Relato Corto Blog de Ficción

Invasión del Castillo

I

Escondido tras las frías y oscuras paredes, él descansaba. Su atuendo era cómodo, ropa que había diseñado para sí mismo. Vladimir no esperaba escuchar los gritos de la multitud, sin embargo estos sonidos escasos de sentido atravesaban con facilidad las ventanas de su castillo. Él se levantó para salir corriendo en dirección del balcón, la multitud traía antorchas que brillaban por el camino, ellos cruzaban el puente, estaban a punto de llegar.

“BRYAN,” exclamó Vladimir. “¿Dónde te has metido?”

Su servicial sirviente escuchó el leve susurro de su nombre a la distancia y empezó a correr. Esto no era algo común, Bryan tenía funciones preestablecidas para todo el día, este tipo de cambios podrían significar una sola cosa, su amo necesitaba ayuda inmediata. Él tropezó por las escaleras, siguió corriendo pese a perder el equilibrio al abrir la puerta de la cocina, el lugar estaba lleno de bellas doncellas preparando algún manjar.

“¿Qué te sucede?” preguntó Muriel con desprecio.

“Lo siento, señorita,” dijo Bryan al detenerse y bajar la mirada. “El amo me necesita.”

Ella giró haciendo levantar su cabello rizado.

Bryan entendió y siguió corriendo. Podía ser una emergencia que requiera su inmediata atención, era posible que su amo esté en problemas. Por suerte no se trataba de eso.

Vladimir esperaba en silencio, observando a la multitud acercarse, cuando Bryan se estrelló contra la puerta de su dormitorio y entró.

“Por suerte mi vida no depende de ti,” dijo Vladimir, manteniendo su mirada fija en la multitud.

Bryan escuchó la voz de su amo y la siguió con obediencia. “Sí, amo. Lamento mi demora, pero…”

“Tenemos problemas más importantes que tú ineptitud,” dijo Vladimir señalando a la multitud.

“¿Amo, quiénes son esas personas?”

“Excelente pregunta,” dijo Vladimir levantado su brazo derecho. “Sígueme.”

Bryan caminó detrás de su amo. Tan cerca como su confianza le permitía, tan lejos como necesitaba para evitar ser golpeado. Bryan vivía en constante temor de las personas a su alrededor, él solo podía entender lo sencillo de la repetición, tomar decisiones repentinas siempre trae problemas.

“Apresúrate,” dijo Vladimir acelerando su paso para llegar al laboratorio que se encontraba en la torre norte de su castillo.

“Sí, amo.”

Luego de subir las interminables gradas de la torre llegaron a una puerta de madera. Vladimir tardó unos segundos buscando la llave correcta, solo existía una copia y él trataba de mantenerla en su poder.

“Bryan,” dijo Vladimir, muy despacio. “Necesito que en exactamente veintitrés minutos.”

Bryan levantó la mirada confundido.

Vladimir entró al laboratorio. “Cuando está manecilla,” dijo Vladimir, apuntando con el dedo a su reloj. “Es inútil.”

Vladimir caminó al interior del cuarto, se acercó al reloj de péndulo y movió una manecilla roja para marcar las cuatro y treinta y ocho. “Cuando esta manecilla se encuentre con esta otra. ¡Enciendes la máquina!”

“Pero amo,” dijo Bryan. “La última vez…”

“Esta vez será diferente,” dijo Vladimir con seguridad. Bryan pareció aceptar la orden, dejó de temer el futuro ahora que sabía lo que debía hacer.

“¿Luego, amo?” preguntó Bryan.

“Bajas a seguir con tus tareas.”

Bryan aceptó sus órdenes y se quedó con la mirada fija en el reloj. Él empezó a caer el trance con el movimiento del péndulo.

