Relato Corto Blog de Ficción

Una noche en París

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Luego de un doloroso fin de la relación que ella pensaba sería para toda la vida, despechada con el destino, Sophía decidió alejarse de su ciudad. Cruzando el océano se encontraba Gustoph, él siempre estuvo cerca cuando ella más lo necesitaba. Así que, Sophía emprendió un corto viaje por el mundo para encontrar lo que se le había perdido.

Llegar a París fue justo lo que necesitabas, todo era nuevo e inexplorado, un lugar mágico para perderte en el presente, y ser capaz de dejar ir los recuerdos que la atormentan. Sin embargo, el día fue como cualquier otro, ella dio un paseo por la ciudad, pero había algo más que ella necesitaba hacer.

Al regresar a casa, Gustoph sugirió salir a un club para divertirse un poco. Él quería ayudar a su amiga, ella parecía estar perdida en su cabeza, los recuerdo girando una y otra vez en una película que parece jamás terminar. Gustoph conocía el lugar perfecto, escondido en la ciudad se encontraba un verdadero club disco, lleno de luces y colores; él sabía que ahí podrá pasar horas en silencio, dejando que su mente viva el presente.

Sophía, desde luego, estaba lista para lucir reluciente para la noche. Ella escogió meticulosamente los vestidos para su viaje, era de suma importancia lograr dejar atrás el pasado, seguir con su vida pese al cambio. Así que, cuando ella escuchó la idea, no tardó en prepararse para salir.

Pocas horas más tarde, desde luego, lograron llegar al lugar indicado. Por afuera era tan solo una casa más de aquélla poco transitada calle, sin embargo, en su exterior se empezaba a ver la energía que brotaba a través de la puerta. Algo le decía a Sophía que esta es una noche para romper sus reglas, dejarse llevar por el presente, vivir.

Sophía fue la primera en entrar al lugar, y ella no esperaba encontrarse con algo mágico. Sus altas paredes hacían que el cuarto se vea más grande, incluso, de lo que era, el escenario se encontraba en medio de la habitación, y como en un teatro las mesas estaban en niveles progresivos rodeando a un artista componiendo música electrónica.

Sophía se quedó inmóvil, olvidando sus recuerdos, perdida en un mar de sonidos que jamás había escuchado, navegando entre sus armonías. Ella sintió flotar por un instante, pero Gustoph la sostuvo de una mano.

«Vamos a comprar algo,» él dijo señalando a uno de los bares del lugar.

El bar estaba rodeado de personas, bebiendo y admirando el espectáculo. Desde la barra se podía ver un gran grupo de personas bailar alrededor del escenario.

Gustoph se acercó a la barra y ordenó dos bebidas, en poco tiempo le entregaron un pequeño vaso con un cuarto de líquido amarillo, y otro alto lleno de lo que parece ser un té helado. Gustoph llevó al alto vaso hacia Sophía, ella sonrió al ver que él todavía recordaba su bebida favorita.

Ellos pasearon por el lugar, bebiendo y disfrutado del laberinto que uno debe cruzar para llegar al la pista de baile. Hasta que finalmente se encontraron con una multitud, todos observando con atención el espectáculo, dejándose llevar por los sonidos que el artista encontró después de horas indagación.

Sophía empezó a sentir los efectos del alcohol, sin embargo, esta vez llegaron de repente, cuando menos se lo esperaba y pese a su experiencia, ella tropezó. Iba a ser imposible que recupere el equilibrio, tenía sus pies cruzados entre ellos, enredados pero intentando mantener el balance. Sophía se dirigía al piso, sin embargo, los rápidos reflejos de un extraño la alcanzaron, él la tomó del vestido sosteniendola antes de estrellarse, ella estaba flotando.

Sophía no podía creer que su caída fue detenida, ella rápidamente puso sus pies en el piso y se alejó del extraño. La tela de su blusa estaba estirada hacia atrás, ella empezó a arreglar un poco su cabello, Sophía sonrió con dulzura, ella todavía no estaba segura de lo que acabó de suceder.

El extraño—Eugene— bajó la mirada, luego le preguntó a Sophía si está bien, estirando su mano entre la bulla del lugar. Ella lo miró, su espalda ancha y esa capacidad para sostenerla antes de caer, ella decidió dejarse llevar por el presente tomando la mano del extraño. Eugene, desde luego, no entendía lo que estaba sucediendo, sin embargo, al notar que ella no alejaba su mano decidió llevarla a bailar.

Los dos se perdieron entre sonidos, dejando que sean estos los que dirige el ritmo de sus cuerpos. Ellos disfrutaron volar, ser llevados a un mundo que no conocían, un lugar donde podían hablar sin necesidad de palabras. Su colisión era inevitable y Sophía sabía que él también estaba interesado, ella lo podía sentir con sus glúteos mientras bailaba frente a Eugene.

Esta no era una noche para formalidades, Sophía lo quería sentir, así que lo acarició con una mano. Eugene se sorprendió, sus ojos bien abiertos mientras ella lo acariciaba con dulzura, después él la besó. Sus labios parecían expresar sus deseos, ellos continuaron bailando un poco, intentando controlarse. Sin embargo, Sophía decidió tomar a Eugene de una mano, llevarlo en búsqueda de…

Ellos recorrieron el lugar, subiendo a los diferentes niveles, buscando un escondite, pero no lo lograron. Así que, sin pensar en consecuencias, Sophía lo sacó del lugar, de regreso al silencio de una calle poco transitada, bajo al frío de la noche. Eugene la tomó de una mano para acercarla a su cuerpo, ella se dejó besar por un instante antes de caminar en dirección al primer lugar que encontró.

Al entrar notaron que se trataba de un pequeño cuarto de seguridad, una pared estaba llena de pantallas. Sin embargo, el lugar estaba vacío, ellos miraron detenidamente el lugar antes de que sus miradas se encuentren. No había otra opción, ellos empezaron a besarse. Sophía lo empujó contra una de las paredes, y empezó a abrir el cinturón, ella parecía tener prisa por desabrochar el botón y bajar el cierre. En un instante los pantalones de Eugene estaban en el piso, ella lo siguió acariciando, de la misma forma que hizo en la pista de baile, solo que ahora no había nada entre ellos.

Sophía no pudo contener su deseo. Ella quería saborear la piel desnuda de su compañero, dejarla dentro de su boca y seguir disfrutando cada gota. Y, Sophía lo hizo sin pensarlo, cayendo sobre sus rodillas para estar más cómoda, buscando en centro líquido de un chupete que no puedes morder, haciendo que Eugene se pierda en placer.

Ella continuó hasta que sintió la mano de su compañero sobre su cabeza, Sophía levantó la mirada para observar la expresión de sorpresa en su compañero. Al parecer todos los europeos ponen la misma cara, ella pensó. Después, alejó su cabeza sin detener el movimiento de su mano hasta verlo estallar.

Los dos regresaron al lugar donde todo empezó, Sophía no podía esperar para contar a Gustoph lo que había pasado. Desde luego, él sugirió que regresen a su apartamento, sin embargo su noche terminó más rápido de lo que esperaban, ella cayó rendida al llegar y Eugene tuvo que pasar la noche en el sofa. Sin embargo, él alcanzó a entrar a una de sus redes sociales antes de marcharse. Dejando al descubierto la identidad de un joven de colegio que salió de paseo con sus compañeros.

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Sebastián Iturralde

Escritor de relatos enigmáticos, tejiendo narrativas cautivadoras que provocan el pensamiento y estimulan la imaginación. Revelando las profundidades de la experiencia humana a través de las palabras.

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