cabello. Sintió el calor del cuerpo del animal al pasar sobre él, y su mente volvió a la perturbación en el bosque.
Al cerrar los ojos, Max sintió el miedo recorriéndole los huesos. Estaba consumido por pensamientos sobre la perturbación y la responsabilidad de investigarla. No podía soportar la idea de decepcionar a su tribu, pero era muy consciente de que no había nadie lo suficientemente cerca para investigar. A pesar de su deber de traer información, la falta de conciencia sobre la proximidad del jaguar lo llenó de culpa, sabiendo que no había estado a la altura de sus responsabilidades.
Max no podía comprender por qué escuchó al gran jaguar negro aterrizar como si él fuera un obstáculo insignificante. La bestia siguió corriendo, sin mirar atrás. Max entendió que el jaguar huía, y la única razón para hacerlo era la perturbación.
Sin nadie a quien pedir consejo, Max levantó la cabeza al cielo y vio a los pájaros volar lejos de la perturbación. Comenzó a correr hacia ella, sabiendo que no había tiempo que perder.
Mientras Max se abría paso entre los árboles, esquivando ramas y animales, no podía quitarse de la cabeza la imagen del depredador acechando el bosque. Cerrando los ojos, dejó que sus instintos tomaran el control y se encontró corriendo hacia la perturbación, que crecía con cada paso. A medida que se acercaba, la anticipación de Max aumentaba, pero el miedo y la duda lo invadían, sin saber qué hacer.
De repente, Max vio un destello de luz, que se hacía más fuerte cada segundo. Era una luz como nunca antes había visto, y Max supo que no podía haber sido creada por nada en este planeta. Disminuyó la velocidad al ver a la bestia acechando en el bosque, y el miedo lo consumió mientras daba pasos cortos hacia la luz, observando el tamaño de la bestia.
Abrazado a un árbol cercano, Max temblaba de miedo, con los ojos fijos en la bestia. Apenas podía creer lo que veía y se frotó los ojos para asegurarse de que no estaba alucinando. Confirmó sus temores al volver a abrir los ojos, observando con incredulidad cómo cientos de humanos salían del vientre de la bestia, junto a otras criaturas que no tenían patas.
La bestia era brillante, como la superficie de un lago, y más grande que cualquier cosa que Max hubiera visto. No era el único, ya que otros salían del vientre sin patas, moviéndose junto a los humanos. La bestia había dejado un gran agujero en el bosque, con miles de árboles esparcidos por el suelo.
Max dio media vuelta y corrió tan rápido como pudo, lleno de una urgente necesidad de contar a sus compatriotas lo que había visto. Sabía que tenía que transmitirles la información, incluso si eso significaba poner en riesgo su propia vida.