Vladimir recuperó la compostura y empezó a bajar las gradas de la torre. Lo único que podía fallar en su plan era Bryan, las órdenes estaban dadas, él solo podía esperar. Así que se decidió dirigirse a su cuarto, él pensaba en una prenda que lo hiciera ver elegante pero que no tomé mucho tiempo… eso es, voy a usar el abrigo negro de casimir que compré en la India. Con eso no habrá duda de mi salud mental, debo convencerlos de que todo es normal.

Lo que él todavía no entendía era que no era normal. Un hombre diferente para esa tierra, muchos lo veían como un brujo, capaz de hacer cosas que otros soñaban, sin embargo era un juego de su imaginación, algo que era real mientras existan personas que lo crean. Muchos creían las historias, él había hipnotizado a la doncella más hermosa del pueblo, no había otra explicación, era demasiado joven para estar con él.

Las cosas se tornan peores cuando la segunda mujer entró a vivir en su castillo. La gente del pueblo estaba segura de que se trataba de un amante del arte oscura, no había otra explicación, dos hermosas jóvenes huyen de sus casas para vivir con ese monstruo.

En esta época era extraño que una indefensa mujer saliera de la casa de sus padres sin que su mano haya sido pedida en matrimonio. Pese a esto una tercera mujer se incorporó a las jóvenes acompañantes de Vladimir, nadie estaba feliz con lo que sucedía. Sin embargo, Vladimir no sabía que su inteligencia para la seducción y la ciencia serían su castigo.

Una vez que encontró su abrigo en el dormitorio, él bajó las gradas que daban a la entrada principal de su castillo. Vladimir debía salir de inmediato y evitar que los tallados de su puerta de madera sea estropeados, después de todo, una multitud estaba a punto de invadir su hogar.

La bulla aumentó su intensidad con cada paso que lo acercaba a la puerta. Vladimir debía enfrentarlos para que termine esta locura, él llegó caminando con calma, tomó la manija de la entrada de su hogar y la abrió.

“EXIJO,” dijo Vladimir al salir. “QUE ALGUIEN ME DIGA lo que está sucediendo.”

Con sus palabras la multitud se pareció apaciguar. “Devuélveme a mi hija,” dijo un hombre escondido tras los demás.

“Ella está aquí por su propia voluntad,” dijo Vladimir. “Puede irse cuando desee.”

“No la he visto en meses,” dijo el hombre, moviéndose entre la multitud.

“¿Quién eres tú?” preguntó Vladimir.

El hombre finalmente mostró su cara. Era Camilo su amigo de la infancia, Vladimir sacudió la cabeza al reconocerlo. Esto no tiene sentido, él debe saber que no soy un brujo.

Camilo caminó unos pasos para alejarse de la multitud. “Este hombre al que ven aquí,” dijo al girar. “No es el niño con el que crecí. Mi amigo de juegos no sería capaz de secuestrar a mi hija.”

Vladimir se quedó en silencio, sorprendido. ¿Cómo era posible que no sepa? Acaso perdió contacto con su gente al punto de olvidar quiénes fueron parte de su pasado. Él jamás pensó ser acusado de lo que en este instante debía enfrentar, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta, iba a ser muy difícil convencerlos.

“No sabía,” dijo Vladimir, las palabras sutiles, casi imperceptibles.

“Así que debemos hacer algo,” dijo Camilo levantando su antorcha. “Los espíritus que viven en este castillo los han transformado en demonios. Todos ellos, incluso mi hija, ya no están con nosotros. Sus cuerpos han sido poseídos por los hechizos con los que este hombre sedujo a esas mujeres.”

La multitud enloqueció. Vladimir tenía tiempo para entrar, cerrar la puerta y esperar que la derriben. Estaba atrapado en lo que pensó que sería su hogar, esta cárcel de paredes de piedra estaba a punto de ser testigo de la masacre de él y sus amantes.

Sin embargo, Vladimir sabía que esto sucedería. La gente estaba inconforme con su estilo de vida, iba en contra de los principios que proclamaba la iglesia, tener más de una mujer era inconcebible para un hombre común, pero él no se veía de esa forma. Para Vladimir el mundo era un parque de diversiones, él estaba dispuesto a romper todas las reglas que sean posibles, siempre y cuando tuviera suficientes recursos para que no existieran malos entendidos.

Esta vez era diferente, Camilo tenía sed de venganza. La multitud miró sorprendida al conde correr a su castillo, ellos lo persiguieron para encontrarse con la puerta cerrada, este era el último obstáculo que existía entre ellos y la descontrolada euforia. Sin embargo, nadie estaba listo para derribar la puerta, así que se encontraron con un obstáculo difícil de enfrentar.

Candi—la hija de Camilo—entró a la recepción de la mansión. “¿Qué es este alboroto?” Ella usaba una salida de cama fucsia de seda, las líneas de su cuerpo se marcaban en los pliegues de su ropa. Incluso Vladimir, que la ha visto en repetidas ocasiones, quedó impávido. “¿Me vas a dejar esperando?”

“Amada mía,” dijo Vladimir. “Regresa a tus aposentos. No hay nada de lo que debas preocuparte.”

“Y la multitud gritando en nuestra puerta,” dijo Candi, colocando sus manos sobre las caderas.

“Pequeños inconvenientes,” dijo Vladimir. “ Nada de lo que te debas preocupar.”

“Y no hay fresas,” dijo Candi, claramente molesta.

“Amor mío,” dijo Vladimir. “Estoy seguro que llegarán con las compras en la tarde.”

“Eso espero,” dijo Candi. “Haz que se callen, incomodan mi mañana.” Ella giró haciendo que su cabello dance en el aire y se marchó.

Vladimir debía actuar rápido, antes de que otra de sus amantes aparezca. Pero no había nada que pueda hacer, solo esperar a la ineptitud de Bryan, esperar que logre completar su tarea a tiempo. Así que Vladimir corrió al balcón que se encuentra sobre la puerta principal, para volver a hablar con la multitud. El camino no era largo pero debía subir gradas, así que decidió hacerlo despacio para no agitar su respiración.

Al llegar al balcón miró a la multitud desorganizada. “SEÑORES.”

Todos se detuvieron para buscar la fuente del sonido. Finalmente encontraron a Vladimir en el borde del balcón.

“Señores,” dijo Vladimir con seguridad. “Lo que ustedes están haciendo es un delito.”

Todos se quedaron en silencio por un instante.

“No se puede esperar menos de un pueblo que no acepta las decisiones de sus hijas,” dijo Vladimir sabiendo que eso daría fuerzas a Camilo.

“ESTÁ LOCO,” gritó Camilo para llamar la atención de la multitud. “Él nos quiere hechizar de la misma forma que lo hizo con nuestras hijas. No podemos dejar que la maldad entre en nuestros hogares. Es nuestra obligación destruir al demonio.”

Era perfecto, justo lo que esperaba pero Bryan parecía haber olvidado su trabajo. Así que Vladimir giró con prisa e ingresó al castillo. “BRYAN.”

Bryan espera sentado en una silla de madera, frente al péndulo del reloj, él estaba profundamente dormido. Al escuchar el grito de su amo saltó, golpeándose al caer sentado, él empezó a buscar de un lado al otro, pero no recordaba lo que debía hacer.

“ACTIVA EL MECANISMO.”

Bryan se tranquilizó al recordar su trabajo. Ahora todo era sencillo, ya no era necesario pensar, él solo debía acercarse a esa mesa. ¿Cuál era la mesa? se preguntó. De ser esta, ¿pero cuál era el mecanismo? Su mente empezó a divagar, llevándolo a perder el control y cuando estaba a punto de presionar todos los botones.

“EL BOTÓN ROJO.”

Bryan sonrió al recordar su trabajo. Ahora todo era sencillo, solo tenía que presionar el botón. Así que se dispuso a hacerlo, y lo logró.

Enseguida, un sonido imperceptible empezó a salir por los parlantes a los costados de la entrada principal de la mansión. Nadie se esperaba aprender de uno de los descubrimientos de Vladimir, pocos entendían los límites que tenía la ciencia, o incluso como funcionaban conceptos básicos como la luz. Ellos vivían en tinieblas, la luz de sus antorchas lo único que tenían para moverse en la oscuridad, sin embargo hoy estaban tranquilos. La luz de sol todavía brillaba en lo alto de los cielos.

Vladimir regresó al balcón.

“¿Qué pasa?” dijo Candi al ver a Vladimir sostenido por el barandal. “¿A qué se debe este escándalo?”

Vladimir volteó para mirarla, ella se veía radiante con la luz que brota de una mujer en las mañanas, todavía relajada o lista para volver a dormir.

“¿Qué hacen aquí estas personas?” dijo Candi, aunque ella sabía exactamente lo que estaba sucediendo.

Fue entonces cuando una nube negra apareció a la distancia. Esta seguía la carretera como si tuviera ruedas, aunque se movían más rápido que una carreta tirada por caballos. Con el pasar del tiempo todos notaron el sonido constante y repetitivo, el chasquear que hacen las aves al emprender su vuelo, sin embargo era diferente. El extraño estruendo se apoderó del trinar de las aves, la nube negra era lo único que se podía escuchar.

Vladimir sabía lo que estaba sucediendo, en pocos segundos llegarán a las puertas de su castillo. Pero los hombres de la multitud olvidaron la razón para estar golpeando una puerta de madera, ellos solo podían pensar en esta nube que estaba a punto de alcanzarlos. Fue entonces cuando Vladimir se alejó del balcón. “Es mejor que me sigas,” dijo llevando su mano hacia Candi.

Ella no dudó en tomar la mano de su amado. Candi lo siguió con obediencia, algo que Vladimir demandaba gracias a sus buenos modales. Al salir del balcón ella lo esperó, mirando a su amado cerrar la puerta.

“Vamos,” dijo Vladimir con un pequeño movimiento de su cabeza hacia un costado. “Hay algo que tenemos que hacer.”

Ellos caminaron a una de las torres. Debían subir algunas gradas para llegar, los dos siguieron en silencio por el camino de trozos pulidos de mármol, Vladimir gazaba de lujos que el mundo no conocía. Al llegar al laboratorio encontraron la puerta cerrada, sin embargo era normal que Bryan la dejé abierta al salir.

Vladimir empujó la puerta con fuerza. “Te di específicas órdenes,” dijo al ver a Bryan dormido sobre una silla. Su cuerpo chorreando sobre sí mismo, saliva cayendo en su camiseta.

Bryan saltó sobre su silla. “Sí, amo.”

“¿Terminaste tu trabajo?” preguntó Vladimir.

Bryan miró de un lado al otro para recordar lo que estaba sucediendo.

“Tenías que regresar al sótano.”

“Es verdad, amo,” dijo Bryan. “Lo había olvidado.”

“Baja de inmediato y abre la compuerta tres,” dijo a Vladimir, sabiendo que este era un número que Bryan apreciaba.

“Sí, amo,” respondió. “Tres.” Con una sonrisa caminó entre Vladimir y Candi.

“Desagradable,” dijo Candi al tenerlo cerca. “Debemos deshacernos de esta criatura.”

Bryan pasó sin prestar atención, él solo podía imaginar el número tres que estaba apunto de encontrar.

En el otro lado del castillo seguían esperando que la nube se estrelle contra ellos. Camilo miraba con curiosidad a las pequeñas manchas, él intentaba entender de qué estaba formada, qué eran esas pequeñas… “Murciélagos,” empezaron a gritar.

La gente alborotada corrían sin sentido estrellándose entre sí mismos. Para cuándo la nube alcanzó la puerta principal de la mansión, Bryan admiraba el tres sobre una pequeña puerta de madera, él la abrió con cuidado. El mecanismo activó las compuertas, en cuestión de segundos miles de moscas empezaron a salir por las reglas bajo las gradas, los murciélagos sabían lo que estaba por suceder.

Camilo se lanzó al piso, sentía el cuerpo de otras personas sobre él, mientras los roedores voladores batían sus grandes alas con fuerza. La multitud se quedó estática, no exista una forma de huir, se encontraban en una trampa sin salida.

Vladimir tomó un recipiente de cristal. Este estaba lleno de un líquido transparente, él empezó a caminar con prisa, de regreso a la puerta principal de su hogar.

“Sígueme,” dijo al tomar la mano de Candi.

Ella estaba confundida pero no dudó en seguirlo. Los dos caminaron en silencio por las gradas de la torre, Candi tenía muchas preguntas aunque decidió esperar.

Vladimir se mantenía concentrado, planeando su próximo movimiento. “Candi,” dijo. “¿Sabes que nunca te hiciera daño?”

Ella siguió caminando en silencio.

Vladimir se detuvo en las gradas. Él era más alto que ella, el lugar era perfecto para que sus ojos estén a la misma altura. “¿Sabes que mi amor por ti es más puro que un contrato con ellos?” dijo apuntando hacia la pared circular de la torre. “Ellos quieren llevarte.”

Candi no quiso responder. Ella sabía que su padre podía ser irracional, pero no esperaba que dirija a una multitud para llevarla de regreso a casa. Había pasado mucho tiempo desde que huyó sin intenciones de regresar, su vida era mejor en los brazos de Vladímir, ella no quería cambiarlo por nada. Candi lo amaba.

“Voy a pedirte un favor,” dijo Vladimir sostenido las manos de su amada. “Toma este líquido. Quiero que salgas y lo estrellas contra el piso, a unos pasos de la puerta.”

Ella lo miró sorprendida. “Pero…”

“No te preocupes,” dijo Vladimir. “Estaré a tu lado todo el tiempo.”

Candi sostuvo el frasco entre sus manos y vio al líquido moverse en su interior. Vladimir giró para seguir caminando. “Espera,” ella dijo antes de lanzarse sobre él para besarlo.

Sus bocas se encontraron. Candi se sentía protegida, segura de que él también la amaba, estaba dispuesta a cometer cualquier locura por él. Sin embargo, ella tenía miedo, miedo de una vida sin Vladimir, volver a estar sola contra el mundo, dejar de ser parte de algo más grande.

Candi lo besó con pasión. Ella bajó su mano por el torso de amado, siguió acariciando su abdomen, y no se detuvo hasta asegurarse de que él también la besaba con pasión. Al sentirlo en su mano lo acarició y supo que estaba lista.

“Lo haré,” dijo Candi con seguridad al alejarse de él

“No me provoques, Candi,” dijo Vladimir. “Sabes que no hay tiempo para esto.”

“Quizá después,” dijo ella al pasar frente a él.

Vladimir se quedó inmóvil al sentir la misma mano que lo acarició pasar sobre su pecho. Al verla alejarse él se quedó admirando la figura de Candi.

Ellos siguieron el juego. Vladimir se acercaba para tocar el cuerpo de Candi y ella aceleró el paso para no ser atrapada. Hasta que llegaron a la entrada principal, aquí estaban todas sus amantes, cada una de ella vestía algo diferente, era obvio que no todas tenían buenas relaciones con las demás.

Vladimir no recordaba tener a todas sus mujeres en el mismo lugar, no desde su cumpleaños. Cada una con sus temperamentos únicos, sin embargo, ellas tenían la misma pregunta. “¿Qué está pasando?” sonó en coro.

“Todo está bajo control,” aseguró Vladímir. “Regresen a sus alcobas.”

“Te estabas revolcando con esa,” dijo Lucrecia. “Acaso no ves que estamos en peligro.”

“Sabes lo que te he dicho de los celos,” respondió Vladímir.

Lucrecia giró su rostro, enfurecida.

“Abran paso,” dijo Muriel al acercarse a la puerta.

“Esos animales están afuera,” dijo Annette.

“No abran la puerta,” dijo Jenny.

“Todo va a estar bien,” dijo Vladimir al llegar a la puerta. Luego giró para mirar a Candi. “No podemos abrir mucho. Sal y lanza el frasco.”

Muriel sonrió al escuchar el plan. “Sal Candi, no hay nada que temer.”

Candi se llenó de valor. Se paró sobre sus puntillas para besar a su amado. “Estoy lista.”

Vladimir abrió la puerta, dejando un espacio para que ella pueda salir.

Candi vio a los murciélagos volar en círculos sobre las personas en el piso, después notó que su padre estaba entre ellos. Ella quiso dejar todo lo que estaba haciendo y correr a abrazarlo, sin embargo, giró la cabeza para mirar hacia atrás, ahí estaba Vladimir. Él la seguía de cerca. Así que Candi controló sus impulsos y levantó el frasco de cristal para arrojarlo al piso.

El sonido de una bombilla de luz explotar fue seguido por una nube de mismo color azul que el líquido cristalino, solo que esta parecía hacerse blanco al elevarse. Los murciélagos, enseguida, huyeron del lugar por la toxina en el aire, el sonido imperceptible de los parlantes había terminado recientemente, ya no había insectos para cazar. Así que en poco tiempo el lugar estaba libre de los cientos de roedores voladores, y la nube negra se dispersó.

La multitud miraba sorprendida a Candi. Ella estaba sorprendida de su hazaña, jamás pensó que eso estaba a punto de suceder, sus ojos concentrados en los murciélagos alejándose. Sin embargo, su padre no podía pensar, él solo la veía como una extraña, ella no podía ser su inocente hija.

“BRUJA,” gritó uno de los hombre al levantarse.

Vladimir caminó un poco pasos hasta estar frente a Candi. Mirando a las personas tiradas por la entrada de su castillo. “Es mejor que se marchen, la próxima vez mis mascotas no serán tan benevolentes.”

Las personas se fueron levantando despacio, intentando no hacer movimientos bruscos. La mayoría de ellos estaba aterrorizada de lo sucedido, otros temían lo que podía pasar. En realidad, Vladimir amagó su amenaza, él no sabía cómo atraer a los murciélagos otra vez, pero ese era su secreto.

“Salgan de mi propiedad,” dijo Vladimir con calma, señalando al camino que los llevaría de regreso al pueblo.

Camilo quería quedarse a pelear, pero ver a su hija ahuyentar a esas criaturas, él se quedó impávido. Así que la multitud se fue alejado en silencio, sin estar seguros de la razón para hacerlo, pero conscientes del miedo que vivieron al estar bajo la nube de animales. No pensaron que se quedarían volando sobre ellos por tanto tiempo.

“Te encuentras bien,” dijo Vladimir, sosteniendo los hombros de Candi.

“Eso fue increíble,” ella dijo, acercándose para abrazarlo. “Gracias.” Candi puso sus brazos alrededor de Vladimir y los abrazó con fuerza.

Camilo giró para ver a su hija y sacudió la cabeza.

“Vamos,” dijo Vladimir. “Es hora de regresar a casa.”

Vladimir abrió la puerta para encontrar a todas sus amantes regadas por los ventanales. “¿A qué se debe tanta curiosidad?”

“¿Por qué Candi es la única que se puede divertir?” preguntó Annette.

“Eso no es justo,” dijo Vladimir con una sonrisa. “Además que hoy tenemos planeado salir a cabalgar. Me vas a decir que su caballo es más lindo que el tuyo.”

Annette bajó la mirada y empezó a acariciar el piso con la punta de su pie derecho.

“Y la primera en llegar sabrá porque me llaman Drácula.”

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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